Juan Guillermo Cuadrado: su pasado humilde, sus papás, su esposa y más

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Vivió con su abuela hasta los 10 años en una casa “de adobe, piso en tierra, gris, áspera”, con sala, cocina, patio (donde se bañaba con totuma y jabón azul) y 2 cuartos para 10 personas, “pero hermosa” para él.

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Según el libro del jugador: Marcela Bello, su madre, lo visitaba cada 15 días; ella vivía en Apartadó y tenía un puesto de comidas para buscar el sustento de la familia. Guillermo Cuadrado, su papá, murió en 1992, víctima de la violencia.

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Sucedió cuando ella encontró un trabajo con un sueldo estable, en una finca bananera. Vivían en una casa con paredes hechas con tablas grises y que tenía todo (cocina y cama) en un mismo cuarto.

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En Apartadó, ambos estudiaban: ella terminó su bachillerato en la nocturna y luego estudió sistemas en el Sena, y él estaba en el colegio e iba a una escuela de fútbol que su madre le pagaba con esfuerzo, pues el dinero era escaso.

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El jugador y su mamá tuvieron que irse de Apartadó porque grupos armados se apoderaron del lugar. Regresaron a Necoclí, donde en una ocasión a él y su familia les tocó esconderse porque la guerrilla se metió al pueblo.

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Cuadrado dejó tan buen recuerdo en uno de los entrenadores de Apartadó, que Luis Ayala fue a buscarlo a Necoclí para que su mamá lo dejara triunfar en el fútbol. Después de varios intentos, la convenció.

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Desde los 13 años vivió lejos de su familia y la plata fue escasa hasta su primer contrato. Su parada 1 fue Cali, pero fue a otros sitios con Nelson Gallego, que lo entrenó en equipos en que dirigió inferiores y Atlético Urabá.

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En esa travesía, Juan recibió ‘no’ en oncenos como Nacional, River y Boca, por “chiquito y flaquito” (tuvo desarrollo tardío, creció a los 20 años a 1,78 m.), hasta que Ind. Medellín lo contrató en 2008. De su primer sueldo dio gran parte a su mamá.

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Al tiempo que empezó a destacarse en el fútbol, se notó su “debilidad por las mujeres” y la rumba, contó él. Fue en su paso por DIM y otros equipos, incluidos unos de Italia, a donde llegó en 2009 al Udinese donde jugó poco.

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Ya después pasó por Lecce y Fiorentina, donde sí se destacó y su vida comenzó a cambiar. En esa época ya estaba establecido en Italia en lujosas casas con su mamá y su hermana, cumpliéndole la promesa a Marcela de que iban a vivir del fútbol.

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Melissa Botero lo flechó desde 2012, en Medellín. Ella no tuvo ese ‘clic’, pero siguieron hablando y, en 2013, fue a verlo a Italia. Su noviazgo se oficializó en una convocatoria de Colombia previa al Mundial 2014.

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Enseguida se fueron a vivir a Italia y, en 2015, vino el traspaso de Cuadrado a Chelsea, donde solo duró media temporada, pero fue un tiempo en que recibió una de las mejores noticias de su vida: su esposa esperaba a Lucía, su primera hija.

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Ya después se fue para Juventus y nació Lucía, pero empezó a tener problemas con Melissa, al punto que llegó a decirle que se separaran. No obstante, fue ahí que, aseguró, tuvo una conversación con Dios que lo transformó.

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Atrás dejó las rumbas, las mujeres y las situaciones de desamor con su pareja para permitir entrar a su hogar y su vida a Dios, el mismo que conoció gracias a charlas en descansos de convocatorias de Colombia con jugadores como Jackson Martínez.

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Tras dicha situación se casó con Melissa y, en 2019, tuvieron a Lucas. Ahora, aparte de su familia, su orgullo son su paso por el fútbol, su fundación por niños de La Sierra (Medellín) y su línea de ropa con su madre.

