Para no pasar por alto una celebración que debería tener gran resonancia y connotación, auscultamos hoy en las valiosas enseñanzas que regularmente nos dejan los más fieles amigos del hombre.

Sabiamente lo sentenció de Anatole France: “Hasta que hayas amado a un animal, una parte de tu alma estará dormida”. Por ello de tanto en tanto es conveniente huir de la vorágine en la que nos quieren tener confundidos políticos y dueños del poder para embolatarnos con tantas historietas de sus aventuras. Puede ser más valioso atender las lecciones que nos dan esas criaturas caninas que la mayoría tenemos como mascotas.

Alguna vez una persona -hoy desconocida- que había convivido largamente con perros, y había observado con rigor su comportamiento, ideó unas pautas de conducta conocidas como “filosofía canina”. Para entenderlas es necesario haber estrechado lazos con algún gozque o al menos haber tenido uno en casa. Sin duda que éstas normas constituyen un buen guión de vida para ponerlo en práctica. Repasemos esos principios que corresponden a la más alta sabiduría perruna:

  • Nunca deje pasar la oportunidad de salir de paseo.
  • Experimente la sensación del aire fresco y del viento en su rostro por puro placer.
  • Cuando se canse, no tenga inconveniente en respirar con profundidad, a bocanadas.
  • Cuando alguien que ama se aproxima, corra para saludarlo.
  • Sea muy expresivo con las personas que más lo quieren.
  • Cuando hubiera necesidad, practique la obediencia.
  • Haga saber a los otros cuando estén invadiendo su territorio.
  • Siempre que pueda, duerma una siesta y desperécese al levantarse.
  • Corra, salte y juegue a diario.
  • Sea muy entregado a la persona que más lo protege.
  • Coma con gusto y entusiasmo, pero pare cuando esté satisfecho.
  • Sea leal, siempre.
  • Nunca pretenda ser algo que no es.
  • Si lo que desea está enterrado, cave hasta encontrarlo.
  • Cuando alguien estuviera pasando un mal día, quédese en silencio, siéntese próximo a él y, gentilmente, intente agradarlo.
  • Cuando llame la atención, deje que alguien lo toque.
  • Evite morder cuando apenas un gruñido podría resolverlo.
  • En días templados, recuéstese de espaldas sobre el pasto.
  • En días calurosos, beba mucha agua y descanse bajo un árbol frondoso.
  • Cuando esté feliz, baile y sacuda todo su cuerpo.
  • No importa cuantas veces lo censuren, no asuma culpas que no tenga y no se ponga mal… corra inmediatamente de vuelta hacia sus amigos.
  • Manténgase alerta, pero tranquilo.
  • Dé cariño con alegría y deje que lo acaricien.
  • Alégrese con el simple placer de una caminata.
  • Sea feliz con su vida de perro.

Es increíble, pero esas mascotas que a veces tratamos con displicencia y a las patadas, con su comportamiento nos enseñan que lo importante de cada día es vivirlo con intensidad y con plenitud… Que se debe vivir el momento proyectándolo a lo trascendental… Lo fácil o lo difícil son meros límites que nos ponemos nosotros mismos.

El poeta Lord Byron escribió en el epitafio de su perro:

Aquí reposan los restos de un ser que poseyó la belleza sin la vanidad, la fuerza sin la insolencia, el valor sin la ferocidad. Tenía la grandeza de los grandes hombres y ninguno de sus defectos”.

Este mismo poeta fue autor de la certera frase: “cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro”.

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