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Escrito por:  Valeria Arias
Redactora     Feb 23, 2024 - 8:36 am

Sobre las 7:30 de la mañana del miércoles 21 de febrero de 2024, se alistaban para una nueva jornada de trabajo los empleados de los establecimientos que rodean el Parque de la 93, zona reputada de Bogotá. A esa hora, el sol ya se había enseñoreado sobre los cerros orientales de la capital y todo parecía indicar que iba a ser un día tranquilo. En medio de la calma se desató una tragedia que ensombreció el famoso parque, infundó temor y apagó una vida.

(Vea también: Hablan testigos de balacera en Parque de la 93 y detallan qué pasó: hay 2 heridos y 2 motos)

El sicariato

El empresario y auditor Hernán Roberto Franco, hermano de Óscar Franco, exdirector de la Dian, como parte de su programación habitual, llegaba a su oficina ubicada en la calle 93b # 11a-44, en el costado nororiental del parque, punto de encuentro de muchos empresarios y turistas.

No era un día cualquiera. Tenía que atender una cita importante, en la que iba a revelar irregularidades que había encontrado en una auditoría a una empresa privada, según confirmó a Pulzo el coronel Juan Carlos Arévalo, comandante operativo de la Policía Metropolitana de Bogotá.

Quienes estaban alrededor del lugar y hacían sus actividades del día escucharon dos disparos iniciales que alertaron y llenaron de pánico el ambiente. Las balas iban dirigidas a Franco y provenían de un delincuente que, por encargo, estaba decidido a asesinarlo. El hampón se movilizaba en una moto, una Duke 200 de color blanco con naranja con placas WVW69D, que estaba conducida por su cómplice.

La huida

En medio de la adrenalina y luego de haber lanzado el ataque, los dos delincuentes huyeron de la escena del crimen hacia la esquina noroccidental del parque, mientras Franco, en la recepción del edificio, se esforzaba por inhalar y teclear en su celular en medio de los que fueron sus últimos alientos de vida. Tambaleó y poco a poco se le fue yendo el aliento hasta caer inconsciente en el piso del lugar. Alcanzó a ser llevado a la Clínica El Country, pero no sobrevivió.

Los transeúntes y trabajadores, ya alarmados, escucharon tres disparos más. El pánico aumentó. Era la reacción de un escolta privado que se encontraba en la parte noroccidental del parque y que vio cómo los delincuentes huían luego de lanzar el ataque.

Los disparos del escolta de seguridad privado lograron hacer blanco en uno de los delincuentes, quien conducía la moto. Testigos del hecho sacaron sus teléfonos y comenzaron a grabar los últimos segundos de aquella tragedia que oscureció un día que pintaba primaveral.

Un testigo directo de la huida de los delincuentes logró captar en cámara los últimos dos disparos que se escucharon. Indignación, rabia e impotencia se apoderaron de las personas que rodearon la escena mientras él gritaba a unos policías en moto el modelo del vehículo de los prófugos, pues lo había visto todo muy claro.

 

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Los delincuentes intentaron aprovechar la confusión y trataron de huir en la Duke 200, pero el aparato presentó fallas mecánicas. Mientras el piloto trataba de ponerla en marcha infructuosamente, el sicario parrillero, agitado y sin su casco, se bajó, corrió hacia otro motociclista en una Pulsar NS 200 con portamaletas, lo amenazó con el arma de fuego, se subió al asiento de atrás y lo obligó a conducir. La moto aceleró sobre la carrera 13 hacia la calle 94 hasta desaparecer del recuadro de la grabación… y del rastro de las autoridades.

El criminal solitario de la Duke 200, confuso por no poder encender su moto, dio vuelta en u, perdió el equilibrio, y no encontró otra opción que dejar abandonado el vehículo y salir corriendo herido por la calle 93b hacia el occidente.

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La rabia

Confusión, caos y angustia inundaron la zona. Frente a la panadería Bagatelle, muy reconocida en este punto de la capital y en donde se creyó inicialmente que se había producido el ataque, quedó la única pista de los criminales: una motocicleta caída en el pavimento, averiada y regando gasolina junto a un casco color rojo con negro y que terminó empapado por el combustible.

La moto se convirtió en el saco de boxeo de una comunidad enardecida que reclamaba seguridad y que ha mostrado atisbos de querer tomar justicia por mano propia, pues horas antes, un policía retirado terminó asesinando a dos delincuentes que trataron de robar un restaurante en el suroriente de la ciudad.

“¡Quémenla!”, “¡Ya no más!”, “¡Estamos cansados!”, se escuchaba entre las personas que manifestaban su inconformidad alrededor de la moto caída, símbolo también de que los delincuentes son vulnerables.

Pronto, varias patrullas de Policía comenzaron a circular por el sector y lo cerraron. Se corrió la voz de que habían capturado a un delincuente herido que llevaron a la Clínica El Country, lo cual confirmó minutos después las autoridades. En una paradoja de la vida, víctima y victimario terminaron en el mismo lugar.

Las investigaciones se abrieron y agentes de la Dijín llegaron al lugar para recoger las pruebas de un crimen que hoy enluta a una familia. Como casi siempre ocurre en estos casos, la infausta noticia les llegó tarde a algunos de sus seres queridos. Su exesposa, la actriz y modelo paisa Alejandra Isaza Vélez contó, en medio de su angustia, que la hija que tuvo con el fallecido aún no sabía nada de lo que le pasó.

(Vea también: Crisis de inseguridad en Bogotá: dos balaceras dejan tres muertos en menos de 24 horas)

La incertidumbre

Un delincuente baleado en la pierna en manos de la Policía y la promesa de las autoridades de hallar al tirador es lo único que queda después de la muerte del empresario.

¿Por qué querían acallar a Roberto Franco Charry? ¿Algo tenía que ver su  trascendental cita de este trágico 21 de febrero? ¿Quiénes están detrás de este hecho, que no solo acabó con la vida del empresario, sino también avivó el terror en la capital? ¿Lo mataron por venganza contra su hermano exdirector de la Dian?

Los interrogantes no paran y el crimen organizado en la capital no da tregua, mientras que las autoridades tratan de controlar la ola de inseguridad que se ha venido encima de quienes buscan una luz de esperanza que ayude a iluminar el panorama oscuro que se ha posado sobre la ciudad.

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