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La reunión duró poco más de dos horas. Los dos jefes de Estado se reunieron primero en presencia de sus delegaciones antes de mantener un encuentro cara a cara. Esperado y comentado durante varios días, el intercambio comenzó con un apretón de manos, en una reunión cuidadosamente escenificada.
El presidente ruso se declaró “muy contento” de reunirse con su homólogo norcoreano, quien dijo querer dar “prioridad a la relación entre Corea del Norte y Rusia [para] convertirla en la prioridad absoluta de nuestra política exterior”. “Siempre hemos expresado nuestro apoyo total e incondicional a todas las medidas tomadas por el gobierno ruso, y quiero aprovechar esta oportunidad para decir que siempre estaremos con Rusia“, añadió.
“Todos los temas están sobre la mesa”, declaró Vladimir Putin desde el principio. Pero antes de la reunión, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, anunció que los dos hombres tratarían en particular “temas sensibles”. El ministro ruso de Defensa, Sergei Shoigu, también participó en las conversaciones, según informaron el miércoles las agencias rusas.
Según Washington, la reunión podría desembocar en un acuerdo para que Corea del Norte venda armas a Rusia en apoyo de la ofensiva rusa en Ucrania.
Un escenario simbólico
Fue Vladimir Putin quien eligió el lugar de la reunión, un sitio que no debe nada a la casualidad. El cosmódromo de Vostotchny, que entró en servicio hace siete años, es la principal instalación de lanzamiento espacial de Rusia. Es un símbolo de las ambiciones espaciales nacionales de Moscú.
Los dos hombres comenzaron su reunión visitando las instalaciones de ensamblaje y lanzamiento de cohetes del cosmódromo. “Los líderes inspeccionaron las instalaciones del nuevo cosmódromo: un taller de ensamblaje para el lanzador Angara (la nueva generación de cohetes rusos, nota del editor), un lugar de lanzamiento para los lanzadores Soyuz-2 y un lugar de lanzamiento en construcción para el Angara”, dijo el Kremlin en un comunicado de prensa.
Para Corea del Norte, la ayuda rusa supondría un enorme espaldarazo a las ambiciones del régimen, que ha hecho de la puesta en órbita de un satélite espía una prioridad en los últimos meses, señala nuestro corresponsal en Seúl, Nicolas Rocca.
Además de una ayuda para superar las relativas dificultades a las que se enfrentan (dos fracasos de dos intentos, lo que no es inusual en el sector espacial), se trata de un poderoso símbolo para Moscú, que parece casi abandonar oficialmente las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU en su contra. Una especie de consagración para Kim Jong-un. Paradójicamente, Moscú también ha desempeñado un papel clave en el desarrollo del programa surcoreano.
Tras abandonar Pyongyang el domingo por la noche a bordo de un tren blindado, Kim Jong-un realiza su primer viaje al extranjero desde el inicio de la pandemia de covid-19. Ya se había reunido con Putin durante su anterior viaje al extranjero, a Vladivostok en 2019.
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