Si lo normal es insuficiente para arreglar las cosas, a veces ver lo absurdo puede ayudar.

La elección de por quién votar para la Presidencia y el Congreso, cuya campaña lleva tiempo ya; debería por primera vez evitar engañar con campañas repletas de encantamientos y cantos de sirena, que además de usar juego de palabras efectistas, imágenes y emociones para convencerlo, son espejismos.

Como lo intente explicar en la columna de Bukowsky, es normal que nos gusten las mentiras y que estemos acostumbrados a que nos mientan. Sin embargo, cuando hacemos conciencia, de esa extraña condición, precisamente en estos tiempos de la hiperinformación, podemos modificar tan equivocada aceptación.

El arte de la manipulación está estudiado. Y ahora la inteligencia artificial como herramienta puede ayudar mucho más en ello.

Vamos con un ejemplo de la vida diaria: La policía y el Gobierno Distrital afirman que el tema de la inseguridad es un tema de percepción y no de realidad.

La poca denuncia, el trámite engorroso para hacerlo y una justicia que funciona de manera muy regular hace que las estadísticas no correspondan con la realidad.

Pero esa sensación de miedo que trae consigo la inseguridad, claro que tiene que ver con la percepción. Vea por qué: Si a alguien de su entorno lo atracan, eso puede afectar directamente a no menos de 500 personas a la redonda.

Entre más terrible sea el suceso, más voz a voz tendrá. En el pasado sólo lo que salía en los grandes medios se comentaba masivamente, pero ahora un atraco queda grabado en video, se viraliza e incluso se puede ver en vivo y en directo.

Ahora, sólo imagine que esos aterradores casos llegan uno detrás de otro al celular y a sus redes sociales. Sí ese caso es geográficamente cercano, conoce el lugar o la víctima  y si tenemos algún tipo de afinidad, lo siguiente es que se preguntará si vale la pena salir de su casa.

Esa masificación tiene una consecuencia directa, le inocula miedo, así en su cuadra no pase nada nunca o los lugares por donde se mueve. O nunca haya sido víctima de ningún robo.

Partiendo de esa premisa, repito, el efecto de los vídeos viralizados, o noticias falsas que muchos repiten, imagínese cómo pueden llegar a manipularlo a la hora de elegir un candidato.

El peligro del envío masivo de información sin contexto está latente y es un arma que usan unos y otros sin discriminación y, peor aún, sin responsabilidad.

Los paros recientes han sido ejemplo de ello. Luego vienen los discursos y sus interpretaciones que no pueden ser ajenos a esta discusión.

En consecuencia, creerle a cualquiera la esperanzadora y positiva idea de una nueva Colombia, debería sonarle sumamente falso y por lo tanto, preocuparse.

Esa Nueva Colombia la han vendido desde Simón Bolívar. En mi caso la recuerdo desde siempre.

A los 7 años acompañé a votar a mi papá, para las elecciones del 82. Lo sé porque quedó imborrable en la memoria cuando metí el dedo en la tinta roja, como lo hizo él, para certificar que se había ejercido el sagrado derecho a elegir.

Desde entonces ganadores y perdedores han usado la palabra “cambio” sin pena.  Por eso hoy lo absurdo sería creer en algo así.

Esa nueva Colombia nunca fue y nunca será. Y ojo, no es un predicado negativo para nada. A lo que me refiero es que esa nueva Colombia siempre será la que es y sólo puede mejorar si corrige errores del pasado y avanza con certeza estudiando a los que ya pasaron por lo mismo.

Tenemos demasiado pasado y arrastramos demasiados problemas como para creer que alguien puede cambiarlos de la noche a la mañana como por arte de magia, o que el calentamiento global acabará dejando de extraer petróleo en Colombia.  ¡Por favor!

Creer eso es absurdo, y no se puede votar por nadie que prometa algo así. Un cambio en el modelo económico, por Dios. Ni los chinos que son abiertamente comunistas, económicamente, pudieron ir en contra de la manera como se hacen las cosas en el mundo.

Recuerde que el mejor algoritmo es usted. Porque ninguna máquina, ni modelo matemático podrá jamás sentir emociones. Así que razone las suyas y luego tome una posición equilibrada.

La leyenda dice que los marineros cansados, borrachos y hambrientos sucumbían a esas dulces melodías, llenas de misterio y encanto para luego ser devorados por bestias terribles, monstruos, que no eran lo que suponían sus melodías.

Mi más reciente columna:

 

¿Quién ganó con el atentado del 11 de septiembre? 

Nos gustan las Mentiras 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.