Todavía me rondan en la cabeza las frases que me dijo Ángela María sobre el rechazo que ella y otras personas con trastornos mentales sufren a diario, por cuenta de los estereotipos que tenemos quienes no convivimos (o no sabemos) con una enfermedad mental.

“La gente cuando se entera de que uno tiene el trastorno pierde la confianza. Le da miedo, piensa que uno no va a poder responder ante ciertas situaciones y que terminará dándole una cachetada, como mínimo”, me dijo.

Según MentalHealth.gov, página web del gobierno de Estados Unidos que brinda información sobre salud mental y problemas mentales, la gran mayoría de personas con trastornos mentales no son más propensas a ser violentas que cualquier otro ser humano. Solo del 3% al 5% de los actos violentos se pueden atribuir a quienes viven con una enfermedad mental severa y, en cambio, las personas con enfermedades mentales tienen 10 veces más probabilidades de ser víctimas de delitos violentos que la población general.

Sin embargo, en Colombia y en el resto del mundo las enfermedades mentales aterran porque se piensa que son algo grave, que harán que la persona termine en un manicomio, tomando pastillas que embrutecen o siendo peligrosa, anormal. También que no podrá convivir con los demás y mucho menos tener una vida cotidiana como todos: estudiar, trabajar o mantener una relación de pareja. Estereotipos que han ayudado a gestar películas, series de televisión, novelas donde el ‘malo’ es un enfermo mental y el ‘bueno’ es el siquiatra o el policía con dotes de siquiatra.

“Esos estereotipos y la falta de conocimiento sobre la salud mental y los problemas mentales hacen que se cree el estigma, que se puede reproducir en espacios como la familia y el trabajo. El fenómeno se ha asociado al rechazo de la persona a buscar ayuda profesional apropiada, por el miedo a ser etiquetada negativamente, también hay dificultades para mantener el empleo y las relaciones personales cercanas”, me comentó la psiquiatra Lina María González, líder de Salud y Bienestar de la Fundación Saldarriaga Concha e investigadora principal del primer estudio que se ha hecho en el país sobre estigmatización y salud mental.

En estos últimos meses he tenido la posibilidad de conocer los resultados de este estudio y de acercarme a la temática que con valentía han puesto en los medios de comunicación la escritora Piedad Bonnett (a raíz del suicidio de su hijo) y mi colega Catalina Gallo (cuando presentó su libro Mi bipolaridad y sus maremotos). Por la dimensión del estigma que tenemos sobre la salud mental, no sobra que seamos más los que hablemos de las patologías mentales para que en algún momento podamos referirnos a ellas de la misma manera como lo hacemos sobre la hipertensión, el cáncer o la diabetes.

Alguien me hizo caer en cuenta hace poco que algo similar ocurrió en la década de los 90 con el VIH. Las personas sentían temor a contar que eran portadoras porque las tildaban de depravadas, o algo por el estilo y, además, las condenaban a una muerte inminente. Hoy, cuando se tiene mayor información sobre esta enfermedad y se ha avanzado en su tratamiento, quienes la padecen no sufren el escarnio público ni es vaticinado su deceso.

Por eso pensé que la primera columna para Pulzo debía contribuir a hablar sobre este tema, como lo piden los especialistas, con el fin de que se mejore el diagnóstico y se acaben las etiquetas que ponemos a quienes tienen enfermedades mentales. Bien lo señaló hace unos días el ministro de Salud, Juan Pablo Uribe: después de las enfermedades del corazón, la patología mental es hoy la segunda causa de enfermedad en el país, pero seguro sería la primera si nadie tuviera miedo a hablar sobre ella.

Les dejo unas preguntas que pueden dar indicios de cómo está la salud mental. Si la mayoría de respuestas es sí, es recomendable consultar a un médico general o a un sicólogo porque es posible que algo no esté bien. Lo mejor es no hacernos los ‘locos’ con estas enfermedades, darles la espalda es perder la oportunidad de un diagnóstico y un tratamiento a tiempo.

  1. ¿Tiene dolores de cabeza frecuentes?
  2. ¿Duerme mal?
  3. ¿Se asusta con facilidad?
  4. ¿Sufre de temblor de manos?
  5. ¿Se siente nervioso, tenso o aburrido?
  6. ¿No puede pensar con claridad?
  7. ¿Se siente triste?
  8. ¿Llora con mucha frecuencia?
  9. ¿Tiene dificultad en disfrutar de sus actividades diarias?
  10. ¿Ha perdido interés en las cosas?
  11. ¿Se siente cansado todo el tiempo?
  12. ¿Siente que es una persona inútil?

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.