El 2 de octubre de 2009, Lula rompió a llorar en Copenhague: Rio acababa de conquistar los Juegos-2016 y su Brasil volaba imparable, pero el tiempo atropelló a los triunfadores y en un país en crisis pocos recuerdan ahora que en 135 días la llama olímpica llegará al Maracaná.

En momentos en que los cimientos del poder brasileño tiemblan varias veces al día, los ciudadanos centran su atención en no perderse en el ‘thriller’ político que ha tomado el control de su país.

No hay lugar para los primeros Juegos de Sudamérica en los medios, cuando nadie se atreve a aventurar quién será el presidente que ejercerá de anfitrión en la ceremonia de apertura del 5 de agosto.

“Los Juegos van a celebrarse, pero después de estos días de gran inestabilidad parece que no formen parte de la actualidad, y las consecuencias comerciales de ello son muy serias”, afirmó a la AFP Katia Rubio, profesora de la Escuela de Educación Física de la Universidad de Sao Paulo.

“Las empresas que invirtieron en el proyecto olímpico ven sus estrategias perjudicadas, ya que no hay quien quiera llevar adelante en este momento cuestiones relacionadas con la Olimpiada, porque ante la gravedad de la crisis, ahora parecen cosas de niños”, explicó.

Asustada por los días de vértigo en Brasil y con las masivas manifestaciones durante la Copa Confederaciones-2013 muy presentes, Nike decidió anular el jueves su evento de presentación del nuevo uniforme de la selección de fútbol en Rio de Janeiro.

Miles de brasileños habían vuelto a las calles la noche anterior para pedir la renuncia de la presidenta Dilma Rousseff, subiendo aún más la temperatura de un país que viene calentando su indignación -anti-gobierno o contra el “golpe” de la derecha que denuncia el Partido de los Trabajadores- desde hace meses.

“En la época de la Copa del Mundo se sentía un rechazo mucho mayor, los movimientos eran más intensos porque se entremezclaron otros reclamos. Ahora existe la duda de qué ocurriría si esta indefinición política perdura hasta más cerca de los Juegos y si podría traducirse en manifestaciones contra el evento”, dijo Marcelo Laguna, especialista en información olímpica del diario deportivo Lance.

Confiados en que Brasil organizará unos Juegos “memorables”, en el Comité Olímpico Internacional (COI) no quitan el ojo, no obstante, de Brasilia. Especialmente ahora, que un Senado en rebeldía debe aprobar la Ley General de las Olimpiadas.

Mientras, los organizadores subrayan que los Juegos son un “evento deportivo” y que el Comité Rio-2016 trabaja con fondos “100% privados”.

“Aunque la situación política actual en Brasil está atrayendo mucha atención, el Comité Organizador continúa funcionando como siempre y trabajando día a día en las preparaciones”, afirmó un portavoz a la AFP.

Pero si las inexactas matemáticas parlamentarias se cumplen, cuando la antorcha olímpica llegue a Brasilia el 3 de mayo desde Olimpia, podría aterrizar en una capital en pleno juicio de destitución a Rousseff.

Con el tablero político en jaque, la confusión también se coló estos días en el Ministerio de Deportes. Como viene ocurriendo en esta crisis, la permanencia de George Hilton al frente de esta cartera estratégica se ha convertido en una surrealista carrera de idas y vueltas, con cambios de partido, desmentidos e informaciones confusas incluidas.

Desde el corazón del terremoto político, Copenhague se ve ahora más lejos que nunca, tan distante como aquel discurso memorable con el que Lula sedujo hace seis años y medio a los miembros del COI, que horas después elegirían a Rio como sede de los Juegos-2016, dejando por el camino a Madrid, Tokio e incluso al Chicago de Barack Obama.

“Brasil vive un excelente momento. Trabajamos mucho en las últimas décadas. Tenemos una economía organizada y pujante, que enfrentó sin sobresaltos la crisis que todavía devasta a tantas naciones (…) Rio está listo. Quienes nos den esta oportunidad no se arrepentirán”, proclamó un Lula en plena forma.

Nadie sospechaba entonces que aquellos sobresaltos que el presidente (2003-2010) decía tan lejos de Brasil se apoderarían del país en su año olímpico. Difícil imaginar que la brillante estrella de Lula acabaría eclipsada por un gigantesco escándalo de corrupción, que le ha empujado a un inusitado limbo entre el regreso al gobierno y los tribunales.

A la fiesta olímpica de Rio también se han sumado otros invitados indeseados, como la severa crisis económica que tiene al país camino de su peor recesión en un siglo o los aguijonazos del virus del zika, que asustan a la comunidad internacional.

Con información de AFP.

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