Y en cuanto a los votos que para las elecciones del 2022 no se han contado aún porque no han sucedido, parece que algunos, junto a sus fundamentalistas seguidores, desde ya se declaran ganadores, sin que hubiera arrancado el ‘partido’.

No celebres nada sin habértelo ganado, me decían de niño, ya que te puedes quedar sólo con las buenas sensaciones de algo que no ganaste.

El peligro de ello es que luego tienes que inventarte teorías conspirativas como que te robaron algo que no se ganó.

Por eso, la falta de regulación de las encuestas no puede ser más contraproducente en estos momentos tan difíciles para una democracia como la nuestra, asolada por la violencia y el delito. Muchos de esos guarismos sólo generan confusiones, muy oportunas para pescar en el río revuelto.

Estas elecciones, como siempre, será una batalla ruin y despiadada para llevar a los mismos de siempre, colocados esta vez en orillas distintas a las que habían jugado antes a los puestos de poder, enarbolando discursos de un cambio mentiroso.

Esa continua pelea por gobernar el inmenso país es su gran presupuesto y su inmensa burocracia. A pesar de los problemas de toda índole, sobre diagnosticados y sin resolución, lo de menos será encontrar caminos eficientes para resolverlos.

Las propuestas de los precandidatos, incluyendo al que parece favorito de las encuestas y se cree vencedor sin que el juego haya comenzado formalmente, parecen muy elaboradas, pero en nada responden al día a día de la gente.

Lo cierto es que terminamos el año y la realidad es que en ese tema electoral nadie ha ganado nada, aún. Así se adelantarán debates que lamentablemente no ayudaron a ordenar las ideas.

Digamos que en el campo de juego, hoy, tenemos varios ejércitos. Incluso se habilitaron unos nuevos jugadores que habían jugado en el pasado, pero al final terminarán siendo tan sólo dos.

Es decir, que como hace 5 años en el plebiscito por la paz o cuando ganó el presidente actual, seguiremos divididos en dos visiones completamente opuestas e irreconciliables del país.

Sin poderlo enterrar, resucitamos todos los días, con la imposibilidad de pasar la página, la vieja puja entre los del Sí y los del No. En el global van 2-0. ganando los del No.

La pregunta es: ¿Las cosas han cambiado en algo? Pues sí. La incompetencia de los unos y los otros ha enrarecido el ambiente a tal punto que llenos de malos médicos se ha equivocado el tratamiento urgente para un país invadido de cáncer.

Nos llega, entonces, el fin de año que servirá para que todas las fuerzas recarguen baterías y afinen tácticas, estrategias y comiencen a despedazarse desde el día uno del año entrante.

Es importante aclarar que cualquier pronóstico es irrelevante si nos vuelvan a encerrar, como está pasando en el mundo. Y, de paso, es muy importante preguntarnos ¿a quién le vamos a dar las riendas en caso de que esto se ponga peor? ¿Quién puede gobernar la post pandemia en la siguiente y más mortal etapa?

Menos mal las elecciones no han pasado y no sabemos aún cuáles son los candidatos. Comparando todas las encuestas, y sus resultados parciales y con altos márgenes de error, Yo prefiero titular: Los colombianos no han decidido en absoluto su voto por alguien aún. Gracias a Dios.

PDTA: La gran Irene Vallejos, que escribe cada 15 días en el País de España, en una preciosa columna titulada “En el desfiladero helado” retrata lo que fue este año y las consecuencias en el futuro: “El cuerpo es un símil de la realidad donde habita. Cuándo a lo largo y ancho del mundo el confinamiento cerró las calles, empezamos a sufrir contracturas físicas y mentales. Somatizamos los duelos como dolores y la ansiedad es una secuela cada vez más palpable de este paréntesis angosto e interminable. El miedo, las tensiones, el peso del trabajo y el poso de las soledades se traducen un lenguaje de carne en nuestras piernas, estómagos y corazones y cabezas.”

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.