Me reafirmo en todo lo dicho, con excepción de las menciones a Pascual Lezcano. Debo emprender el camino sinuoso de la rectificación y lo hago atendiendo el llamado de sus abogados.

Reconozco mi equivocación, sin atribuirle culpas a nadie, al afirmar que Lezcano pedía dinero a los futbolistas (no hablé de los empresarios) para ser convocados, lo que subrayé como suposiciones.

No quiero declararme afectado en mi buena fe por las versiones recogidas. Sé que debo salvaguardar la privacidad de mis fuentes, tratándose, especialmente, de futbolistas profesionales activos y reconocidos.

Lo que dije:

No soy explorador informativo impertinente, ni doy lecciones morales. Pero no me rindo. Seguiré investigando porque no he jugado, en este aspecto, todas mis cartas. De no comprobarse nada, también haré públicos los resultados, porque es mi deber como lo indica la ley.

Espero satisfacer lo solicitado, además, con el siguiente audio:

No respondo, eso sí, por la interpretación que otros medios le dieron al asunto con el único afán de viralizar sus informaciones.

De Pékerman dije lo que siempre he pensado. “Voz susurro” en quien prevalece un lado bueno, respetado y admirado. Si algo le he criticado es la falta de imaginación estratégica y la fluidez táctica, pero nunca su capacidad para integrar, convencer y liderar con el beneplácito de muchos colombianos.

Quise titular esta columna de opinión de distintas maneras dadas sus implicaciones. “La corrección entre incorrecciones”. “Me trago el  fuego”. “Sin cuerpo del delito no hay delito”. Preferí “Un mea culpa”, que es más directo, respecto a Lezcano.

P.D. Este  texto fue escrito por mí y bajo mi responsabilidad. Revisado por el Doctor Luis Valero, mi consejero y apoderado.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.