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Juan Guillermo Cuadrado: su pasado humilde, sus papás, su esposa y más

Vivió con su abuela hasta los 10 años en una casa “de adobe, piso en tierra, gris, áspera”, con sala, cocina, patio (donde se bañaba con totuma y jabón azul) y 2 cuartos para 10 personas, “pero hermosa” para él.

Infancia en Necoclí, sin sus papás

Según el libro del jugador: Marcela Bello, su madre, lo visitaba cada 15 días; ella vivía en Apartadó y tenía un puesto de comidas para buscar el sustento de la familia. Guillermo Cuadrado, su papá, murió en 1992, víctima de la violencia.

Sucedió cuando ella encontró un trabajo con un sueldo estable, en una finca bananera. Vivían en una casa con paredes hechas con tablas grises y que tenía todo (cocina y cama) en un mismo cuarto.

Su mamá se lo llevó para Apartadó

En Apartadó, ambos estudiaban: ella terminó su bachillerato en la nocturna y luego estudió sistemas en el Sena, y él estaba en el colegio e iba a una escuela de fútbol que su madre le pagaba con esfuerzo, pues el dinero era escaso.

El jugador y su mamá tuvieron que irse de Apartadó porque grupos armados se apoderaron del lugar. Regresaron a Necoclí, donde en una ocasión a él y su familia les tocó esconderse porque la guerrilla se metió al pueblo.

Guerrilla y paramilitares

Cuadrado dejó tan buen recuerdo en uno de los entrenadores de Apartadó, que Luis Ayala fue a buscarlo a Necoclí para que su mamá lo dejara triunfar en el fútbol. Después de varios intentos, la convenció.

Desde los 13 años vivió lejos de su familia y la plata fue escasa hasta su primer contrato. Su parada 1 fue Cali, pero fue a otros sitios con Nelson Gallego, que lo entrenó en equipos en que dirigió inferiores y Atlético Urabá.

Cuadrado se va de casa

En esa travesía, Juan recibió ‘no’ en oncenos como Nacional, River y Boca, por “chiquito y flaquito” (tuvo desarrollo tardío, creció a los 20 años a 1,78 m.), hasta que Ind. Medellín lo contrató en 2008. De su primer sueldo dio gran parte a su mamá.

Al tiempo que empezó a destacarse en el fútbol, se notó su “debilidad por las mujeres” y la rumba, contó él. Fue en su paso por DIM y otros equipos, incluidos unos de Italia, a donde llegó en 2009 al Udinese donde jugó poco.

Fútbol, mujeres y rumba

Ya después pasó por Lecce y Fiorentina, donde sí se destacó y su vida comenzó a cambiar. En esa época ya estaba establecido en Italia en lujosas casas con su mamá y su hermana, cumpliéndole la promesa a Marcela de que iban a vivir del fútbol.

Melissa Botero lo flechó desde 2012, en Medellín. Ella no tuvo ese ‘clic’, pero siguieron hablando y, en 2013, fue a verlo a Italia. Su noviazgo se oficializó en una convocatoria de Colombia previa al Mundial 2014.

Su esposa y cómo Dios cambió su vida

Enseguida se fueron a vivir a Italia y, en 2015, vino el traspaso de Cuadrado a Chelsea, donde solo duró media temporada, pero fue un tiempo en que recibió una de las mejores noticias de su vida: su esposa esperaba a Lucía, su primera hija.

Ya después se fue para Juventus y nació Lucía, pero empezó a tener problemas con Melissa, al punto que llegó a decirle que se separaran. No obstante, fue ahí que, aseguró, tuvo una conversación con Dios que lo transformó.

Atrás dejó las rumbas, las mujeres y las situaciones de desamor con su pareja para permitir entrar a su hogar y su vida a Dios, el mismo que conoció gracias a charlas en descansos de convocatorias de Colombia con jugadores como Jackson Martínez.

Tras dicha situación se casó con Melissa y, en 2019, tuvieron a Lucas. Ahora, aparte de su familia, su orgullo son su paso por el fútbol, su fundación por niños de La Sierra (Medellín) y su línea de ropa con su madre.

