Está bien celebrar cada cuatro años, pero hay que construir una política integral de deporte para que no sea casualidad

El diario La República analiza la relación entre el desarrollo de los países y su posición en el medallero olímpico, destaca la participación de los deportistas de países en desarrollo y concluye que la histórica actuación de los atletas colombianos en Río 2016 debe dejar lecciones para el Estado:

“No hay que engañarse: los deportistas que triunfan recorren buena parte de la formación con su propio esfuerzo, el de sus familias o sus comunidades y solo cuando ya obtienen triunfos, comienzan a ser atendidos por gobiernos u organizaciones privadas que encuentran una oportunidad para hacer mercadeo para sus productos”, concluye el editorial.

La guerra en Siria debe terminar antes de que nos acostumbremos a ella

El País de España dedica su editorial a la imagen de Omran, el niño sirio que le dio la vuelta al mundo, y compara la reacción de la opinión pública con la que despertó la foto del niño turco Aylan Kurdi, hace cerca de un año, cuando ya Omran vivía la guerra:

“¿Mejoró en algo su vida la oleada de solidaridad internacional, de declaraciones tanto de personalidades como de ciudadanos comunes, de llamamientos y de promesas generadas por la imagen de Aylan ahogado en una playa todavía con la cabeza en el agua? La respuesta demoledora está en la imagen”

El matoneo contra la ministra Gina Parody retrata una vez más la cara oscura del país

Así lo afirma Santiago Gamboa en su columna de El Espectador, en la que plantea el choque entre dos Colombias: una en la que el “paisaje mental evoca ideas o palabras que, en los países modernos, ya están en el cuarto de chécheres: (…) justos y pecadores, terroristas y héroes, amos y sirvientes, blancos y negros, guerrilleros y paracos, y en donde el homosexual es visto como un pervertido y la palabra “marica” es un insulto””.

En esa Colombia ‘medieval’ la discriminación etnica y sexual, como evidenciaron los ataques a la ministra de Educación, son “pataleos agónicos de un formato de país completamente obsoleto”, que poco a poco se va quedando sin fundamento frente a la otra Colombia, “la del proceso de paz, la pedagogía sexual y el respeto por las libertades individuales”.

El problema de James en el Madrid es James

J. J. Santos compara en su columna de As el exitoso primer año del colombiano en el club ‘merengue’ con el segundo, donde tuvo menor protagonismo porque “falló él y, siendo justos, dos o tres lesiones que llegaron en el peor momento”, por lo que ahora debe aprovechar al máximo cada minuto en cancha.

La diferencia con lo ocurrido cuando llegó es que ahora el puesto de titular está mucho más caro. Hay tres arriba que son intocables y hay otros tres centrocampistas que llevaron al equipo a conseguir la Undécima. Y eso, de entrada, no se mueve”.

El extremismo que han despertado el ‘Sí’ y el ‘No’ por la paz demuestran que vivimos en una sociedad bipolar

En su columna de El Heraldo, Oswald Loewy plantea que los colombianos “Somos campeones en tener el lado contrario a lo mejor que hacemos, no importa lo que sea”. Si alguien convoca a una causa altruista muchos asisten a marchar, pero si el llamado a es protestar en contra de algo, la asistencia suele ser mayor.

La campaña del plebiscito por la paz se ha ido convirtiendo “en un duelo de colosos”, un enfrentamiento exagerado en el que ninguna de las opciones parece satisfacer a los extremos que se debaten, que plantea la pregunta de si acaso ese es el camino para construir un país con democracia y equidad.

La educación no solo debe ser incluyente en cantidades de alumnos, sino en visiones, para que ninguno sea discriminado

Para Alberto Bello Vives, decir que los padres educan mejor que las escuelas no es tan cierto, dado que en muchos casos los padres confían sus hijos a las instituciones para que les brinden no solo conocimientos científicos sino también para que los formen en valores de convivencia que los conviertan en ciudadanos respetuosos.

Lograr una sociedad plural donde los individuos puedan desarrollarse libremente implica “reconocer que la diversidad comienza en cada ser; que ésta se habita de identidades en movimiento, mutantes y heterogéneas; que una cosa es el género, otra el sexo, otra la sexualidad y otra el amor”, escribe Bello en su columna de El Universal.

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