Este es uno de esos dichos populares que seguro ha escuchado desde que era niño y dice que las cosas malas pueden esperar hasta un siglo antes de cambiar.

Más que un eslogan de consuelo me parece más bien un devastador presagio de que las cosas malas sí pueden empeorar.

A la luz de esta sentencia, lo invito a entender que, en 10 años, los americanos hayan tenido que sufrir, padecer y soportar 900 tiroteos en centros educativos.

Lo ocurrido el 24 de mayo de 2022 en la Escuela Primaria Robb de Uvalde, Texas, hizo llorar a quienes tienen hijos, sobrinos o conocidos de esta edad. Lo más triste es que para comentar puedes hacer como en un texto de Word: copiar y pegar.

Es la misma historia, que fue escrita antes y de la misma manera el 14 de diciembre de 2012, cuando otro inadaptado abrió fuego indiscriminadamente contra chiquillos y adultos indefensos, matando a seis mujeres, doce niñas y ocho niños, todos ellos de seis y siete.

La más reciente e impactante noticia, repetida en nuevas víctimas, también le dio la vuelta al mundo en cuestión de segundos.

La Cadena ser de España así la registro:

“Estados Unidos ha vuelto a ser protagonista de una tragedia nacional en la que al menos 19 niños y dos adultos han sido asesinados en un tiroteo masivo en un colegio de la localidad de Uvalde (Texas). Se trata del segundo peor tiroteo en un centro escolar en la última década y el más mortífero de este año 2022, teniendo lugar tan solo diez días después de que se produjese un tiroteo en un supermercado de Búfalo (Nueva York) donde murieron al menos diez personas.”

Y como siempre después de estos trágicos hechos, las siguientes 24 horas son cruciales para hacer un recuento e intentar esclarecer lo que paso, levantar la cifra de muertos y lograr el balance parcial que dejó la masacre.

Léase bien: esta penúltima y demencial acción dejo 19 niños y niñas de 9 y 10 años, dos adultos y 20 niños heridos con pronóstico reservado de esas edades también.

Luego del impacto, las autoridades y medios, se dan a la voraz tarea de conocer la identidad del agresor, sus antecedentes, el motivo de su comportamiento violento y desquiciado, mientras se les hace seguimiento mediático a los heridos.

Vea las sorprendentes y escalofriantes similitudes entre los dos eventos y saque sus propias conclusiones:

  1. Sandy Hook

En un informe en su sitio web, la cadena de noticias CNN detalla el infierno hace 10 años en la Escuela Primaria Sandy Hook en Newtown, Connecticut:

“El asesino se llamaba Adam Lanza de 20 años, quien antes de cometer la masacre en la escuela primaria había matado a su madre, Nancy Lanza, en su domicilio.

Según los informes de ese momento, las autoridades escolares de Michigan tenían varios indicios antes del tiroteo en la escuela, pero no pudieron frenar al sospechoso”.

El mismo medio agrega que: “Un informe de 2014 de la Oficina del Defensor del Niño de Connecticut, dos años después de ocurrida la tragedia, describió a Lanza como un joven con una salud mental en deterioro que estaba fascinado con los tiroteos masivos.”

Los hechos sucedieron así:

“Adam Lanza, mata a su madre Nancy, de 52 años, con un rifle Savage Mark II calibre .22, que ella misma le compró.

Luego conduce el automóvil de su madre a la escuela primaria Sandy Hook, a unos 8 kilómetros de distancia.

Alrededor de las 9:30 a.m, llega a la escuela, que tenía unos 700 alumnos. Se abre camino disparando desde la entrada y a su ingreso se encuentra con la directora de la institución escolar y la psicóloga a quienes mata con frialdad. La subdirectora que fue a ver qué pasaba también queda gravemente herida.

Adam Lanza entra a un primer salón y mata a 14 niños y a su profesora. Luego ingresa a un segundo salón de clases, disparó contra seis niños más y otra maestra y luego se suicida en ese mismo salón, poniendo fin a la masacre que duró menos de 11 minutos.

El presidente Barack Obama, visiblemente conmovido, dio un discurso televisado:

“Tendremos que unirnos y tomar medidas significativas para prevenir más tragedias como esta, independientemente de la política”.

Junto al cuerpo sin vida del agresor se encontraron tres armas: un rifle semiautomático calibre 223 fabricado por Bushmaster y dos pistolas. En el automóvil también se encontró una escopeta semiautomática Izhmash Saiga-12, calibre 12.”

Se ordenó que las banderas ondearan a media asta en la Casa Blanca y otros edificios federales.

  1. Robb Elementary School

Ahora miremos los hechos de este nuevo incidente y note que parecen calcados. Tenga, por favor, en cuenta la similitud:

El asesino se llamaba Salvador Ramos, de 18 años, quien antes de cometer la masacre de la escuela de Texas, le disparó en la cara a su abuela, dejándola gravemente herida.

Este primer incidente alertó a las autoridades que pudieron trasladarla gravemente herida en helicóptero a un hospital cercano.

Salvador Ramos, era un estudiante de la secundaria local con pocos o ningún amigo que, según las autoridades, compró legalmente dos rifles de asalto y mucha munición para su cumpleaños.

