El artículo de la portada en la revista Semana del 10 de junio, titulado: “El fantasma del castrochavismo”, tiene muchas inconsistencias y lo primero que hay para decir, es que el término castrochavismo no se lo inventó ningún colombiano, sino que es de la cosecha del historiador y sociólogo chileno Fernando Mires, quien lo relaciona con el proyecto de Fidel Castro para América Latina de la toma del Estado desde el Estado, y no como el anterior proyecto castro- guevarista de la toma del Estado desde afuera.

Entonces no es como dice la revista que hay que despreocuparse del adefesio castrochavista, porque indudablemente, este es ni más ni menos que otra máscara del marxismo-leninismo cuya máxima obra es haberle regalado a la humanidad 150 millones de asesinatos desde que existe, así que el castrochavismo es la continuación para nuestra región de la organización criminal más grande que conoce la historia en todos los tiempo, como lo es el comunismo totalitario, y esa calamidad no es ningún fantasma.

Marx habló del fantasma del comunismo en el Manifiesto, básicamente buscando suavizar, lo que sería su obra perversa en el accionar criminal e irracional de esa doctrina a través de los tiempos, por lo tanto a las cosas se deben de llamar por su nombre y el castrochavismo o socialismo del siglo XXl es el mismo marxismo-leninismo, como lo expresó sin ambages el sátrapa de Fidel Castro en el 2010, y eso de buscarle términos al comunismo se enmarca desde la guerra semántica de la cual el dictador soviético, Joseph Stalin lo dijo con toda claridad: “de todos los monopolios ejercidos, ninguno es más crucial, como el monopolio de la definición de las palabras”.

La revista Semana menciona que la mitad del país cree que Colombia está en peligro de constituirse en la próxima Venezuela, lo cual en sana lógica es cierto, porque eso es producto del sentido común y de la intuición que sabiamente tiene la ciudadanía, y son difíciles de disipar esos temores, así se diga que Colombia no es como Venezuela, porque la astucia y la maldad del marxismo leninismo no tiene límites, subrayando que el genocida de Lenin quien afirmaba “salvo el poder todo es ilusión” no tuvo ningún escrúpulo en haber traicionado a la patria rusa con el tratado Brest-Litovsk y haberle entregado gran parte del territorio ruso a los alemanes en 1918, con tal de consolidar el poder político.

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Se ha dicho ingenuamente que el comunismo desapareció con la caída del muro de Berlín, y algunos seudo-intelectuales, políticos y periodistas lo difunden, y puede que para ellos ya no exista, pero para los comunistas el bodrio marxista continua intacto y su utopía tarde o temprano se cumplirá alcanzando sus objetivos; por eso Lula da Silva y Fidel Castro se inventaron el foro de Sao Paulo en 1990, que tuvo éxitos electorales en varios países latinoamericanos comenzando por Venezuela con Hugo Chávez, quien recicló los desechos comunistas del viejo continente para implementarlos en su país y después llevarlos a toda la región, lo que significa que el comunismo mutó al socialismo del siglo XXl.

Decir que el fracaso de la revolución bolivariana en Venezuela servirá para que Colombia no caiga en el castrochavismo o marxismo leninismo es descansar en laureles muy precarios, ya que a los comunistas totalitarios nada les importa el fracaso de las naciones cuando están en la dirección del Estado, pues lo que les interesa es conservar el poder por toda la eternidad, sin inquietarles el sufrimiento de los pueblos a los que reprimen con total saña, y mediante la mentira exculpan sus fracasos con el “imperialismo” o echándole la culpa a los demás, y para el caso colombiano nos podrían presentar un candidato presidencial light con la denominada izquierda.

Los marxistas-leninistas son tan pérfidos para conquistar o preservar el poder por los siglos de los siglos, que la camarilla comunista china, desde la década de los años sesenta del siglo pasado sabía perfectamente que la revolución comunista había fracasado en el país asiático, no obstante asesinar a millones de ciudadanos, y además la miseria y las hambrunas podría producir una gran hecatombe; por ello no le importó a la dirigencia china renunciar de los postulados marxistas sobre la planificación y centralización de la economía, para conducir a esa nación a una economía de mercado aliándose con las transnacionales y superexplotando a los trabajadores (creando el neoliberalismo), repartiéndose la plusvalía y constituyendo un capitalismo salvaje, pero lo importante era conservar el poder político a cualquier precio, ya que los comunistas son enfermizos por tener la burocracia estatal.

Por lo anterior causa curiosidad que destacados dirigentes políticos que militan dentro de la democracia liberal, le lanzan loas al régimen chino por haber incursionado en el libre mercado, cuando lo que hizo la camarilla comunista con esa jugada es perpetuarse en el manejo del Estado sin importar los 60 millones de asesinatos perpetrados por los dirigentes de la revolución encabezados por Mao Tse Tung.

Queda demostrado de manera universal que el marxismo-leninismo o comunismo totalitario y para el caso latinoamericano el castrochavismo, es simplemente una secta criminal y burocrática cuyos miembros de mayor a menor se creen predestinados para someter al resto de mortales a sus instintos insanos, sin importar la forma ni los medios.

El castrochavismo o marxismo-leninismo no es ningún fantasma ni mito, sino una realidad criminal que ha asolado a la humanidad para conducir a los pueblos a una esclavitud totalitaria, de la que difícilmente se pueden emancipar, de ahí que la tarea prioritaria para contrarrestar al comunismo totalitario es la lucha ideológica.

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