“Nosotros, que le hemos visto muy de cerca el rostro a la barbarie, no solo le damos la bienvenida al fin del conflicto armado, sino que haremos todo lo que esté a nuestro alcance para ayudar a sanar las heridas de las víctimas y redoblaremos nuestros esfuerzos para consolidar una Colombia segura y en paz”, dice el documento difundido vía correo electrónico.

En el escrito, con un evidente énfasis en las víctimas, el generalato lamenta las heridas que el conflicto ha dejado “en el cuerpo, en el espíritu y en la memoria de millones de colombianos”, y que ese conflicto también haya “destrozado sueños y truncado esperanzas”.

Sin embargo, aseguran que conocen “de primera mano la capacidad de perdón que alberga en el alma de la mayoría de compatriotas”, en especial en la de los que han sufrido “en carne propia la ignominia”. También entienden que “el daño causado muchas veces es irreparable en su totalidad, pero con justicia, verdad y reparación y con la garantía de no repetición, de seguro, el camino de la reconciliación será menos penoso”.

Por eso, insisten —en un claro mensaje a los 183.000 hombres y mujeres que tienen bajo su mando y a los colombianos en general— en avanzar en la cultura del perdón “para dejar atrás esa oscura noche y comenzar a cicatrizar esas profundas heridas”. Ese perdón, aseguran, “tiene que ser el resultado de una construcción colectiva, que nazca del corazón y del verdadero deseo de vivir en estado de tranquilidad, que no es otra cosa que la ausencia de angustia y de miedo”.

Para el cuerpo de generales de la Policía, “el victimario debe pedirse perdón primero así mismo, para que una vez logre construir su paz individual exprese arrepentimiento hacia sus víctimas”. Y aclaran que “no debe ser un perdón obligado por las circunstancias o para cumplir con un compromiso, sino resultado de una convicción profunda de aceptar que obró mal, que se equivocó y que está dispuesto a hacer todo lo posible para menguar el dolor de sus víctimas”.

También recomiendan a las víctimas echar mano de “sus más profundos, solidarios y valiosos valores para vencer el odio, el resentimiento y parte del dolor que alberga en su corazón, para reconocer y aceptar el arrepentimiento del victimario”.

“No se trata de olvidar, ni de renunciar a unos mínimos internacionales de justicia, verdad y reparación, sino de buscar reemplazar esas emociones negativas echando mano incluso de su fe, de su bondad y de su generosidad”, dice la carta en otro de sus apartes. “De seguro, en la espiritualidad y en el amor infinito a Dios encontraremos la fuerza moral para hallar el sosiego necesario para envejecer sin amarguras”.

En aras de contribuir con la reconciliación en el país, los generales cuentan que la Policía creó un Modelo Nacional de Policía para el Posconfiicto, en el cual la institución utilizará todas sus capacidades humanas, técnicas, científicas y tecnológicas “para romper el ciclo de violencia y evitar su repetición”.

Ese modelo de Policía, afirman, parte de la premisa de que la paz debe ir de la mano con la seguridad de los territorios. “En concreto, uno de los retos principales es ocupar el espacio que dejen las Farc, precisamente para que no sean ocupados por otros actores del crimen organizado”, dicen.

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