Después de dispararle a su abuela, se subió a su camioneta y condujo hasta la escuela primaria. Antes de llegar cae en una zanja al lado de la institución, se baja con un rifle de asalto, una mochila con abundante munición y usando un chaleco antibalas con munición adicional.

Entra disparando, se encierra en un salón de cuarto grado y descarga municiones contra 19 niños y dos adultos a quienes mata en el acto.

Un equipo táctico llega al lugar del tiroteo y logra neutralizar a Salvador Ramos, dice el informe leído por las autoridades.

El presidente Joe Biden, visiblemente conmovido, da un discurso televisado:

“Cuando aprobamos la ley de armas, los crímenes bajaron y cuando expiró volvieron a subir. En el nombre de Dios para qué alguien necesita un arma de asalto. Acaso van de cacería de animales con chalecos de balas. Tenemos que tener el coraje de enfrentar a la industria. Yo sé que la mayoría de estadounidenses apoya leyes de control de armas”

En la Casa Blanca y otros edificios federales las banderas ondearon a media asta.

  1. Los simulacros en todo EEUU

Qué inexplicable e ilógica situación, mejor que pesadilla, un lugar en la que los más pequeños sientan miedo de ir al colegio por la incertidumbre de que van a morir en un tiroteo.

Sería difícil para mí, para cualquiera supongo, enviar a mis hijos a la escuela con esta realidad. No me veo jugando a la ruleta rusa con ellos todas las mañanas.

Y no puedo dejar de pensar en algunos amigos que están luchando con este dilema. Esperando que sus nombres y apellidos no sean los siguientes en esta lista de un evento que parece inevitable, y al que se aplica el mismo protocolo con frases repetidas y lugares comunes pocas horas después de los violentos hechos.

Es inaceptable que este inmenso dolor, infligido sin razón aparente y mucho menos justificable por consecuencias sociales o enfermedades mentales colectivas, como lo demuestra la evidencia, no sea motivo suficiente para cambiar ese viejo y aceptado precepto del uso y tenencia de armas que es un problema evidente en cualquier sociedad actual.

Resulta paradójico, además, que una sociedad que controla casi todo, no haya podido ni con el consumo de drogas, ni con el manejo interno de las armas que ellos mismos producen y venden al mundo.

Sin embargo, ¿Cómo se podría cambiar esta realidad donde es más fácil comprar un rifle de asalto o una ametralladora que una cerveza? se preguntaba mi gran amiga a la mañana siguiente mientras desayunaba con sus hijos.

“Se trata de una violencia diferente, se mata porque sí, porque un día a alguien se le da la gana”, me explicaba asombrada.

Precisamente, en todos los colegios previendo el mortal asunto, se hacen simulacros de esos eventos.

De pronto cualquier día y sin avisar la maestra, como intuyendo que un Lanza o un Ramos, acaban de llegar, interrumpe la clase, apaga las luces, y les dice a los niños que se escondan en el closet, o debajo de las mesas. Prohíbe sonidos y esperan en silencio a que pasen los minutos hasta que acabe el simulacro.

A estas alturas no se sabe que es peor si la matanza o el miedo cerval que puede generar el simulacro.

Las víctimas y activistas que cuentan por miles, más de 17 mil personas, no les alcanza su dolor para derrotar a millones que, por el contrario, entienden la solución a estos repetidos eventos, en el alistamiento, la prevención y la reacción inmediata.

Me explico: Todo esto ha llevado a que los profesores estén armados y entrenándose para matar en un salón de clases ante un posible agresor. Algo demente si lo mira bien.

Con ello me vienen a la memoria algunas de las propuestas más recientes de muchos candidatos al Congreso que han anunciado que están trabajando en nuevas leyes para el libre acceso de las armas en Colombia, bajo el sofisma de la legítima defensa.

¿Se imaginan lo que podríamos vivir en un país como el nuestro, donde prima la venganza, el cobro del ojo por ojo, la delincuencia como opción de vida, el irrespeto al prójimo como norma, el cinismo o el bullying como parte de la idiosincrasia, si cualquiera pudiera portar armas?

A medida que la gente se acostumbre a esta noticia con el paso de los días, algún otro hecho ganará protagonismo en las tendencias y desviará la dirección del cardumen, mientras familiares, amigos y los otros niños sobrevivientes de la más reciente masacre que pudo haberse evitado, tendrán que continuar sus vidas sin posibilidad de olvidar lo sucedido.

El primero de estos hechos violentos contra los niños en los Estados Unidos sucedió el 26 de julio de 1764, cuando varios guerreros de raza india lenape, ingresaron a una escuela de colonos blancos y asesinaron a 12 niños y al profesor.

De vez en cuando alguien les dirá que no hay mal que dure 300 años, pero tampoco cuerpo que lo resista.

PDTA: Un dato más: se estima que cada 100 civiles tienen 120 armas en su poder. Gracias a Dios que no están en guerra entre sí, pero cuando lo piensas bien, al contar la dolorosa estadística de 3.601 tiroteos masivos en los últimos nueve años te quedas con la duda.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.