Alarmante auge del consumo de drogas entre estudiantes en Bogotá: ¿quién cuida los colegios y parques?
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El Espectador es el periódico más antiguo del país, fundado el 22 de marzo de 1887 y, bajo la dirección de Fidel Cano, es considerado uno de los periódicos más serios y profesionales por su independencia, credibilidad y objetividad.
Visitar sitioEl consumo de drogas entre estudiantes en Bogotá crece casi 48%: alerta máxima en colegios y parques.
El aumento en el consumo de estupefacientes por parte de estudiantes en Bogotá ha generado creciente preocupación, evidenciando no solo un grave problema de salud mental en la juventud de la ciudad, sino también una urgencia por fortalecer las estrategias que permitan atender la situación de manera efectiva. Según cifras del Sistema de Alertas de la Secretaría de Educación, recolectadas por el equipo de trabajo de Diana Diago, hasta octubre se contabilizaron 8.378 casos de consumo de sustancias psicoactivas entre estudiantes. Este número representa un incremento del 47,9 % en comparación con el mismo periodo del año anterior, cuando se reportaron 5.664 episodios. Dichos datos, confirmados y divulgados por fuentes como El Espectador, muestran el panorama preocupante que enfrenta la ciudad en materia de prevención y control social en ambientes escolares.
De los 8.378 casos identificados en lo que va de 2025, el 63 % de ellos tuvieron lugar durante actividades escolares, cuestión que enciende las alarmas sobre la vulnerabilidad de los espacios educativos para los niños, niñas y adolescentes de la capital. Por otro lado, el 13,10 % de los incidentes ocurrieron en parques públicos, sitios que, según la concejal Diana Diago, “siguen funcionando como oficinas de jíbaros”, donde personas dedicadas al tráfico de drogas aprovechan la falta de vigilancia para ofrecer estupefacientes a menores de edad sin ningún tipo de control.
En cuanto a las sustancias psicoactivas consumidas, el vapeador encabeza la lista con 3.220 casos reportados, seguido de la marihuana con 2.034 casos, el alcohol con 1.920 registros y la cocaína con 399. Estos índices demuestran que tanto sustancias legales como ilegales están presentes en la vida estudiantil, lo que dificulta aún más la intervención, pues implica atender factores culturales y sociales diversos.
El grupo de edad más afectado corresponde a jóvenes entre los 12 y 18 años, quienes protagonizaron 7.673 reportes. Entre los niños de 8 a 11 años se presentaron 624 casos, cifra que revela que el consumo temprano requiere especial atención. Las principales motivaciones identificadas para consumir estupefacientes fueron: la experimentación —con 5.024 casos—, refugiarse ante problemas personales (1.023), búsqueda de placer (839) y presión por parte del grupo social (333).
Por territorialidad, las localidades con mayor incidencia son Kennedy, con 796 reportes, Ciudad Bolívar, donde se contabilizan 789, y Bosa, con 360. Esta distribución refleja patrones geográficos que ameritan intervenciones focalizadas. Ante la situación, la concejal Diago hizo un enérgico llamado a las autoridades responsables, principalmente a la Secretaría de Educación, exigiendo respuestas firmes que garanticen entornos seguros para los jóvenes y eviten la repetición de estos casos dentro de las instituciones educativas.
¿Qué significa “jíbaro” en el contexto de consumo de drogas en entornos escolares?
Ante la mención de que algunos parques públicos operan como “oficinas de jíbaros”, resulta fundamental aclarar el significado de este término. En el contexto colombiano, “jíbaro” se utiliza para describir a las personas que se dedican a la venta y distribución de drogas, especialmente en espacios como colegios, parques y otros sitios concurridos por jóvenes. La expresión subraya la problemática de redes de microtráfico que aprovechan la cercanía y el fácil acceso para expandir su mercado entre la población más vulnerable.
La identificación clara del término permite comprender la gravedad de la denuncia realizada por la concejal Diago y su insistencia en que las autoridades ejerzan una vigilancia efectiva en los lugares donde los niños y adolescentes estudian y socializan, buscando así erradicar la presencia de estos actores en entornos donde debería primar la seguridad y el bienestar. ¿Lograrán las instituciones educativas y autoridades locales implementar protocolos efectivos para proteger a los estudiantes del microtráfico?
* Este artículo fue curado con apoyo de inteligencia artificial.
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