Wadhwa, autor de un libro sobre el tema, considera que el estudio de la Universidad de Oxford (2013) que concluyó que 47 % de profesiones en Estados Unidos estaban alto riesgo de convertirse en oficios automatizados, y el del Instituto McKinsey, que corroboró esos datos y agregó que “cerca de la mitad” de las actividades del mundo del trabajo “podría verse potencialmente automatizada si se adapta las tecnologías actuales”, subestiman el impacto de las tecnologías.

Para Wadhwa, estas dos investigaciones no vislumbran el auténtico alcance de los riesgos para los trabajadores. “La inteligencia artificial progresa mucho más rápidamente de lo esperado”, señala. Los asistentes personalizados como “Alexa (dispositivo para el hogar de Amazon) o Google Home se vuelven muy inteligentes rápidamente. Microsoft y Google demostraron que la inteligencia artificial podía comprender el lenguaje humano mejor que los propios humanos”, añade.

Otros ejemplos apuntan en el mismo sentido: los automóviles autónomos podrían eliminar a los taxistas y camioneros; los algoritmos que juegan un papel creciente en el periodismo, los robots que proporcionan informes a los clientes en centros comerciales o la cirugía robótica e inteligencia artificial a la que recurre la medicina para detectar y reparar tumores cancerosos o anomalías cardíacas.

Hombres superfluos

El historiador Yuval Harari, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, advierte que la tecnología convertirá a los hombres en “superfluos”, con preocupantes consecuencias sociales.

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“Mientras que los algoritmos presionan para sacar a los humanos del mercado de trabajo, la riqueza y el poder podrían concentrarse en las manos de una pequeña élite de propietarios de algoritmos muy poderosos, creando una desigualdad sin precedente social y política”, dice Harari en su libro ‘Homo Deus: A Brief History of Tomorrow’.

El académico se refirió al estudio de Oxford, que considera que las pérdidas de empleos por sector obedecen a la automatización: los más afectados serán los cajeros (97 %), asistentes legales (94 %), panaderos (89 %) o los barman (77 %).

Contrariamente, James Bessen, economista e investigador de la Universidad de Boston, piensa que se exagera el problema y hace notar que los avances de la tecnología normalmente traen más trabajo, pero la naturaleza del empleo cambia.

“Trastornos sociales”

“Los robots pueden reemplazar a los humanos en ciertas tareas, pero no en todo”, dice Bessen a la AFP, pero reconoce que la automatización “está destruyendo muchos empleos poco calificados y de poca paga”.

Los asesores económicos de Barack Obama aseguraban el año pasado que la mayoría de los empleos remunerados por menos de 20 dólares la hora corrían el riego de ser automatizados.

Pese a que aún es difícil identificar el auténtico impacto de los robots, muchos ya debaten sobre cómo se administrarán los inevitables desplazamientos en el mercado laboral.

Bill Gates, fundador de Microsoft, dijo el mes pasado que apoyaba un “impuesto sobre los robots”, una idea manejada en Europa y que ya propuso Benoît Hamon, candidato socialista a la elección presidencial francesa.

Pero Bessen, un exmiembro del Berkman Center de Harvard, considera que tal gravamen podría ser contraproducente: “Si tú gravas a los robots, disminuirás la velocidad de los efectos positivos de sus procesos”.

A otros les gustaría un “ingreso básico universal” para compensar la pérdida de empleos.

Sin embargo, para Vivek Wadhwa, los problemas son más profundos y es necesario encontrar soluciones más creativas.

“Una renta básica no resolverá los problemas sociales de desempleo porque la identidad de las personas gira alrededor de su trabajo”, señala Wadhwa.

“Aunque tenemos suficiente alimento y energía, vamos a tener que lidiar con los trastornos sociales que se vienen. Necesitamos una discusión más amplia”.

“Es muy posible que logremos alcanzar este desafío”, dice James Bessen, “pero es evidente que en los últimos 20 últimos años estas cosas han ido en la dirección equivocada”.

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