Producto que no se conseguiría tiene a los paisas padeciendo; muchos no saben qué hacer

Economía
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El calor en Medellín tiene a muchos desesperados y comprando ventiladores que se estarían acabando en la ciudad.

El que dude de que hay cosas imposibles, que trate de conciliar una siesta de mediodía con un sol que le entra directo por la ventana proyectándose sobre tres cuartas partes de la cama. Toca agazaparse en la orilla más lejana para hacerle el quite al astro rey.

Y después de levantarse del intento fallido, el siguiente reto es sostener la concentración durante toda una tarde con el mismo calor abrasador que muchas veces no cesa hasta más allá de las seis de la tarde.

La vivencia de ambas sensaciones, más haciendo teletrabajo, y en un apartamento al que le da el poniente, me convencieron de que era hora de comprar un ventilador, una cuestión de vida o muerte para sortear la oleada de calor infernal que se está sintiendo en Medellín. Tomada la decisión, la mala noticia era que los ventiladores están tan escasos en la ciudad como una Coca Cola en el desierto.

(Vea también: Se viene fuerte ola de calor en Medellín y revelan los barrios que se verán afectados)

Lo comprobé primero cuando fui a un almacén de cadena buscando uno de torre, que se ajustara a las estrecheces de los apartamentos modernos, debido a que los de hélice ocupan más espacio. Ya antes había estado en el mismo local y no llevé el producto que costaba algo así como $270.000, pendiente de mirar, como buen paisa de clase media, a ver si en otras partes lo conseguía más barato.

La sorpresa, ahora, era que no había ni uno y más extrañado me quedé cuando me dirigí a otra gran superficie de ventas y tampoco lucía en las estanterías y ni en el catálogo web del almacén, que fue la alternativa que los mismos asesores de la sección de electrodomésticos me sugirieron.

Ni en el Éxito, ni en Homecenter, ni en Pepe Ganga, ni en Alkosto, ni en KTronix estaba lo que yo quería y emprendí otros caminos informales del ciberespacio. Un día casi alcanzo a cerrar negocio en una página de ventas por Facebook, pero el dueño se echó atrás en el último momento, supongo que porque le resultó un mejor postor. De manera que transcurrió casi mes y medio y muchas horas en internet para lograr por $ 350.000, más $ 10.000 del envío, el sueño de frescura deseado.

Para este artículo volví el lunes al primer almacén de mi periplo y el asesor, un joven de chaleco rojo, motilado ralo y con topitos dorados en las orejas, me confirmó que los ventiladores son los electrodomésticos estrella y que no solo los de torre, sino casi todos, están escasos. De hecho, en ese momento en el muestrario solo había tres referencias de las 15 a 20 que suele haber.

“El calor agotó todo”, dijo como revelando una verdad de Perogrullo en medio de las temperaturas de hasta 30 grados centígrados que han sido constantes en la ciudad.

“Imagínese que hubo una semana en que llegaron dos carros con mercancía y la mitad eran ventiladores —de 60 a 70— y se fueron en semana y media. Normalmente el ventilador se vende bien, pueden ser de 15 a 20 por semana, pero tampoco hasta allá”, me dijo antes de mostrarme a Alexandra Ospina y Sergio Lozano, una pareja joven que vive en el barrio Belén, y estaban felices porque habían concluido una búsqueda que fue tan ardua como la mía. Lo habían buscado mes y medio –como yo— y ante lo infructuoso de sus intentos se compraron uno de torre (¡de los mismos míos!) pero la fuerza del aparato no fue suficiente para producir la frescura que los dejara dormir tranquilos y continuaron en su empeño hasta hallar el premio de su constancia: un Samurai Tropical de base, de unos que generan una ventisca de helicóptero.

“A nosotros nos da el poniente –como a mí— y tenemos un almendro gigante al frente, pero no es suficiente, hace demasiado calor”, apuntó ella para justificar la elección de una máquina tan potente.

