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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Abr 9, 2024 - 10:11 am

El incumplimiento de los Acuerdos de Barbados, en los cuales se comprometió a unas elecciones presidenciales con la participación sin cortapisas de la oposición, más las trabas a las candidaturas de la líder opositora María Corina Machado y de la candidata que ella designó en su remplazo, Corina Yoris, así como el encarcelamiento de activistas de derechos humanos y de coordinadores regionales de la campaña de Machado y las dificultades para que los venezolanos en el exterior se inscriban para votar, han provocado una reacción adversa contra Nicolás Maduro en todo el mundo democrático, pero aún tiene quien se preste en América Latina para lavarle la cara.

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Luego de mucho tiempo, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, admitió que lo hecho por el régimen de Maduro con Machado fue “un golpe antidemocrático”. Pero pocos días después de semejante afirmación se supo que el mandatario visitará, por quinta vez en sus menos de dos años de gobierno, a Maduro. Es cierto que con el país vecino hay muchos temas por tratar, pero con ningún otro mandatario del mundo, que pueda tener quizá mayor interés estratégico y geopolítico para Colombia, el presidente Petro ha tenido tantas reuniones.

Por lo pronto, y más allá de lo que dijo el presidente Petro, no parece que la agenda de este martes en Caracas incluya el tema de la opositora Machado. Es más factible que se hable de las elecciones en general, comoquiera que el régimen invitó a la Celac y a Colombia como observadores en esa jornada, aunque no acepta a otros integrantes de la comunidad internacional que también quieren monitorear esas elecciones.

Uno de los temas que sí es seguro que traten Petro y Maduro es el del Eln, pues constituye desde hace tiempo una organización binacional: en Venezuela opera como un grupo paramilitar con estrechos vínculos con las fuerzas armadas y el régimen de ese país y en Colombia delinque como una guerrilla que enfrenta al Estado y a la sociedad. Además, Venezuela es país garante y anfitrión de los diálogos con ese grupo que, junto con las disidencias de las Farc, ha ralentizado el proceso de paz con el Gobierno.

Precisamente, esa es la cuerda que sujeta con más fuerza Nicolás Maduro para atraer a Petro, bajándoles el tono a sus críticos: “No hagamos anormal, ni escandalicemos, diferencias que se puedan tener […]. De Colombia no nos separará nadie”, dijo la cabeza del régimen este lunes por la noche cuando anunció su encuentro con Petro. “Tenemos grandes objetivos que cumplir juntos, hacer avanzar la economía, el comercio, la paz. Nosotros estamos ayudando a Colombia en la paz y seguiremos juntos”.

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Es factible también que haya un balance, más bien pobre, de lo que ocurre en la frontera, que —a pesar de la reanudación de las relaciones, momento en el cual se prometió su recuperación de las manos criminales— sigue controlada por la ilegalidad, es decir, el contrabando, el robo de combustibles, el tráfico de personas, los cultivos ilícitos, delitos todos manejados por los grupos armados ilegales. En esto no se detuvo tanto Maduro cuando hizo el anuncio; más bien, en otros temas comunes con Petro como su perspectiva de la guerra que desató el grupo Hamás con Israel.

“Seguramente, mañana [este martes] profundizaremos en los proyectos de energía, gas, petróleo; en los proyectos de seguridad fronteriza […]; en los proyectos de incremento del tema comercial, del tema económico, de la cooperación diplomática […], el asalto a la embajada de México en Ecuador, el tema palestino”, dijo sin más detalles. “Hay muchos puntos en común, y si hay alguna diferencia, bienvenida la diferencia”, agregó, apelando a esa afirmación a la que siempre acuden quienes en la realidad desdeñan la diferencia.

De hecho, y a propósito de esa diferencia, los venezolanos y la comunidad internacional esperan que Petro y Maduro hablen de María Corina Machado y su habilitación como candidata (o, en su defecto, la de Corina Yoris) para presentarse en las elecciones presidenciales del 28 de julio. El momento les exige a los dos coherencia en el discurso: a Petro que haga valer lo que dijo sobre “un golpe antidemocrático” en relación con la inhabilitación de Machado, y a Maduro su afirmación de que la diferencia es “bienvenida”. Esa diferencia en Venezuela tiene nombre propio: María Corina Machado.

Petro ya lideró en Bogotá, en abril del año pasado, una conferencia internacional a la que asistieron delegaciones de 20 países para hablar de buscarle una salida y una transición democrática a Venezuela, por cuya crisis política, social y económica unos 8 millones de venezolanos han huido de su país configurando una de las diásporas más grandes y dramáticas del mundo. Pero el resultado fue nulo.

La deriva autoritaria de Maduro no encuentra límites y mucho menos sabe lo que es echar reversa. Principalmente porque es consciente de que perdería estrepitosamente unas elecciones con todas las garantías y con monitoreo internacional efectivo, en las que enfrentaría a Machado, de amplísima aceptación entre los venezolanos. Desde antes de que se den, las elecciones presidenciales en Venezuela son para muchos una farsa, una caricatura, que constituye, al mismo tiempo, una tragedia para millones de venezolanos adentro y afuera de su país.

Por eso, a Maduro las democracias lo rechazan. Y no sale de Venezuela también porque sobre su cabeza pesa una recompensa de Estados Unidos por 15 millones de dólares y puede ser capturado en cualquier parte del mundo. En este contexto, el viaje del presidente Petro a Caracas constituye una bala de oxígeno para Maduro y su régimen, que la recibe a domicilio, y con una buena frecuencia.

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