Laurandrea: la escritora que desafía las etiquetas para narrar la vida detrás de los feminicidios
El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
Visitar sitio¿Quién es Laurandrea? Descubre por qué su obra va más allá del activismo y desafía los límites del periodismo.
En el universo literario, la escritora utiliza el seudónimo Laurandrea, mientras que a nivel legal y en ámbitos formales como entrevistas laborales, su nombre corresponde a Laura Andrea, según contó en entrevista para El Espectador. Esta dualidad nace en su historia personal: su madre, sin conocer su sexo al nacer y tras varios días sin nombre, accedió a la sugerencia de una tía, eligiendo finalmente Laura Andrea. La autora, sin embargo, expresó que juntar ambos nombres fue un modo de adueñarse de su relato, cuestionando la arbitrariedad de los nombres y de las etiquetas que suelen asignarse desde el nacimiento.
Antes de dedicarse a la escritura y el periodismo, la autora cursó estudios en Derecho y Antropología. Su motivación, como relató, partía de un idealismo juvenil: deseaba transformar el mundo. Inspirada por referentes que admiraba, creyó en las leyes como herramientas de cambio estructural. No obstante, aunque reconoce el impacto del Derecho, descubrió su verdadera afinidad con la Antropología, una carrera que siente invita a mirar la realidad desde otras perspectivas y a comprender a las personas desde una cercanía menos rígida que las normas legales.
El paso al periodismo nació de su deseo de escribir, una inquietud latente desde antes de graduarse. Pensó que los medios eran la plataforma natural para ello, y reconoce que esa experiencia fue crucial para el surgimiento de su novela. Sin embargo, con el tiempo, experimentó una creciente insatisfacción con los límites narrativos y de profundidad del periodismo tradicional, especialmente al abordar problemáticas como el feminicidio, que sentía no podían limitarse a cifras o datos breves sobre las víctimas y sus historias.
Durante su trabajo con Jineth Bedoya en la campaña “No es hora de callar”, su función era construir una base de datos sobre feminicidios, cruzando información de prensa local y de la Fiscalía. Fue allí donde surgieron los cuestionamientos: advertía que muchos medios abordaban los feminicidios de manera revictimizante, y empezó a preguntarse por la vida de las víctimas y sus familias. Estos interrogantes la llevaron a la ficción. Su primera experiencia fue un cuento, que luego evolucionó hasta convertirse en su novela “No contaban con las ondas”.
La autora enfatiza que su intención no fue hacer una obra activista; la principal narradora es una mujer distante del feminismo, lo cual permitió desligarse del tono de denuncia explícita. Para ella predomina la literatura aun cuando es inevitable el llamado a reflexionar sobre el entorno social y las fallas estructurales frente a la violencia de género. Entre los principales retos, destaca la dificultad de distanciar su propia voz de la de la narradora, Eliana, y el impacto emocional de trabajar con relatos que honran a víctimas reales, lo que exigió un tratamiento respetuoso y consciente del dolor implicado.
Así, optó por la ficción al considerarla una vía para explorar los límites de la realidad y dar mayor profundidad a temas difíciles, aunque se alimenta de hechos reales. La libertad de la narrativa literaria le permitió sumergirse en los detalles emocionales y humanos, algo que sentía restrictivo en el periodismo. Según la autora, la literatura posee el poder de mover profundamente a quien la lee, y su esperanza es suscitar más preguntas que respuestas: que el público examine sus propios vínculos y el entorno hostil que aún enfrentan muchas mujeres.
¿Qué significa “revictimizante” en un contexto periodístico?
El término “revictimizante” hace referencia a la manera en que los medios de comunicación pueden presentar historias de víctimas, especialmente de feminicidio, de un modo que refuerza su sufrimiento o las expone innecesariamente. Según lo expresado en la fuente de El Espectador, se critica que los relatos mediáticos, al centrarse solo en la cifra, la estadística o la información mínima sobre la víctima y los hechos, pueden trivializar o incluso agravar el daño que estas historias buscan visibilizar.
Esta problemática resulta especialmente relevante porque influye en cómo la sociedad comprende y procesa la violencia de género. Desde la perspectiva de la autora, evitar la revictimización requiere un enfoque más profundo y humano, que no reduzca a las personas a meros números, sino que explore la complejidad de sus vidas y la de quienes les rodean. De ahí la búsqueda de nuevas formas narrativas en la ficción, que permitan abordar estos temas con mayor sensibilidad y respeto.
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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