Me considero una persona reacia a estar publicando u opinando en las redes sociales, aunque entiendo que para muchos logra el propósito de desahogar sentimientos y emociones.

Esta mañana me enteré de la noticia de Yuliana, y como a muchos otros colombianos, me partió el corazón. No me puedo imaginar lo que debe estar pasando por la mente de la familia de Yuliana, especialmente su mamá.

Inicialmente, al conocer la noticia, mi reacción fue visceral, me llené de rabia, repugnancia y odio. A medida que fui leyendo los comentarios de las redes sociales (no suelo escribir, pero si leo mucho de ahí), noté algo bastante curioso.

Aparte de los mensajes de condolencias, todos los comentarios estaban relacionados con temas como justicia, tipo de sentencia, marcha contra la violencia, si debía imponerse la pena de muerte o no, etc.

En ese momento me empecé a dar cuenta la falta de conocimiento que hay en el país acerca de salud mental. Con este artículo no quiero cuestionar temas legales o de cárcel o cualquier otra  cosa relacionada, más bien mi propósito es ver el problema desde un punto de vista diferente.

Entiendo que la reacción natural frente a los hechos sea exigir que se adopten medidas de choque o sea que necesitemos ver justicia de forma inmediata, pero siento que el problema va mucho más allá.

Esto es un tema de salud mental, que con medidas preventivas adecuadas se hubiera podido evitar, o al menos se hubiera podido predecir. El problema grave que he visto en Colombia es que la gente simplemente no cree en la salud mental, o no está dispuesta a invertir en eso.

He visto casos cercanos de gente esquizofrénica o bipolar sin medicación, gente con desórdenes de personalidad, trastornos alimenticios o adicciones y simplemente no se hace nada.

Generalmente, la gente que no hace nada al respecto se divide en dos. Los que no creen en la salud mental, y los que creen pero les da pena, y no se cuál de los dos me asusta más.

He visto tanta gente que prefiere ir a chamanes y brujos que ir a un psicólogo o psiquiatra porque “yo no estoy loco” o “no necesito un loquero”.

Pienso que este es un problema generado por desconocimiento e ignorancia que se puede resolver con educación.

El segundo patrón que creo que es mucho más peligroso es el estigma que existe frente a los trastornos mentales. A muchas familias les da pena aceptar que existe una persona con algún trastorno mental y peor aún, la idea de buscar ayuda.

Cómo quisiera poder incidir en las personas para que entiendan que el cerebro es un órgano como cualquier otro órgano, como el corazón, como el hígado, como los riñones, que también se enferma.

Me atrevo a decir que el señor Rafael Uribe ya había presentado indicios de pedofilia, o por lo menos ya había generado banderas rojas que seguramente no fueron atendidas a tiempo.

La mayoría de trastornos no se producen de un día para otro y existen herramientas para su detección y tratamiento. OJO, en ningún momento estoy excusando un comportamiento de este tipo, su comportamiento generó un daño irreparable y debe pagar, lo que quiero es que la gente se concientice de que estos son situaciones que se pueden prevenir.

Si el Gobierno empezara a invertir un poco más en el tema de salud mental se podría reducir el número de niñas víctimas de agresiones sexuales en Colombia que actualmente es dos niñas por hora. Tenemos que tomar una posición más preventiva y menos correctiva.

¿Por qué esperar a que pase una tragedia para darnos cuenta de la dimensión del problema? Tenemos que trabajar en conjunto para poder generar más conocimiento y para que cada día exista menos estigma, y así poder reducir el número de víctimas de estas tragedias.

Mis redes sociales están llenas de post educativos y preventivos acerca de salud mental, pero lastimosamente los que veo vienen de gente de otros países. Mi sueño es ver esta iniciativa de parte de los colombianos y que logremos un cambio que evite tragedias futuras.

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