Últimas andanzas de Uribe contra el acuerdo de paz inspirarán los próximos asesinatos que sus fanáticos intentarán cometer

Especialmente contra quienes tengan alguna proximidad política con la izquierda, o la simple disidencia, advierte Lisandro Duque Naranjo en su columna de El Espectador. “Ni siquiera es necesario ordenárselos. Y él [Uribe], nuevamente, no tendrá nada qué ver”. Este columnista recuerda que así ocurría, por ejemplo, con León María Lozano, ‘el Cóndor’ de Tuluá, que nunca les ordenó a sus sicarios de manera explícita que había que matar a alguien. “Se limitaba a decirles a sus ‘pájaros’: ‘los liberales de Ceilán está hablando mucho últimamente’”, y eso bastaba para Ceilán fuera atacado y sus habitantes, exterminados. También pone el caso de la mafia siciliana, cuyos capos no necesitaban ordenar siempre la ejecución de alguien, “sino que, en presencia de quienes debían asesinarlo, ese alguien recibía un beso en la mejilla, muy fuerte, de quien quería eliminarlo. Eso bastaba”.

Sorprenden las airadas reacciones de funcionarios y dirigentes políticos ante la convocatoria de Uribe a una resistencia civil

Eso porque la resistencia civil responde al ejercicio del derecho fundamental de participación política, explica Mario González Vargas en su columna de El Nuevo Siglo. “Se entiende como un mecanismo de disentimiento pacífico, en Colombia constitucionalmente protegido, y consustancial a todo régimen democrático”, agrega. También dice que esa expresión se caracteriza “por la movilización ciudadana en contra de conductas, decisiones o acuerdos de naturaleza política que puedan afectar derechos fundamentales, y el normal funcionamiento de las instituciones”. González Vargas sostiene que la resistencia civil es “por la paz, por los derechos a la verdad, la justicia y la reparación, por las garantías de no repetición, para que la violencia no vuelva a atormentar a la sociedad, ni las armas pretendan dirimir las diferencias políticas”, y no pretende desafiar al poder, “sino convencerlo de que una paz mal hecha es el germen de nuevas violencias, que los colombianos ni merecemos, ni estamos dispuestos a soportar”.

No puede ser por la vía de las triquiñuelas jurídicas como se pretenda blindar los acuerdos de paz

Triquiñuelas como desnaturalizar al Congreso, presionar a la Corte, abusar de las desprestigiadas mayorías parlamentarias de coyuntura, plantea Juan Lozano en su columna de El Tiempo. “Lo único que verdaderamente los blinda y conduce a una paz sostenible es una negociación justa y ceñida al derecho nacional e internacional, seguida de una refrendación popular sin trampas, limpia y contundente”, agrega este columnista. Para él, con el pacto del Gobierno y las Farc que busca blindar el acuerdo de paz fueron “pisoteados e ignorados” los senadores y ‘enmermelados’ los representantes a la Cámara, además de darles a los acuerdos especiales un alcance que no tienen a la luz del Derecho Internacional Humanitario y los protocolos de Ginebra.

La mesa de negociación de La Habana ha terminado convertida en el órgano principal de una especie de Constituyente

Esa instancia que quiere elevar a rango constitucional todo lo que allí se decida, sostiene Pedro Medellín Torres en su columna de El País, de Cali. Y lo deduce de los compromisos de incorporar a la Constitución de 1991 los acuerdos que se suscriban para el fin del conflicto armado con las Farc, y porque se establecen que los procedimientos para la “implementación o desarrollo del Acuerdo Final”. Medellín Torres estima eso como “una sorprendente alternativa que pone al Congreso en la labor de darle la formalidad y el carácter de reforma constitucional a unos acuerdos que no tienen por qué hacer parte de la Constitución Política de Colombia”.

El beso transgresor entre Poncho Zuleta y Silvestre Dangond enseñó que un beso entre hombres no los feminiza

Fue ese el beso eufórico de un hombre absolutamente feliz que se gozó hasta el límite del infarto el homenaje del que fue objeto, asegura Alonso Sánchez Baute en su columna de El Heraldo. “Las arandelas corren por cuenta de quienes pretenden escandalizarse en público por lo que desean en privado. He aquí el quid de la polémica: ver que unos viven libremente y hacen sin que les importe lo que otros no son capaces de asumir sin sentir culpa o vergüenza, lo que recuerda aquella bella frase de Cortazar”.

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