186 personas viajaron sin saber a dónde con Wingo y Corona: así fue el ‘Destino Oculto’

Viajes y turismo
Tiempo de lectura: 7 min

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Escrito por:  Julian Bermúdez
Actualizado: 2024-11-28 08:19:10

Fiesta, descanso y nuevas vivencias fueron las protagonistas de esta iniciativa que acabó en un paradisiaco destino y con unas actividades únicas.

Convengamos algo: viajar es una de las mejores experiencias de la vida sin importar la edad. Pero hacerlo sin saber cuál es el destino es otro nivel. De eso pueden dar fe 186 pasajeros que hicieron parte de la experiencia ‘Destino oculto’, organizada por Wingo, en alianza con Corona, Hyatt y el Gobierno de República Dominicana. Y de paso les adelanto algo a todos los que aman viajar: esta experiencia la repetirá Wingo en 2025, aunque el destino seguramente será otro, ¿o no?

Todo comenzó en julio, cuatro meses atrás. La aerolínea, una de las más fuertes del mercado colombiano, abrió los cupos de esta experiencia por un precio 2’900.00 pesos. Todos los cupos se vendieron en menos de 24 horas.

Con sus maletas listas, los pasajeros fueron citados el viernes 22 de noviembre, a las 7 de la mañana, en el aeropuerto El Dorado, de Bogotá. Desde Cali, Medellín, Pereira, Cartagena, Barranquilla y otras ciudades del país fueron llegando los colombianos que iban a hacer parte de esta experiencia única en Colombia y Latinoamérica, pues nunca se había hecho algo similar. La expectativa era total. Las pantallas del aeropuerto decían “destino oculto” y habilitaron un ‘counter’ exclusivo para atender a los viajeros que, en parejas, fueron llegando poco a poco. Los trabajadores de la aerolínea o del aeropuerto, aunque se les preguntara con insistencia, decían que no sabían a dónde iba ese avión, lo que aumentaba la expectativa de todos.

El Dorado también participó de esta actividad. Luego de que las personas recibían su boleto de avión, todo estaba listo para que los agentes migración les dieran el paso a la sala de abordaje, que también estaba adornada con un mensaje que decía “destino oculto”.

Las pistas no eran muchas, pero sí las suficientes. A los viajeros les habían pedido empacar ligero, pero ya daba luces de que los esperaba un destino paradisíaco y de playa. Gafas de sol, gorra, protector solar, traje de baño, entre otros, eran los necesarios, aunque estaba la cascarita: una chaqueta ligera. Ya en la sala de espera, los anuncios por los altavoces daban más luces: el vuelo duraba de 2 a 7 horas. Ante esto, las apuestas ya eran muy claras: Aruba, Curazao, Cancún, Punta Cana y La Habana. ¿Y por qué entre las opciones no había un destino nacional? Porque habían solicitado datos de pasaporte. Eso sí, también estaba la posibilidad de que Wingo anunciara con este vuelo un nuevo destino o ruta, como las últimas que ha lanzado en este 2024.

Pasadas las 9:50 a. m., el avión voló rumbo a lo desconocido para los pasajeros, pero no para una tripulación que rápidamente se puso en ambiente. Cuando no llevaba ni una hora del vuelo, desde la cabina, el capitán dijo: “Pasajeros: les informamos que a partir de este momento, nuestro vuelo de Wingo se transforma en el ‘rooftop’ Vista Corona más alto del mundo”. Ahí comenzó la fiesta. Comenzó el mejor vuelo del mundo.

Los aplausos y gritos, como buenos colombianos, no se hicieron esperar. De los maleteros aparecieron parlantes y la música empezó a sonar. Y en pocos minutos, ya estaba un DJ (real un DJ) tocando un vivo. Las neveras llenas de cervezas Corona cero aparecieron en los pasillos en los que, poco a poco, las personas se fueron parando para enfiestarse y bailar. Un vuelo único y lleno de momentos inéditos para los 186 pasajeros. Algunos se pararon a bailar. Otros aprovecharon para conocer a sus nuevos amigos y vecinos de experiencia. Algunos más creativos hicieron hasta apuestas de cuál era el destino, pues, no olvidemos, aún seguían sin saber a dónde iban.

Durante más de una hora, la música no paró, las ricas Coronas iban de un lado a otro, los brindis aparecían entre desconocidos y el ambiente estaba a ‘full’.

Pero llegaba el momento de aterrizar. A las 12:05 del mediodía, aproximadamente, aterrizó el vuelo 7696 de Wingo y, en los parlantes del avión, esta vez fue una capitana la que habló: “Bienvenidos a su destino oculto, el cual es ¡Punta Cana!”. La algarabía no se hizo esperar y, en cuanto pudieron, estos viajares ansiosos tocaron tierra firme, donde el Gobierno de República Dominicana había preparado una recepción muy especial con merengue y bailarines.

El trámite de  migración en ese país tampoco tardó mucho y en menos de una hora, luego de un viaje en buses, los viajeros estaban llegando al Breathless Punta Cana, un hotel cinco estrellas ‘all inclusive’ en el que, con sus respectivas parejas, recibieron una habitación de lujo. Estos espacios, que fácilmente se comparan a un apartamento de Bogotá, tenían un baño gigante, televisión, minibar de consumo libre y hasta jacuzzi. La comodidad estaba garantizada.

Pero el tiempo era corto y la fiesta debía continuar. A las 5:30 p. m. (hora de República Dominicana), todos debían llegar vestidos de blanco a la playa para el Sunset Corona, un evento en el que la marca demostró su esencia. Un escenario a la orilla de la playa, con tarima para el DJ, lugares para pintarse la cara y una zona de bebidas (todas las que se quisieran tomar) fue el inicio de una noche mágica. Música para todos los gustos, sonó durante casi cinco horas. En este tiempo, las personas, aunque no se conocieran muchas entre sí, terminaron bailando, charlando y, lo más importante, disfrutando de lo que sería una experiencia de desconexión y relajación de un gran aliado como Corona.

Durante estos casi tres días de ‘Destino oculto’, los viajeros también tuvieron tiempo libre para hacer sus actividades. Algunos disfrutaron una preciosa playa y un cálido mar, otros aprovecharon para broncearse, los más intrépidos se metieron al fondo del mar para hacer buseo, pero lo más importante es que cada quien aprovechó el tiempo como más quiso.

Otra de las actividades organizadas por Wingo y Corona en este viaje (ya el sábado) fue un catamarán en el que los aventureros se metieron en medio del mar para participar de una fiesta que duró casi una hora, aunque en las ‘naves’ acuáticas que los llevaban, la música y la diversión también estaban a tope durante toda la experiencia, que duró cerca de 4 horas. La energía era tanta que hasta en los buses de regreso al hotel hubo quien se enfiestó.

El regreso a Bogotá fue el domingo 24 de noviembre. El avión aterrizó en Bogotá a las 6:40 p. m. y no hubo nadie que se sintiera decepcionado de haber estado en esta experiencia que más de uno espera repetir en 2025.

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