Los obispos fueron convocados desde el 15 al 17 de mayo para reunirse con el papa Francisco después de los graves errores y omisiones en la gestión de los casos de abusos, sobre todo en relación al caso de Juan Barros, acusado de encubrir al sacerdote Fernando Karadima.

El papa había prometido en días anteriores que tras la cita crucial habría “cambios adecuados y duraderos” para impedir la pedofilia y su encubrimiento dentro de la institución.

Ahora, será el pontífice el que decida la suerte de cada uno de los prelados para buscar una nueva era de la Iglesia chilena, consciente del daño causado a la ya deteriorada imagen de la institución en ese país latinoamericano.

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No se trata de la primera vez que un pontífice hace una purga de tal envergadura por casos de abusos sexuales. Juan Pablo II lo hizo en 2002 con la Iglesia de Estados Unidos y Benedicto XVI en 2010 con la de Irlanda.

Las reuniones fueron individuales y en grupo en una sala anexa del Aula Pablo VI, dentro del Vaticano y tuvieron lugar dos semanas después de que Francisco recibiera en un clima cálido y familiar a tres víctimas de abusos sexuales del sacerdote Karadima, en una invitación especial durante la cual les garantizó que tomaría medidas para acabar con la pedofilia y sobre todo su encubrimiento dentro de la Iglesia.

En su encuentro con las tres víctimas, estas indicaron que el titular de la diócesis de Osorno, Juan Barros, sabía lo que ocurría, pidieron que varios obispos fueran apartados del cargo y acusaron duramente al cardenal Francisco Javier Errázuriz

En un comunicado particularmente duro y extenso divulgado el pasado sábado, el Vaticano explicó que el papa Francisco “considera necesario examinar en profundidad las causas y consecuencias, así como los mecanismos que han llevado en algunos casos al encubrimiento y a las graves omisiones hacia las víctimas”.

El Vaticano precisa que se examinarán “abusos de poder, sexuales y de conciencia, ocurridos en Chile a lo largo de las últimas décadas”.

“El punto central son las víctimas, siempre se puede reparar y caminar en la reparación hacia las víctimas”, explicó por su parte a la prensa Ignacio González, obispo de San Bernardo.

Por su parte, los obispos chilenos Fernando Ramos e Ignacio González, habían reconocido esta semana que la jerarquía de la iglesia chilena llegó al Vaticano cargada de “dolor y vergüenza” y dispuesta a “reparar” a las víctimas de abusos.

“En primer lugar queremos comunicar nuestro dolor y vergüenza. Dolor porque hay víctimas de abusos y vergüenza porque esos abusos se produjeron en ambientes eclesiales”, aseguró Ramos el pasado lunes.