Mujer lleva esperando 20 años a su esposo perdido en el mar; tuvieron accidente

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A sus hijos, desde pequeños, siempre les ha dicho que son descendientes de un expresidiario, porque los procreó con Alfonso en la cárcel, en visitas conyugales.

Sandra Calderón ha soñado que visita a su esposo en una cárcel. Habla con él y le pide explicaciones sobre su ausencia, que ha generado angustia e incertidumbre en ella y sus hijos. 

En el sueño, él contesta diciéndole que no son lo mismo las cárceles de Colombia que las cárceles fuera del país. En una de esas prisiones de los sueños le regalaron un papel con el número 471.

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 “Amor, no se te olvide que en esta cárcel siempre me vas a encontrar en este pabellón, el 471. No sé qué significarán esos sueños, pero nunca lo he sentido muerto”, cuenta Sandra.

Iniciando la década de 1990, Sandra estudiaba Diseño Textil e Ingeniería de Sistemas en Barranquilla. Tenía un novio que describe como sinvergüenza y mujeriego, con el que terminó para un día de amor y amistad. Para entonces empezó a visitar la cárcel La Modelo ante el aviso de la condena de sus primos Paul y Augusto Costa, oriundos de La Paz. 

Tiempo después, Alfonso Watts, el que habría de ser su esposo, llega a Barranquilla. Estaba detenido por desarrollar actividad pesquera en zonas no permitidas. Sus primos y Watts construyeron una amistad. Alfonso llegó a creer que Sandra era la esposa de Paul. “¿Cuál esposa?”, respondía Paul, “¿Acaso no sabes que ella es una prima hermana?”.

“Desarrollamos un trato amistoso y luego nos hicimos novios. Al comienzo fue duro, porque mis padres me cortaron todas las entradas económicas”, agrega Sandra.

Alfonso, quien cumplió la última parte de su condena en la cárcel La Vega, de Sincelejo, tuvo a bien recompensar el comportamiento de Sandra esos ocho años que estuvo pendiente de él.

Al salir de prisión compraron en Barranquilla un vehículo marca Honda CV y de regreso –como si el destino quisiera marcar un precedente desafortunado– sufrieron, con sus dos hijos de brazos, un accidente en el sitio conocido como ‘La curva del Bongo’. Sandra tiene 8 cirugías reconstructivas en la parte derecha del cuerpo y aún mantiene desconectada la mano derecha. 

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“Amor, te quiero premiar regalándote un carro para el día de la madre”, había dicho Alfonso a Sandra para entonces.

“Fueron 8 años esperando que él saliera de la cárcel. Vinimos a comprar la casa, cuando recibió la libertad, en el año 2000 y en el 2002 desapareció. Son 28 años, en total, que llevo esperando. Hoy por hoy, él tendría la misma edad mía”, señala.

En el paroxismo del amor, Sandra aprendió a cocinar el plato preferido de su esposo, el ‘Rondón’, comida típica del Caribe, cuyos ingredientes, en San Andrés, son: la leche de coco, chipi chipi, muelas de cangrejo y pargo rojo.

A sus hijos, desde pequeños, siempre les ha dicho que son descendientes de un expresidiario, porque los procreó con Alfonso en la cárcel, en visitas conyugales.

Hoy por hoy, Sandra ocupa sus horas en una amplia variedad de actividades para el sustento, así como actividades comunitarias con el propósito de ayudar y servir. 

Brinda servicios de alimentación a estudiantes, elabora manualidades, alquila vestuarios, visita los colegios para impulsar el arte, decora su casa en cada temporada del año, restaura fotografías y recientemente realizó un cuadro en honor al producto insignia de La Paz: la almojábana.   

“Mi arte es el que me ha ayudado a poder disipar un poco la ausencia, el dolor y la nostalgia. En el día la paso trajinando, con los quehaceres habituales. A eso de las 7:00 de la noche me enfoco en imaginar y producir en función del arte. A veces lloro o se me olvida un poco la desazón que estoy padeciendo. El duelo está ahí, es palpable. Conservo el carro y la casa tal como él los dejó. A veces nos toca sonreír como payasos y llevar el calvario por dentro. Esa es Sandra Calderón”, termina contando.

Esta entrada la puede encontrar en El Pilón.

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