Cita con la democracia que tuvieron los colombianos dejó grandes reflexiones a cada uno de los sectores políticos de la nación, apuesta por consolidar una opción de centro, que mediara en el radicalismo que atomiza al país, sucumbió ante los extremos de polarización ideológica. Legitimo triunfo de la izquierda, en ejercicio de la democracia, es el resultado de una estrategia de alianzas con intereses comunes que no perecieron ante los egos personales o el mezquino cálculo de cuotas burocráticas. Carrera que ahora se perfila, camino a la primera vuelta presidencial en el mes de mayo, denota la falta de tolerancia y autocontrol de caciques que desde su talante, arrogancia y cinismo venden el alma al diablo en una jugada desesperada para salir del jaque, casi mate que impone el Pacto Histórico a la derecha, en ese ajedrez político que da la inminente victoria a Gustavo Petro.

Resultados emitidos por la Registraduría Nacional del Estado Civil muestran que en la conformación del Senado el triunfo de esa unión de distintas fuerzas políticas, que se arropa bajo un acuerdo trascendental por Colombia, no es tan rimbombante como se quiere hacer ver. Si bien la izquierda suma 16 escaños con el Pacto Histórico, no es una corriente contundente así se sumen las 14 curules de la Coalición Alianza Verde y Centro Esperanza, aspiración política que reclama su independencia, pero la debilidad de sus focos de unión denota que más tarde que temprano terminarán en las toldas petristas. Contexto de la composición política en el Capitolio Nacional demuestra que los agonizantes partidos, Conservador -16 senadores- y Liberal -15 legisladores-, mantienen un atractivo nicho electoral que les da importante número de plazas que son fundamentales para sumar mayorías; situación que se ratifica en las regiones y se palpa en la conformación de la Cámara de Representantes.

Elección sustentada en los primera línea y youtubers, abstención rondando el 53%, propicia que hoy se hable de una cantidad de sujetos, muchos personajes con nombres desconocidos, que desde sus particularidades tienen importancia por su caudal electivo, pero dejan serias incógnitas frente a su calidad, idoneidad y preparación para asumir el reto que tienen al frente. Dispersión de votos, que necesita encauzar cada una de las campañas políticas, para la primera vuelta presidencial, activa las conversaciones entre unos y otros, diálogos burocráticos que desde el liderazgo de varones electorales negocian ministerios, embajadas o entidades públicas para hacer un guiño que incline la balanza a favor de una alternativa presidencial, sin comprender que sus bases políticas, los constituyentes primarios, ya hablaron. Red de mitomanía de políticos, con verdades a medias, omite la realidad que cada día hunde, con pecaditos impensables, a la sociedad colombiana.

Políticamente incorrecto con la realidad, política, económica y social, del país es la multiplicidad de nombres que aún persisten en la disputa por la primera magistratura, en contienda hay aspirantes que nada tienen que hacer y solo fragmentan una intención de voto que puede llevar a que Gustavo Petro, sin necesidad de una segunda vuelta, llegue a la Casa de Nariño. Ausencia de argumentos, miedo e intolerancia se toma una campaña electoral que empieza a caer en la justificación de conflictos, el encubrimiento de comportamientos non-santos de militantes de movimientos y la búsqueda de alianzas “por el bienestar superior del país”, que solo juegan con las necesidades de la ciudadanía para prometer lo imposible; falsedad ideológica en la que los electores van a las urnas a sufragar por el menos malo tragándose sapos de los candidatos y sus grupos políticos.

Doble moral, que acompaña a los extremos de izquierda y derecha, lleva a meter el dedo en la yaga del opositor sin reconocer la suciedad que está presente en la campaña de ambos. Personalidad de dictador, ex-militancia guerrillera, por un lado, corrupción y falsos positivos, por el otro, son temas que polarizan y hacen más extremas las diferencias entre los candidatos que caen en lo inaceptable en medio de los debates cuando Colombia requiere de discusiones con altura, exposición de propuestas que expliquen a la ciudadanía cómo proceder para salir de la crisis y mejorar la situación del país de cara a futuro. Ilusionismo, que se quiere vender desde el populismo, conlleva a que se crea en mentiras que se asumen como propias y se aceptan como reales, sinnúmero de propuestas con un centímetro de profundidad, reflejo de la mediocridad en que andan sumergidos, que apuesta por destruir todo, acabar con la libertad de empresa, la construcción del metro en la capital, las pensiones, la propiedad privada y miles de temas más, sin medir las consecuencias y la viabilidad jurídica.

Trapos sucios que existen en cada bando y ahora toman mayor relevancia, situaciones del fueron personal que sacan a la luz publica, ofensas en el cara a cara de los debates, para nada dan nivel a una campaña que requiere de ideas y argumentos que distancien a la población de los miedos que representa la llegada del progresismo al poder. Se está al frente de una disputa ideológica en la que sistemáticamente los políticos, de la mano de un periodismo militante, ajustan titulares a conveniencia, imponen temas en la agenda noticiosa, y sustentan campañas en publicidad engañosa que sin control desvía la atención de lo verdaderamente importante, la construcción de futuro y progreso ciudadano. Problema es que cada vez que hay un debate crece la desilusión y aumenta la preocupación porque no hay un candidato que genere confianza y brinde garantías.

Poco se ha escuchado hablar a los candidatos sobre educación, economía, salud, política internacional, disminución de la pobreza, empleo, desarrollo urbano y rural, o el agro, porque todos están concentrados en ataques ruines que deshagan la escasa imagen de los aspirantes a la presidencia. El debate público está concentrado en sacar a flote los errores o dificultades del otro, en vez en proponer y discutir constructivamente, se perdió la esencia de la política por la permanente búsqueda y preocupación de generar una división en la que quién pierde es el país. Fantasma de fraude, que comienzan a tejer sobre los resultados, es el bajo silogismo de un sector que siempre funge de víctima y desde la cizaña solo acepta los escrutinios si le favorecen a sus intereses. Triste es ver que la política dejó de sustentarse en las ideas para abrir paso a la fogosidad de las primeras líneas, la imposición de las tesis desde la violencia de las marchas juveniles que están plagadas de vándalos.

El Senado y la Cámara de Representantes no logró cambiar: la corrupción, los ex-guerrilleros que se niegan a cumplir con justicia y reparación, los investigados por infringir la ley, los sujetos con dudosa reputación, los legisladores no idóneos para ocupar cargos públicos siguen presentes en el Capitolio Nacional porque una vez más el transfuguismo fue protagonista para desmarcarse de una corriente y converger con oscuros intereses. Culpa del detrimento de la política es de una sociedad que tiene el país que se merece, gente que solo presta atención al escándalo mientras dure el show mediático, pero no castiga con el voto a quien desangra con cada acto a la nación. Momento coyuntural, por el que atraviesa Colombia, llama al ciudadano a recobrar una cultura política, no caer en el juego de quienes buscan dividir para reinar, y tener claro que la ley tiene todos los mecanismos para revocar a quien no cumpla, independiente de su color o postura ideológica.

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