Economía
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Es necesario recuperar el patriotismo tomando conciencia del efecto corrosivo sobre el alma nacional que produce el cáncer de la corrupción
En muchos de los mitos utilizados en la literatura fantástica aparecen espejos mágicos con la capacidad de reflejar el alma de las personas. Estos instrumentos de leyenda servían para poner en evidencia a desalmados tales como vampiros y políticos corruptos que se alimentaban de la sangre de las gentes del común.
Las leyendas y los mitos en la literatura con frecuencia sirven para despertar en la población sentimientos de solidaridad, de equidad y de respeto por los bienes colectivos de una sociedad. En Colombia, el cáncer de la corrupción amenaza con desgarrar el tejido social que permite la convivencia pacífica. Así las cosas, se necesitan escritores que incorporen en sus obras crítica social como lo hicieron el autor de ‘La Historia de Dos Ciudades’, Charles Dickens, y el de ‘Conversación en la Catedral’, Mario Vargas Llosa.
Pero la realidad, como es de público conocimiento, con frecuencia desborda la ficción y nuestra democracia se está convirtiendo en una cleptocracia en la que el poder político se utiliza a la manera de un casino tramposo donde impera la cultura del todo vale y los grandes perdedores son las oportunidades de trabajo, la salud y la educación de los colombianos.
Los que no forman parte de la administración del casino de cartas marcadas es el pueblo, la clase media, los maestros, los pequeños empresarios, los profesionales, los obreros y los campesinos que salen todos los días a trabajar y a ayudar a construir el progreso de ese país que ellos llevan en sus corazones y a los que contribuyen para que los dueños de la talla manejen más de 215,9 billones de pesos de los cuales se ha estimado que un 64,8 billones se los devoran las prácticas corruptas.
Para transformar el sistema necesitamos cerrar el casino corrupto negándole el voto a quienes nos han traicionado. Es necesario recuperar el patriotismo tomando conciencia del efecto corrosivo sobre el alma nacional que produce el cáncer de la corrupción y buscar un nuevo tipo de liderazgo que surja de las entrañas del país nacional y no de la unión incestuosa del país político y los cleptómanos. De lo que se trata es de asumir los retos del siglo XXI con una concepción visionaria que le ofrezca al país una nueva primavera renovadora en la que surjan como flores silvestres las virtudes cívicas que permiten la convivencia pacífica y faciliten el progreso abriendo las puertas de las oportunidades para los hijos de Colombia que no la han traicionado.
Para lograr recuperar la ética y la verdadera vocación de servicio público necesitamos algo más que ‘slogans’ y planes que se desvanecen como los espejismos en un desierto. Necesitamos ideas que inspiren y convoquen. Requerimos figuras trasparentes sin rabo de paja con la capacidad de desencadenar un movimiento transformador engendrado en el vientre de las causas nobles que nos ofrezcan la esperanza de cambiarle la trayectoria a Colombia.
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