Los Asesores Comerciales que atienden a los clientes en los concesionarios de vehículos desarrollan una tarea compleja como pocas, en la que utilizan sus artes para conducir a buen puerto el negocio de la venta del vehículo, y al mismo tiempo deben cuidarse de dar información que no cumpla los requisitos de la ley del consumidor, que abarcan lo divino y lo humano cuando les exige que tal información sea clara y comprensible, veraz y verificable, idónea, precisa, suficiente y oportuna. ¨Mejor dicho, Chicho¨, como dicen en la costa.

Los concesionarios de todas las marcas se rapan el buen vendedor, pues él es la punta de lanza del proceso que comienza con el diseño del vehículo en la planta del fabricante, sigue el desarrollo de las piezas por los proveedores, las pruebas que se le hacen al semoviente en movimiento, la programación de los equipos y el personal que los fabrican, el transporte desde tierras lejanas y, por último su ubicación en la Sala de Ventas, y ahí es donde está el Asesor Comercial listo para recibir a los clientes, formarse una idea de lo que necesitan, mostrarles el producto, absolver sus preguntas, consultar su capacidad de pago, y firmar con ellos el contrato de compra del vehículo para materializar la negociación.

Lo que sigue tampoco es tarea fácil, porque el Asesor Comercial debe acompañar el proceso de la aprobación del crédito, el suministro del vehículo por el fabricante, la matricula en la Oficina de Tránsito, y la entrega del bebé en una ceremonia que se parece a una ordenación sacerdotal, en la que únicamente hace falta que el vehículo se tienda en el piso en señal de humildad y de su disposición a servir eficiente y confortablemente a su propietario.

Y en todo ese proceso, desde la negociación hasta la entrega, se siente en el ambiente la presencia de la Superintendencia de Industria y Comercio, que no solo se ocupa de que se cumplan las obligaciones por garantía del vehículo (calidad, idoneidad, seguridad), sino que también vela porque al consumidor no lo engañen por exceso o por defecto al darle información sobre el producto o al suministrárselo, completo y en la fecha prometida.

Si por alguna desafortunada circunstancia el consumidor considera que el concesionario no cumplió satisfactoriamente lo que le ofrecieron, bien sea porque el vehículo no corresponde a lo que le dijeron o bien porque ha habido tropiezos para entregárselo en la forma convenida, todos miran hacia el Asesor Comercial.

Y es entonces cuando a él le toca desempeñarse en un campo en que no se mueve con facilidad, porque él sabe del producto, la financiación, el suministro y la forma como puede orientar a su cliente, pero en ningún momento sus conocimientos están en discusión o tiene que demostrárselos a nadie con pruebas, y ahora descubre que todos sus movimientos y los del cliente hay que documentarlos en el contrato de la venta, los correos con el cliente, el fabricante y el banco, los recibos de Caja de los depósitos del cliente, y el acta de entrega del vehículo sin ¨ningún pendientes¨, para que el consumidor entre a disfrutarlo sin inconvenientes.

Los Asesores Comerciales dicen que ellos no son notarios, que su obligación no es dejar constancia ni prueba de los hechos, pero los más avezados ya superaron esa falsa idea, y ahora se cuidan a través de los documentos de que las cuentas queden bien claras y el chocolate esté espeso.

Nota: Las opiniones expresadas solo comprometen a su autor y no pueden considerarse una posición oficial de Pulzo.com.

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