El dependiente me había explicado minutos atrás que la mayoría de la gente prefiere los ventiladores sobre los aires acondicionados porque es posible moverlos más fácilmente de acuerdo con la zona de la vivienda que esté más caliente, y consumen menos energía.

Producción a tope

Para medirle el aceite a un mercado distinto de los almacenes de cadena y el e-comerce, me dirigí al Sanandresito Principal del Centro. En el primer piso, en un local donde solo había ventiladores de aspa de bajo precio, que suelen llevar al por mayor para surtir negocios de barrio, un vendedor sostuvo sin vacilar que los aparatos de viento son el “machete” de la temporada: De 7 a 8 diarios pasaron a vender 15 o 20, a pesar de no contar con los que más está pidiendo la gente, que son los de torre y los de escritorio.

En el sector del tercer piso que todos señalan cuando se pregunta por ventiladores, Mauricio Giraldo, un santuariano que atiende el almacén Electro Darlys, me contestó:

—Están agotados mijo, yo le pedí a la empresa que los produce una docena y me mandaron apenas dos, que porque no hay—. Luego aceptó que el precio puede haber subido un poco, porque “la gente dice que están muy caros pero con estos calores tan terribles pagan lo que sea”.

Marcando una L por el mismo pasillo queda la que conocen como la tienda de ventiladores por excelencia: se llama Electroventiladores pero paradójicamente, sólo exhibía tres de ellos en un espacio a tope con una pared que linda con la vitrina de la joyería del lado, en la que las cadenas doradas deslumbran a quien pase. Parece una alegoría de que los ventiladores están tan apreciados como el oro, pero tan escasos que el almacén más reconocido por venderlos no podrá hacer su agosto, justo cuando hay una oportunidad que jamás se pintó tan calva.

El resto del espacio luce atestado de sombrillas, planchas, radios, ollas, máquinas de afeitar eléctricas, aspiradoras y un sinnúmero de pequeños elementos de hogar que para nada emulan el nombre.

Quien atiende, Eduardo Osorno, un hombre de palabra escasa, expresó que sí se estaba vendiendo más en medio de esta ola caliente que lleva casi tres meses —pero no especifica qué tanto—, que los aparatos han subido —tampoco atinó a dar una cifra— y que a diario llegan muchos clientes a los que le toca devolver con la respuesta destemplada de que “hay que esperar a que manden de la fábrica”.

—Yo vivo llamando pero me contestan que no hay producción—, explicó parco.

La directora de la Cámara de Electrodomésticos de la Andi, Florencia Leal, me confirmó que, en efecto, la demanda de ventiladores está disparada en todo el mundo y que aunque, fuera de que se importan, en el país varias firmas los fabrican, se han varado por falta de algunos componentes foráneos. Otro motivo de una carestía que cubre además a casi toda la línea de electrodomésticos, afirmó, es que para hacerlos emplean aceros y plásticos especiales cuyo costo ha subido.

Por su parte, Juan Antonio Brigard, director de mercadeo de Group Seb, el conglomerado de origen francés líder mundial en producción de pequeños electrodomésticos —dueño entre otras de la marca Samurái— y que tiene fábricas en Rionegro (Antioquia) y Cajicá (Cundinamarca), también me corroboró que están trabajando a toda máquina, aunque aseveró que si hay desabastecimiento es solo en algunas plazas puntuales y no en el mercado nacional en general.

Según sus cálculos, mientras que en un verano normal de mitad de año las ventas en Medellín aumentan en promedio un 10%, ahora están por el 35% o 40%.

Él no es meteorólogo, pero como una línea de su negocio depende del clima, vive bien informado al respecto y recuerda las predicciones de que el fenómeno de El Niño se prolongará hasta marzo o abril del año entrante. Una noticia buena para su negocio y perversa para los medellinenses arrinconados por el calor.

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