«La primera vez la coge tan desprevenida que se sobre- salta al verlo.» El encuentro se produce en un parque. Ella es Casi; él, Viejo. El primer contacto es casual, pero volverán a verse en más ocasiones. Ella hace novillos en el instituto y tiene dificultades para relacionarse con su entorno. A él le gusta contemplar los pájaros y escuchar las canciones de Nina Simone, no trabaja y arrastra un pasado problemático. Estos dos personajes escurridizos y heridos establecerán una relación impropia, intolerable, imposible, que provocará incomprensión.”

Así nos recibe la contraportada del libro de Sara Mesa (Madrid, 1976), “Cara de Pan” (Anagrama, 2018), justo el libro que leí esta semana para esta reseña. Un libro sobre una relación extraordinaria entre un hombre maduro de 54 años y una niña de 12 años. Una relación que nace en un bucólico parque en donde, con ocasión de un encuentro casual – como podría ser el de 2 niños –, ella, en una ausencia premeditada a su instituto, y él, en su diario andar, se va forjando una relación que se va desarrollando a través de las palabras ingenuas – él es un niño en un cuerpo de adulto -, de la ornitología, de la contemplación, de las indagaciones mutuas, de la curiosidad.

En esas estaba, justamente reflexionando sobre cómo los colectivos condenan muchas veces situaciones o condiciones tales como la relación entre un hombre maduro y una niña, cuando sucedió un evento en un prestigioso colegio Bogotá que me hizo reflexionar ampliamente.

En el libro en cuestión nos encontramos frente a un instituto completamente desentendido de la formación de la niña, que ni siquiera alerta a sus padres de su ausencia. También vemos unos padres completamente alejados de la vida escolar y personal de su hija. Una hija que, inclusive, alcanza a enviar una carta falsificada solicitando un cambio de instituto, para justificar sus ausencias.  Una niña a quien las enseñanzas de El Viejo le parecen tan maravillosas, en especial todo lo que aprende sobre los pájaros, que decide un día no volver al instituto precisamente para dedicarse aprender de ese encantador personaje. Se entreteje entre ellos una relación que no se puede ni adjetivar ni escribir por ausencia de maldad. La niña -como seguramente muchas de nosotros lo hicimos en nuestra infancia y adolescencia – tenía un diario en el cual escribe una historia entremezclando ficción y realidad, diario que cae en manos de sus padres, quienes después de leerlo, ahí sí, deciden fijarse en ella, seguirla, y descubrir “lo que está sucediendo”. Lo que está sucediendo no es ni lo que relata la niña en el diario ni lo que imaginan los padres, sino lo que los colectivos juzgan.

Ella se hace llamar Casi. Y él es El Viejo. Una niña que tiene problemas con su contexto escolar y es prácticamente ignorada por su familia. Un hombre que es hijo y nieto de su padre y nieto de su padre, segregado por la sociedad justamente por lo mismo y condenado, a priori, en el pasado y en el presente el libro, pero que ha sabido aprender a vivir su vida a través de la música de Nina Simone. Y de la observación de los pájaros, sus sonidos, sus costumbres.

Los colectivos no siempre se equivocan, como en el libro, cuyo final es fantástico y no quiero dañárselo a nadie. Los antecedentes nos evidencian que una relación entre un hombre maduro, con poder – un profesor – y una menor de edad -alumna -, es algo impropio, por decir lo menos. En dos colegios más de la capital colombiana – de estratos medio y bajo – también sucedieron casos similares en las últimas dos semanas.

A Sara Mesa le digo que, el que me haya tocado en gracia vivir esos episodios a la par que leía su excelente libro, ha sido algo muy complejo para mí. Sara es una escritora para quien un libro no se puede explicar porque la literatura es básicamente una experiencia – y ¡vaya experiencia para mi en estos momentos! -. Sara tiene la habilidad de “mirar el ángulo podrido de las cosas”, y hallar lo monstruoso en la belleza y lo bello en lo monstruoso, como varios lo han señalado ya.

Por eso mis reflexiones después de haber vivido la experiencia de leerla en medio de estos hechos tan dolorosos en los colegios, reflexiones no moralistas, son las siguientes:

  1. A la niñez y juventud usualmente no se les enseña ni capacita, ni eventual ni mucho menos periódicamente, en lo relacionado con comportamientos inapropiados que debieron detectar y denunciar, así no fueran necesariamente abuso o acoso.
  2. Usualmente no existe una ruta para denunciar estas conductas inapropiadas que pueden terminar en abuso o acoso sexual. Cuando existe, los niños y jóvenes no la conocen adecuadamente y no se sienten con la confianza de acudir a ella.
  3. Los padres y cuidadores no hemos sido capacitados en esas conductas y rutas y, por ende, muchas veces no sabemos cómo identificar en nuestros niños y jóvenes, señales de alerta que nos permitan prevenir o mitigar la ejecución de conductas inapropiadas por parte de un potencial abusador/acosador o un abusador/acosador en ejercicio.
  4. La lejanía en la relaciones padres e hijos es un factor contributivo para que sucedan estos hechos, sobre todo cuando los padres no saben en qué andan sus hijos.
  5. Es posible que existan profesores y profesoras y más niños y jóvenes, familiares inclusive, que sean testigos de estos comportamientos inapropiados y se quedan callados/as, por lo cual se normalizan los comportamientos del abusador.
  6. La infantilización e invalidación de las voces infantiles y adolescentes que denuncian estos casos y que generalmente son ignoradas, sin dejar traza de las mismas, es algo que como sociedad no nos debemos permitir.
  7. La morronguería y el ocultamiento no llevan a ninguna parte. Estos casos deben ser denunciados públicamente y acciones privadas y públicas transversales deben ser tomadas de inmediato a nivel privado y público, incluyendo una intensa intervención estatal.
  8. Siempre se requerirán rápidas y profundas investigaciones y comunicación transparente y asertiva a todos los involucrados.

Solo me queda por decir que el libro de Sara es fenomenal, porque nos ayuda a entender los factores que originan posibles relaciones inapropiadas -en el caso del libro, fuera del colegio-, pero incentivadas por un vacío, una ausencia de educación, una ausencia de la institución educativa y de familia.

Honro a las valientes que han denunciado, honro a los padres que las han apoyado, pero sobre todo honro a aquellos que se han dado cuenta de sus propias falencias formativas y enrutadoras en sus vidas personales, en sus vidas laborales, sobre las conductas inapropiadas que pueden llevar a abusos y acoso sexual. Gracias a Sara por recordárnoslo con su libro.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.