Varios medios internacionales, como el New York Times, compartieron los resultados de una larga investigación sobre estereotipos de género en niños y niñas.

Los resultados indican que para la edad de 6 años, las niñas ya no se sienten iguales en capacidad intelectual que los niños. A los 5 años, las niñas aún consideran que son capaces de hacer todo lo que hace un niño, pero un año más tarde, su percepción cambia.

Las niñas dejan de creer que tienen la misma capacidad innata de sobresalir en áreas que involucran trabajo intelectual complejo. Al mismo tiempo, su preocupación por la apariencia comienza a incrementar. Según las investigaciones, son los niños los que tienden más al sobrepeso, pero en buscadores de internet, la preocupación de madres por el peso de sus hijas es 70% más frecuente.

Niños y niñas de más de 6 años asocian imágenes de niños con personas inteligentes, aunque estudios demuestran que son las niñas las que tienen mejores calificaciones en el colegio. Estos resultados fueron consistentes, sin importar estrato o raza.

Estos estereotipos no son benignos. Las creencias se imprimen en el subconsciente y desde ahí ejercen una fuerte presión que marca destinos. Las pequeñas niñas crecen y sus creencias las acompañan toda la vida, influenciando decisiones como qué estudiar, cuáles son sus limites y hasta qué tipo de relaciones merecen.

Es un hecho, la participación de las mujeres en cargos de liderazgo intelectual es menor. Nosotras dominamos áreas de trabajo que involucran cuidar al otro, por ejemplo, la enfermería, y el trabajo con niños, siendo nuestra participación del 91% y 94% respectivamente.

Es curioso, pero al ver estas estadísticas, mi mente no solo reclama con indignación que seamos las mujeres las únicas capaces de cuidar de otros, sino también lamenta que los hombres no tengan más representación en carreras que necesitan de sus capacidades empáticas para cuidar.

Hace unos meses asistí al TedX Mujeres realizado en Bogotá. La primera conferencista, Alexandra Olaya, una mujer de origen humilde de la ciudad de Bogotá, fue la primera en su familia en asistir a la universidad.

Hoy es líder mundial en el área de la física cuántica. El artículo que publica los resultados de los estudios con niños y niñas, también ofrece soluciones. Una de ellas, es mostrar ejemplos para las pequeñas niñas, casos de mujeres que son ampliamente reconocidas en todo tipo de áreas profesionales, como Alexandra.

Si vemos cómo otros lo han logrado, nuestra mente genera un mapa de posibilidades nuevas. Hay otras soluciones, por ejemplo, si las niñas ven como madres y padres reparten responsabilidades entre ellos, así sabrán que hombres y mujeres por igual, tienen capacidades para todo.

Las pequeñas niñas empiezan desde muy temprano a criticar su cuerpo, y a definir su valor por su apariencia. Todo esto viene con un costo muy alto para todos. No son creencias benignas, como dije antes.

Las pequeñas niñas son poderosas pero dejarán de creerlo en el instante en que figuras de autoridad les digan lo contrario, ya sea literalmente o por medio de mensajes indirectos, como la preocupación por las dietas y la apariencia desde temprana edad. Por eso, debemos estar vigilantes a los mensajes que enviamos, por una generación de mujeres que sepan que son todo lo que pueden ser.

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