Bogotá será el epicentro global del Día Mundial de las Ciudades 2025: ¿puede liderar la revolución urbana?

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Bogotá será el epicentro mundial del debate urbano en 2025: ¿qué cambios traerá este evento clave?

La elección de Bogotá como sede del Día Mundial de las Ciudades 2025 constituye un reconocimiento internacional, pero también representa un enorme compromiso para revisar el modelo urbano que predomina en América Latina. Este evento, que tendrá lugar los días 30 y 31 de octubre, convoca a líderes de distintos países y organizaciones para discutir los retos más profundos que enfrentan las ciudades: sostenibilidad ambiental, justicia social e innovación frente a amenazas como el cambio climático. Lejos de tratarse solo de un acontecimiento simbólico, la jornada pretende movilizar reflexiones y acuerdos prácticos entre actores públicos y privados, responsables de transformar la manera en que se planifican, gobiernan y habitan las ciudades de la región.

Uno de los factores que distingue la agenda de Bogotá es la participación de Zoe Eliana Trohanis, especialista en resiliencia urbana y adaptación climática, quien se ha destacado en proyectos internacionales por integrar la infraestructura sostenible con la participación comunitaria. Según reportajes de The New York Times sobre iniciativas en ciudades resilientes, este enfoque colaborativo logra disminuir hasta en un 60% la vulnerabilidad frente a fenómenos como inundaciones y olas de calor, al comparar resultados obtenidos con modelos tradicionales basados en infraestructura de gran escala. Trohanis demuestra que la resiliencia trasciende las soluciones tecnológicas y exige el involucramiento directo de las comunidades en la gestión y planeación de sus propios entornos.

El contexto de América Latina es particularmente desafiante. De acuerdo con el Banco Mundial, la región es la más urbanizada del mundo en desarrollo, pero enfrenta uno de los niveles de desigualdad más altos. En Bogotá, la urbanización acelerada y la insuficiente planeación han provocado no solo riesgos ambientales como inundaciones y deslizamientos, sino también una segregación socioespacial significativa. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), políticas como el Plan de Adaptación al Cambio Climático y la integración de corredores verdes posicionan a Bogotá como un ejemplo de innovación, aunque la ciudad aún lidia con barreras estructurales.

El reto permanece: según un análisis de la Universidad de los Andes de 2024, el 35% de la población bogotana reside en zonas de alto riesgo no mitigado, y persisten limitaciones institucionales ante eventos extremos. Un informe de C40 Cities indica que la coordinación insuficiente entre distintos niveles de gobierno y la baja inversión en prevención complejizan aún más el panorama, a pesar de los avances registrados en gestión de riesgos.

En el contexto global, ciudades como Barcelona y Copenhague exhiben cómo la tecnología, la gobernanza participativa y la justicia climática pueden transformar la ciudad, pero la experiencia bogotana resalta que la resiliencia también implica equidad y justicia. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), incorporar a las comunidades en la gestión del riesgo fortalece la confianza ciudadana, refuerza la cohesión social y contribuye a la sostenibilidad de largo plazo.

El Día Mundial de las Ciudades en Bogotá, así, se proyecta como una oportunidad estratégica para redefinir el futuro urbano regional, cuestionando qué hace de una ciudad verdaderamente resiliente e inclusiva, y exigiendo políticas que prioricen la participación, la equidad y el financiamiento para la prevención sobre intervenciones aisladas o tecnocráticas.

¿Por qué la planificación participativa es clave para la resiliencia urbana?
La planificación participativa involucra a las comunidades locales en la identificación de riesgos, definición de prioridades y gestión de soluciones en el entorno urbano. Esta metodología, según reportajes y estudios citados en el artículo, no solo reduce la vulnerabilidad ante amenazas climáticas, sino que incrementa la confianza institucional y promueve una apropiación real de los espacios urbanos. En el caso de Bogotá, la implicación comunitaria permite que las políticas públicas estén mejor adaptadas a las necesidades reales de la población, generando estrategias sostenibles y equitativas.

¿Qué barreras limitan la gestión efectiva del riesgo climático en ciudades como Bogotá?
Los retos mencionados en fuentes como C40 Cities y la Universidad de los Andes ponen en evidencia que la falta de coordinación entre diferentes niveles de gobierno y la escasa inversión en prevención son los principales obstáculos. Adicionalmente, la fragmentación institucional y la segregación socioespacial dificultan la implementación de políticas integrales. Superar estas barreras requiere fortalecer la gobernanza local, mejorar los mecanismos de financiamiento e intensificar la participación ciudadana, para que la resiliencia urbana deje de ser un discurso y se convierta en una realidad tangible para todos los habitantes.


* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.

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