Es tanto el abuso de los medios de comunicación, que cuando la empleamos ya no tienen el mismo espíritu y fuerza.  Hoy hablamos y escribimos para vender, no para crear e informar en espíritu filosófico consonante con nuestros pensamientos y acciones.

Una de estas palabras es paz. Ha sido tanto el trajín que ha sufrido por el gobierno, por los medios, por la oposición, por los delincuentes y por los ciudadanos en general que, hoy escribirla o enunciarla, es comparable a un emoticón de whatsapp.

La reverencia y respeto que podría despertar la palabra por su repercusión en la vida, en los pensamientos y acciones de los seres humanos, se ha desvalorizado. Cada quien se apropió del término y lo desdibujó según su interés, sea este propagandístico, político, o de género.

Es más, prácticamente, emplearla hoy en Colombia implica un grado de segregación, e incluso, como descalificación de pensamientos diferentes.

Así mismo, el término experto/a  se ha empleado tan liberalmente, que cualquiera lo es. Léase El Tiempo, El Espectador, ADN, Publimetro; escúchese Caracol, RCN o véase cualquier noticiero de televisión.

Todos los entrevistan, o toman sus referencias, como si realmente ellos abundaran. Si por el número de “expertos” citados por los medios de comunicación nos confiáramos, el mundo sería perfecto.

Los medios de comunicación, sobre todo los de información, recurren a terceros  para darle peso al contenido de agenda setting, y los llaman “expertos”.  Hoy, no hay diferencia entre experto o charlatán.

Las palabras tienen fuerza y espíritu. Usarlas desprolijamente hace difícil la consistencia entre pensamiento, discurso y acción; necesaria para el progreso armónico de la sociedad.

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