No tiene una semana de vida el 2017 y ya ha pasado de todo. Noticias no faltan, algunas de ellas del 2016 pero con el coletazo aún vivo. Es mejor agarrarse, porque si el año pasado fue movido este va a ser por el estilo.

No se ha tomado Trump su nuevo cargo y ya suena porque metió las narices en el tema de los asentamientos israelíes en Palestina, se peleó con el líder de Corea del Norte y porque no encuentra quién cante en su posesión como presidente de los Estados Unidos. Apenas despuntar el año hubo masacre en una discoteca en Estambul y una matanza en la cárcel más grande de la Amazonía brasileña: 56 asesinados. Eso, para que vayamos afinando.

En asuntos menos dramáticos, pero no por eso menos importantes, Carolina Sanín radicó una tutela de 494 páginas. Con ella estoy contenido, es un temazo para echar lora un rato, pero mejor me abstengo porque es un desgaste. Sé que algún día cederé y terminaré haciendo un artículo al respecto (y odiándome por eso), pero no será hoy.

Más bien hablemos de la muerte de Carrie Fisher, ocurrida la semana pasada, o más bien de lo que dejó en evidencia: los cuarentones fanáticos de Star Wars.

Siempre me han llamado la atención, incluso más que Sanín. Yo he visto todas las películas y así como me encantaron cuando era niño, me decepcionaron de hombre. No me considero adulto ni maduro ni intelectual ni especialmente más inteligente que los demás. Tampoco soy un amargado, intento decir esto de la manera más imparcial posible: la mejor manera de dejar de ser fanático de La guerra de las galaxias es ver las películas en la adultez.

Por eso me causa impresión el apasionamiento que gente mayor mantiene aún hacia ellas, al punto que usan ropa, acuden a convenciones del tema y se disfrazan de los personajes. Sí, son entretenidas si tienes doce, pero no pasan de ser una retahíla de rayos y centellas si pasas de los 20. Me parece que entendieron mal eso de seguir siendo niños. Es bonito mantener la inocencia y sorprenderse con cualquier cosa y ser noble de corazón, pero nada de eso tiene que ver con idolatrar una saga de siete películas sobre lo mismo. (¿O son ocho? ¿seis? ¿quién lleva ya la cuenta?)

El fanatismo no suele ser bueno. No importa si hablamos de religiones, equipos de fútbol o postres de chocolate; cualquier exceso es malo y Star Wars no es la excepción. Ver las películas en la infancia es una experiencia inolvidable. Recuerdo haberme casi orinado en los pantalones cuando vi en cine El retorno del jedi, y está bien.

Tenía ocho años o algo así, pero si siguiera en esa edad, aún usaría bermudas todo el día, mi mama me llevaría al colegio, andaría en una bicicleta blanca con anaranjado y azul, me ofendería por todo y seguiría enamorado de mi vecina. El otro día le mostré a una amiga Star Wars, la original, porque nunca la había visto, y nos quedamos dormidos, yo antes que ella. Luego nos despertamos y tuvimos sexo, que es lo que hacen los adultos.

Yo tengo amigos que aún coleccionan recuerdos de la película original y de sus secuelas. Tienen a Han Solo y al Halcón milenario, o como se llame esa nave. Tienen también muñecos de R2D2 y Chewbacca, máscaras de Darth Vader y réplicas de los sables de luz esos. Y lo que es más importante, no permiten que se los toquen, los cuidan más que a sus hijos. Porque esa es la otra: son padres y están gordos y calvos y siguen adorando Star Wars como en su infancia. Loable por un lado, ridículo por el otro.

Entiendo que Los episodios IV, V y VI (que son en realidad el I, II y III) fueron decepcionantes para sus seguidores, por eso hicieron el VII muy parecido a la película original. No solo en estética, sino en la historia: no es la misma, es idéntica, solo cambian los personajes. Hay desiertos, un nuevo Darth Vader, buscan a un viejo Jedi y hay que atacar al Imperio. Yo antes me sabía todos los detalles, todos los personajes, pero me ocurrió algo: crecí y pasé a otra cosa. Ya no me gusta tanto Seinfeld, tampoco. Sigo creyendo que es quizá lo mejor que se ha hecho en televisión, incluso por encima de Los Simpson, pero ya estuvo. Ya la vi y ya dio todo lo que tenía que darme. Hay que soltar, soltar, soltar, y para esos cuarentones es justo decir que es hora de dejar ir a Star Wars para siempre.

Búsquense un pasatiempo acorde a su edad, y sobre todo, dejen de decir “Que la fuerza esté contigo”. Maduren, borren toda señal de fanatismo hacia la película y consíganse una mujer, en ese orden específico, porque ser cuarentón hincha de Star Wars es la mejor manera de lucir como un idiota ante el sexo opuesto.

Y una última sugerencia: si van a salir con una mujer, intenten que se parezca lo menos posible a la princesa Leia. Eso también es evolucionar. 

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