Su negocio y su fundación

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Juan Guillermo Cuadrado: su pasado humilde, sus papás, su esposa y más

Vivió con su abuela hasta los 10 años en una casa “de adobe, piso en tierra, gris, áspera”, con sala, cocina, patio (donde se bañaba con totuma y jabón azul) y 2 cuartos para 10 personas, “pero hermosa” para él.

Infancia en Necoclí, sin sus papás

Según el libro del jugador: Marcela Bello, su madre, lo visitaba cada 15 días; ella vivía en Apartadó y tenía un puesto de comidas para buscar el sustento de la familia. Guillermo Cuadrado, su papá, murió en 1992, víctima de la violencia.

Sucedió cuando ella encontró un trabajo con un sueldo estable, en una finca bananera. Vivían en una casa con paredes hechas con tablas grises y que tenía todo (cocina y cama) en un mismo cuarto.

Su mamá se lo llevó para Apartadó

En Apartadó, ambos estudiaban: ella terminó su bachillerato en la nocturna y luego estudió sistemas en el Sena, y él estaba en el colegio e iba a una escuela de fútbol que su madre le pagaba con esfuerzo, pues el dinero era escaso.

El jugador y su mamá tuvieron que irse de Apartadó porque grupos armados se apoderaron del lugar. Regresaron a Necoclí, donde en una ocasión a él y su familia les tocó esconderse porque la guerrilla se metió al pueblo.

Guerrilla y paramilitares

Cuadrado dejó tan buen recuerdo en uno de los entrenadores de Apartadó, que Luis Ayala fue a buscarlo a Necoclí para que su mamá lo dejara triunfar en el fútbol. Después de varios intentos, la convenció.

Desde los 13 años vivió lejos de su familia y la plata fue escasa hasta su primer contrato. Su parada 1 fue Cali, pero fue a otros sitios con Nelson Gallego, que lo entrenó en equipos en que dirigió inferiores y Atlético Urabá.

Cuadrado se va de casa

En esa travesía, Juan recibió ‘no’ en oncenos como Nacional, River y Boca, por “chiquito y flaquito” (tuvo desarrollo tardío, creció a los 20 años a 1,78 m.), hasta que Ind. Medellín lo contrató en 2008. De su primer sueldo dio gran parte a su mamá.

Al tiempo que empezó a destacarse en el fútbol, se notó su “debilidad por las mujeres” y la rumba, contó él. Fue en su paso por DIM y otros equipos, incluidos unos de Italia, a donde llegó en 2009 al Udinese donde jugó poco.

Fútbol, mujeres y rumba

Ya después pasó por Lecce y Fiorentina, donde sí se destacó y su vida comenzó a cambiar. En esa época ya estaba establecido en Italia en lujosas casas con su mamá y su hermana, cumpliéndole la promesa a Marcela de que iban a vivir del fútbol.

Melissa Botero lo flechó desde 2012, en Medellín. Ella no tuvo ese ‘clic’, pero siguieron hablando y, en 2013, fue a verlo a Italia. Su noviazgo se oficializó en una convocatoria de Colombia previa al Mundial 2014.

Su esposa y cómo Dios cambió su vida

Enseguida se fueron a vivir a Italia y, en 2015, vino el traspaso de Cuadrado a Chelsea, donde solo duró media temporada, pero fue un tiempo en que recibió una de las mejores noticias de su vida: su esposa esperaba a Lucía, su primera hija.

Ya después se fue para Juventus y nació Lucía, pero empezó a tener problemas con Melissa, al punto que llegó a decirle que se separaran. No obstante, fue ahí que, aseguró, tuvo una conversación con Dios que lo transformó.

Atrás dejó las rumbas, las mujeres y las situaciones de desamor con su pareja para permitir entrar a su hogar y su vida a Dios, el mismo que conoció gracias a charlas en descansos de convocatorias de Colombia con jugadores como Jackson Martínez.

Tras dicha situación se casó con Melissa y, en 2019, tuvieron a Lucas. Ahora, aparte de su familia, su orgullo son su paso por el fútbol, su fundación por niños de La Sierra (Medellín) y su línea de ropa con su madre.

Su negocio y su fundación

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