Bogotá
Conmoción por sujeto que mató a anciana de 72 años en Bogotá e hirió a puñal a otra mujer
Me siento vulnerable cuando no entiendo lo que me dicen, porque intuyo que me están timando: “Hay que arreglarle el ‘chitonier’ a la ‘pompa’ del tubo”.
—¿Y es fácil conseguir ese “chitomiel”, maestro —le pregunté al fontanero con escepticismo y reverencia.
—Se dice “chitonier” —me corrigió el experto.
“Uy…”, pensé. “Pero este ‘man’ además habla francés”.
—“Güi, güi, mesié…” —le dije como si yo también fuera francófono—, pero yo pensé que esto era cuestión de cambiar un tubo y ya.
—No, patrón —respondió el plomero, con voz de patrón—, es que no es cualquier tubo. Estos tubos en ele son un complique.
Me quedé mirando con cara de sospecha y constaté que era un tubo sin ángulos. “No me la voy a dejar montar”, me ordené a mí mismo. “Si de algo sé es de letras”.
—Me disculpa, maestro, pero ese es un tubo recto. ¿Cuál ele?
El fontanero, sin inmutarse, me respondió:
—Es que es un tubo en ele minúscula. Por eso es tan complicado. Fuera en ele mayúscula sería hasta más fácil.
Y uno sin saber nada de nada. Uno sin tener idea de si es cierto lo que dicen; si se dañó lo que aseguran que se dañó; si el arreglo que proponen es el más pertinente; si vale lo que afirman que vale. Me pasó con una humedad en el apartamento. Podía ser un tubo roto o una filtración desde el exterior. Ni idea.
—Habría que romper, a ver dónde es la fuga —me dijo el especialista.
—Uy, nooo —repliqué alarmado—. ¿No hay otra opción?
El plomero hizo una mueca de “sí, pero cuesta más” y acto seguido me dijo:
—Sí, pero cuesta más… Es la tecnología “Seek Tech” —afirmó en perfecto inglés.
—“Continue, please” —le pedí siendo muy consciente de mi pronunciación—. Supongo que sirve para el “diadnóstico” y “detetsión” de fugas.
—“Correpto”. También tenemos el “Aquaphone”, que a través de vibraciones….
—“Vibrations”… Entiendo.
—Sí… a través de vibraciones identifica anomalías, algo parecido a lo que hace el geófono, del que también disponemos para…
—No, no, no… —lo interrumpí—. ¿Semejante tecnología pa’ encontrar un hueco en un tubo?… Mejor usen el “Aquaphone”, el “Seek Tech” y el geófono para, no sé… descubrir la Atlántida… o para recuperar el diamante que botó Rose al mar… o para… para hallar el “punto g” de las mujeres. Ustedes están desaprovechando todo ese potencial.
La ignorancia me deja indefenso, incapaz de controvertir a otra persona, aún cuando intuyo que me están vendiendo ideas fantasiosas. Me pasó días después con un técnico de ETB. Tras instalar internet en mi casa, hicimos la prueba de velocidad, justo al lado del módem. Debía registrar 25 megas, pero no llegó ni a 6. Lo miré con cara de “¿qué hacemos ahí?” y le dije:
—¿Qué hacemos ahí?
—Es que los 25 megas los garantizamos es por cable.
Procedimos a revisar la velocidad directamente por cable y marcó a duras penas 8 megas. Le hice cara de “¿y ahora qué va a decir?” e inmediatamente le pregunté:
—¿Y ahora qué va a decir?
El técnico, sin perturbarse, me dio una explicación ininteligible y, por lo mismo, incontrovertible:
—A veces esto pasa porque en la zona hay “magneto-blockers”.
Lo pensé dos veces antes de intervenir.
—¿Es como un X-Men o qué?
—No, son inhibidores de señal —dijo el técnico, mirando con sospecha a la calle.
—Ah, sí he escuchado de ellos… —validé, mirando también con desconfianza a través de la ventana—. Y ahora que lo dice, por aquí se parquean camionetas blindadas. Pero… ¿eso no sirve es para bloquear llamadas de celular?
—El gobierno también quiere interferir muchas veces el internet de la gente —añadió el experto, con gesto de conspiración.
—¿Y para qué quieren eso?
—Por el coronavirus.
—¿Y qué tiene que ver el coronavirus? —cuestioné con interés.
—Pues que no quieren que la gente se dé cuenta de la verdad.
—¡¿Y cuál es esa verdad?! —insistí exaltado.
—Pues yo qué voy a saber. A mí también se me pone lento el internet.
—¡Pero usted debe saber algo! ¡Usted es un experto en estos temas! —grité agarrándolo de los hombros.
—¡No sé nada más! ¡Le juro que no sé nada más! —replicó el técnico mientras se señalaba el overol a la altura del pecho, como si tuviera algo debajo.
Me hizo cara de “es que tengo un micrófono… nos están escuchando”. Me tomó unos segundos entender hasta que le hice cara de “¡no jodas¡ ¿Tiene un micrófono y nos están escuchando?… ¡Ay, juemadre!”.
Lo solté. El técnico suspiró, tomó sus cosas y caminó hacia a la salida. Escuchamos un helicóptero sobrevolar la zona. Ambos hicimos cara de “uy… nos están haciendo seguimiento”. Nos abrazamos y se fue.
Intenté buscar en internet sobre los “magneto-blockers” y no encontré nada. “Qué idiota soy ”, pensé. “Obviamente… el Gobierno tiene restringidas esas páginas, para que no investiguemos a fondo. Malditos”. Al tiempo que reflexionaba sobre esto, vi que la humedad persistía: “Es que esos tubos en ele minúscula son un complique”, concluí.
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