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La sensibilidad trasciende de la simple percepción sensorial en los seres humanos. La habilidad de detectar ciertos fenómenos, a menudo intangibles, es una cualidad distintivamente de las personas que se manifiesta de diferentes formas.
Desde hace mucho tiempo, hemos sido conscientes de nuestra capacidad para captar la energía emocional de quienes nos rodean, pues pareciera que fuéramos antenas emocionales, podemos sentir la alegría radiante de un amigo, la tristeza detrás de una sonrisa en algunos casos forzada. Esta sensibilidad emocional nos conecta en un nivel profundo, permitiéndonos comprender más allá de las palabras expresadas.
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Además de la percepción emocional con la que contamos, también somos capaces de percibir los cambios ambientales y energéticos. Algunas veces hemos experimentado un escalofrío inexplicable corriendo por nuestra columna vertebral en el momento que entramos a una habitación llena de historia o cuando estamos presentes en un lugar donde fluye energía positiva o negativa.
Recientemente investigadores del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ubicado en Estados Unidos, quienes utilizan cámaras con alta velocidad, descubrieron que las gotas de agua liberan nubes de partículas muy pequeñas cuando entran en contacto con la superficie.
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Y es que, según estudio realizado se confirmó que cuando una gota de lluvia golpea una superficie irregular, atrapan burbujas de aire, las cuales se disparan hacia arriba y estallan desde la parte superior de la gota, “similar al burbujeo de una champaña”, aseguran expertos.
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Las pequeñas burbujas transportarían cantidades minúsculas de partículas aromáticas de aceite y polvo desde la superficie, posteriormente siendo arrastradas. Exponen que estas gotas pueden ir por millas en ráfagas de viento justo antes de desatarse una tormenta de lluvia, es así como expertos exponen que es posible oler una tormenta mucho antes de que llegue e incluso cuando ha estado seco durante varios días.
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