Aval que se dio esta semana en el territorio nacional, por parte de la Corte Constitucional, a la despenalización por interrumpir un embarazo, hasta la semana 24, enciende una discusión que tiene muchas aristas y puntos a favor y en contra de cada postura. Fanatismo de los colectivos feministas deja claro que, para muchos, como el poder adquisitivo, el valor de la vida cada vez es más efímero. Problema grande es abrir la ventana del aborto como un método anticonceptivo y/o rutinario, sin reconocer que se está al frente de una consecuencia que plantea el escenario de un país en el que hace parte del paisaje la educación sexual y reproductiva, sana y responsable. Formación para la gestación como una decisión parental consensuada y responsable llama a aproximarse a una divergencia, no tan sutil, de lenguaje que hay en el trasfondo de esta situación: más que decidir sobre su cuerpo, la mujer está determinando el destino de una vida.

Imposible es dentro del ejercicio de la democracia pretender que todos tengan las mismas convicciones, pero el debate que se abrió debe dejar de lado la calentura del momento y ser abordado con argumentos. Causales establecidas en la ley para la práctica del aborto, en las primeras semanas de embarazo, ya instituía un acuerdo social frente a situaciones particulares: peligro para la salud física o mental de la mujer, grave malformación del feto, y violación. Hipocresía y sesgo de la sociedad, desde los que se quiere empoderar al sexo femenino, omite que el principio de todo está en la conciencia sexual. Valores morales del ciudadano, antes que un puritanismo sustentado en la iglesia y el estado, son la base de actuación de un colectivo capaz de comprender que todo momento de apasionamiento tiene unas consecuencias. No se pueden reducir a un tema de salud pública un asunto de responsabilidad, el que no quiere tener hijos se cuida y evita una gravidez no deseada.

Complejo es querer equiparar el embarazo con una enfermedad, ningún método anticonceptivo es 100 % seguro, pero el aborto debe ser la última opción al interior de un colectivo que se debe preocupar por exigir la implementación de políticas públicas que propendan por ofrecer formación educativa sobre planificación y prevención, acompañamiento psicológico, legal, y orientación en temas de adopción. Incomprensible resulta una sociedad que se rasga las vestiduras por el maltrato y crueldad que se comete contra un toro en una corrida, pero no por lo que se va a hacer con un feto. Incoherente es escuchar a quienes exaltan el pronunciamiento de la Corte como una victoria para las mujeres, pero desde su fariseísmo piden y exigen la implementación inmediata de los acuerdos de La Habana; misericordia para quienes desde las armas asesinaron y causaron tanto daño a adultos y menores en este país, por tantos años.

El santanderismo que sustenta el estado social de derecho de los colombianos llama a preguntar si la nación realmente está preparada como sociedad para enfrentar esos derechos. Fracaso de las últimas administraciones públicas para fijar una política que preste atención a la pobreza, abandono, maltrato y abuso de menores es la que ahora tiene a Colombia en esta coyuntura. Prevención y control de las autoridades está sujeta a la doble moral de un poder jurídico que se extralimita en sus funciones y da vía libre para que por medio de un aborto se termine con la vida de un ser, pero prohíbe aplicar pena de muerte a un criminal o resguarda la autonomía de quienes son factor de contagio, en medio de la pandemia, y se niegan a aplicarse una vacuna que salva vidas. Nadie niega que cada mujer puede hacer lo que le de la gana con su cuerpo, lo que no puede es decidir por la vida de otro ser, así esta dependa de ella por 9 meses.

Vergüenza produce la disconformidad de una sociedad que avala el asesinato, apoyando el aborto, sin reconocer lo prioritario que es imponer temas de salud sexual en los colegios, la casa, y todas aquellas brigadas que van a los barrios populares. Oportunidades para las clases vulnerables no pueden estar sustentadas en la interrupción del embarazo como método de planificación, la ligadura de trompas o la vasectomía existen, y han existido siempre, como una alternativa para quienes no quieren tener hijos. Parece que para las altas cortes vale más un criminal que un futuro ser, total contrasentido tiene que se apruebe acabar con la vida de un ser inocente, de tan solo 6 meses de gestación, y se encuentre en discusión todavía la cadena perpetua para los violadores. El aborto no es un tema religioso o político, es una cuestión de responsabilidad, esa que no tienen un número significativo de adolescentes que deciden sus acciones bajo la licencia que les da un me gusta o un rechazo a través de Facebook.

¿Si el embarazo se puede prevenir con la simple decisión de cuidarse y ser responsable, porque premiar con una ley a quienes no son capaces de hacerlo? Lo que hoy se vive en el contexto social es la consecuencia de agresiones sexuales, desinformación, ignorancia e irresponsabilidad del ser, realidad en la que le ha faltado iniciativa al estado para responder con educación sexual de la niñez y la juventud, protección a los menos favorecidos, regulación de la objeción de conciencia y desarrollo de causales y límites al aborto; engorrosa tarea de evitar las causas. Postura de quienes expresan “mí cuerpo, mi decisión” está equiparando a un bebé con un órgano, exabrupto como el que cometen quienes pretenden que un perro sea un humano. Las cortes y los legisladores parecen estar desconectados de la vida real, la solución que ahora plantean se convertirá en la peor pesadilla a causa de depresiones, traumas, enfermedades y hasta la muerte de miles de inocentes.

Cierto es que en sentido estricto se está al frente de una opción y no un derecho, pero lo mismo pasa con la marihuana, legal en algunas naciones, o el porte de armas con salvo conducto, son una alternativa, pero ambas conducen a la muerte. Aprobación del aborto por parte de la Corte Constitucional en Colombia está descargando las irresponsabilidades personales, y las injusticias sociales, sobre un ser humano indefenso, postura jurídica que sustenta la determinación de los togados difícilmente reconoce que un feto de seis meses está completamente formado. El tema es de ambigüedades éticas y morales, pero no puede estar circunscrito únicamente al fuero femenino, llama la atención que muchas exijan a los hombres quedarse callados y se ruboricen porque ya se habla de recolecciones de firmas, referendos, marchas, ataques a la corte, y propuestas de constituyente.

Puerta falsa que se abre a la irresponsabilidad, y a la ignorancia, desconoce que la vida es sagrada desde el vientre de la madre. Problema de cultura y educación, que el congreso fue incapaz de legislar por temor al costo político, la corte lo convirtió en un acto natural con una exageración en el número de semanas para su aplicación. Aprobación del aborto es una manifestación pública del desprecio por la vida, realismo trágico de los colombianos que evidencia el poco valor que se da a la vida en el país desde que se dio cabida a la libertad de cultos. El tema es sensible y de amplio debate en el marco de una sociedad que se dice liberal, pero en el fondo es profundamente conservadora. El aborto libre no es feminismo, es un pase libre para la muerte en una sociedad que verá las consecuencias a futuro.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.