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Rosa Emilia Montoya viuda de Hernández, como ella misma se presenta, ha estado de celebración toda la semana. Y no es para menos, ella nació el 2 abril 1919 y el martes pasado ajustó 105 años.
“Me han tenido muy enfiestada todos, hijos, nietos, bisnietos; imagínese que ya tengo hasta una tataranieta”, nos contó en medio de una lucidez sorprendente la mujer.
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Solo toma cuatro pastillas al día, las cuales conoce muy bien, al punto de que un día le iban a dar la que no era y los hizo caer en la cuenta de ello.
“Me acuerdo de todo, hasta de las limonistas que doy”, expresó. Así lo confirman sus hijas, que explican que ella es la encargada de administrar el dinero en el hogar: “Ella tiene su mente mejor que la de nosotras”.
Tuvo 7 hijos: Elvia, Gladys, Fanny, Mariela, Javier, Dora y Marta Cecilia; 16 nietos, 18 bisnietos, y una tataranieta. “Todos ellos me hicieron una fiesta muy linda, algunos pocos no vinieron, pero porque están lejos”, explicó.
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Su tataranieta, Antonia, de apenas tres meses de nacida, es su adoración. Hace poco la cargó por primera vez, algo que esperaba con ansias. Aunque para dormir le deben poner oxígeno, para ayudar un poco el corazón, aún es la encargada de entonar todas las noches el Santo Rosario.
También hace helados “deliciosos” y aunque las hijas ya no la dejan meter a la cocina, a diario está pendiente de que “todo lo laven bien” y que los frijolitos queden al punto.
“Estoy muy desganada últimamente, como poquito, pero si me han gustado mucho los frijoles y el sancochito. Eso, sí lo que no puede faltar es un buen cacaito al desayuno y en la merienda, un pandequeso”.
Se siente orgullosa de vivir en Bello, Antioquia, donde su esposo Miguel Antonio compró en $ 1700, recuerda con claridad, la casa en la que reside hace alrededor de 78 años.
Con la fe que la caracteriza, Rosita, una de las mujeres de mayor edad en el Valle de Aburrá, le pide a Dios que la tenga en este mundo solo hasta que esté consciente de todo lo que pasa.
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