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Expertos destacan que cada vez hay más ataques cibernéticos a las finanzas de la gente. Esto se refleja en un reciente balance de la Superfinanciera.
En 2024, el sistema financiero colombiano registró un aumento del 55,2 % en las quejas respecto al año anterior, alcanzando un total de 3.073.403 reclamos, frente a los 1.979.556 de 2023, detalla la Superfinanciera en su informe.
La mayoría de las quejas (86,8 %) se concentraron en los bancos, seguidos por las compañías de seguros de vida (3,7 %) y seguros generales (2,8 %). Los principales motivos fueron transacciones no reconocidas (31,3 %), dificultades operativas (15,6 %) y errores en transacciones (10,3 %).
(Vea también: Ayuda para colombianos asediados por llamadas de bancos: así podrán evitar molestias).
También destacaron problemas con la revisión de productos financieros y fallas en canales de atención.
El producto más afectado fue el depósito de bajo monto, con 35,6 % de las quejas, seguido por cuentas de ahorro (26,6 %) y tarjetas de crédito (16,6 %). Según expertos, la digitalización ha aumentado la exposición a fraudes y suplantaciones, lo cual influye en el incremento de reclamos.
“Entre más digital sea el sistema financiero, mayor es la superficie de ataque para los delincuentes. Esto seguirá generando reclamos por fraudes y suplantación”, dijo a La República Juan Pablo Vieira, CEO de JP Tactical Trading.
Además, el desconocimiento de productos y términos por parte de los usuarios es un factor importante.
Antioquia lideró el número de quejas con 44,5 %, seguida por Bogotá (32,88 %) y Valle del Cauca (3,64 %), lo que evidencia una fuerte concentración en regiones con mayor actividad financiera.
Las cifras reflejan los desafíos que enfrenta el sistema financiero en la era digital, donde la educación al usuario se vuelve clave.
Las ciberestafas representan una grave amenaza para las cuentas de ahorro de los clientes bancarios debido a la creciente digitalización del sistema financiero y la sofisticación de los métodos utilizados por los delincuentes informáticos.
En la actualidad, los bancos han migrado gran parte de sus servicios a plataformas digitales, lo que si bien ha facilitado el acceso y la comodidad para los usuarios, también ha incrementado exponencialmente los riesgos de seguridad. Las cuentas de ahorro, por su naturaleza, son depósitos que suelen acumular dinero durante largos periodos y están diseñadas para guardar los recursos de los usuarios de forma segura.
Sin embargo, cuando un ciberdelincuente logra vulnerar estas cuentas, el impacto puede ser devastador, ya que muchas veces los ahorros de toda una vida pueden desaparecer en minutos sin posibilidad inmediata de recuperación.
Uno de los principales peligros de las ciberestafas es que los atacantes emplean técnicas de suplantación de identidad (phishing), malware o ingeniería social para engañar a los usuarios y obtener información confidencial, como contraseñas, números de cuenta o códigos de verificación. Una vez con estos datos, los delincuentes acceden a las plataformas digitales de los bancos y ejecutan transferencias, retiros o compras sin el consentimiento del titular. Además, estos fraudes muchas veces no son detectados a tiempo por los mecanismos de seguridad tradicionales, especialmente si el usuario no revisa frecuentemente su cuenta o si los montos son retirados en pequeñas cantidades para evitar sospechas.
El daño no solo se traduce en pérdidas económicas, sino también en una profunda afectación emocional y en la confianza hacia el sistema bancario. Las víctimas de ciberestafas pueden tardar meses en resolver sus casos ante las entidades financieras y, en muchos casos, enfrentan trabas burocráticas para demostrar que no fueron responsables de las transacciones.
Esta situación se agrava si el banco no cuenta con una política clara de protección al consumidor o si sus canales de atención al cliente son deficientes. A esto se suma que no todos los usuarios tienen los conocimientos necesarios para identificar señales de alerta o protegerse de ataques digitales, lo cual evidencia una brecha de educación financiera y tecnológica.
En este contexto, la gravedad de las ciberestafas no solo radica en el robo de fondos, sino en el debilitamiento de la relación entre los bancos y sus clientes. Urge fortalecer las medidas de seguridad, promover la educación digital y establecer mecanismos de compensación ágiles para proteger el patrimonio de los ahorradores frente a estos delitos crecientes.
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