Sí, el mismísimo Alfabeto, que, aburrido porque no tenía nada qué hacer, optó por ir a visitar a su antiguo amigo.

─ ¡Qué milagro! ¿Qué te trae por estos lares? ─ exclamó Fenicio, al saludarlo.
─ Quiero conversar contigo, parafrasear un poco sobre algún tema que te sirva para escribir…
─ Pues llegas oportunamente, porque en el instante en que tú golpeaste la puerta yo estaba pensando en las expresiones «trilladas» que usan algunos presentadores en la televisión.
¿Hablamos de eso, Alfabeto?
─ ¡Por supuesto que sí! También yo tengo mi criterio sobre ese asunto. Aunque, últimamente no veo la televisión, pero de vez en cuando me detengo en las esquemáticas frases que usan las niñas lindas y los «rodillones» con aires de Adonis.

En ese preciso momento, en la televisión, un presentador de una sección de deportes estaba diciendo:

─ «En breve, toda la información deportiva. ¡No se muevan!».
─ ¿Lo escuchaste, Alfabeto? Dizque no nos podemos mover. ¡Eso parece un asalto! ¿De dónde salió semejante e imperativa orden? Yo aquí, en mi propia casa, puedo moverme y removerme cuantas veces me dé la regalada gana…
─ Se trata, claro, de una frase de cajón. No sé de qué cajón la sacó ese periodista, pero no fue del cajón del ingenio, ni de aquel en donde está guardada, desde hace centurias, la lámpara de Aladino. Él lo que quiere, simplemente, es que quien está viendo la televisión no cambie de canal.

Fenicio lo interrumpió para aportar lo que pensaba:

─ Sí, pero puede decirlo de forma directa; sin mandar a los televidentes a convertirse en estatuas. Por ejemplo, podría decir: «Manténgase en sintonía, no cambie de canal». O una más sagaz: «Lo premiaremos con información de primera mano, si se mantiene en nuestra sintonía». ¿Qué tal?
─ ¡Buena, Fenicio! ¿Y qué decir de las muchachas «caras lindas»? Todas acuden a frases repetitivas y sin mayor atractivo para nosotros, los televidentes. Anoche, una de ellas decía al despedirse en un programa: «Los veo mañana». Yo quedé de una pieza. ¿Cómo carajo hará esa mujer para vernos a todos los televidentes con apenas pararse frente a una cámara
de televisión? Porque si ese prodigio logra ella, ¡yo me empelotaré ante el televisor encendido!
─ ¡Esa es la utopía más sensacional que alguien haya inventado! Pero, simultáneamente, es la frase más mentirosa que nadie haya pronunciado. Ella ni nadie nos pueden ver desde un estudio de televisión. Ese sistema apenas transmite imágenes.

Mientras tanto, allá, en la «caja mágica», transcurría un programa. En esas un presentador dijo: «Vamos a comerciales, y ya regresamos». Mejor dicho, dio más tema para los dos cazadores de deslices verbales.

─ ¿Escuchaste esa otra expresión refrita, Alfabeto?
─ Sí, me parece también tan insulsa como las otras; es vacía y sin sentido. Porque ellos, los trabajadores de la pantalla chica, no se van a ninguna parte ─menos a comerciales, que en la frase pareciera ser un lugar de negocios─; se quedan ahí, quieticos, mientras se difunden los anuncios de los patrocinadores. Lo que sí hacen es una pausa. Cuando concluyen los
anuncios, retoman el tema. Es decir, continúan la emisión. Así que no regresan, porque no se han ido. Y no lo hacen ‘ya’, como ellos anuncian.
─ Exactamente. Luego la advertencia debería ser: «Hacemos una pausa (ni siquiera hay que decir que es para pasar mensajes comerciales), en breve continuamos». Dice mucho más, y es precisa. Tiene cuerpo y sentido completos. O también podrían decir: «Después de los siguientes anuncios de interés, proseguiremos con nuestro programa». En fin, hay muchas formas verbales para expresar lo que acontece en ese momento en que se debe cumplir con el contrato publicitario.
─ Bueno, yo no sé si es que los directores y productores, principalmente, hablan igual.
Porque no corrigen. Hay quienes se despiden autoengañándose; le piden a la gente que al día siguiente sintonicen el programa cuando él ya ha terminado.
─ ¿Cómo es eso?
─ Sí, dicen: «Los espero mañana a la misma hora». Si al día siguiente yo enciendo el televisor a la hora en que el hocicón se está despidiendo, no alcanzo a ver ni a oír nada; el programa ya habrá acabado. Claro que será hasta mejor, porque es muy probable que me salve de algún bodrio como los que suelen transmitir por ese intruso caro que es el televisor. Además, la expresión es como para una invitación a un encuentro en un lugar
físico. Será más precisa si dicen: «Sintonícenos mañana media (o una hora) antes». O también: «Esperamos su sintonía, mañana, a las…», y se menciona la hora. ¿Por qué no lo hacen?
─ Bueno, esas son algunas de las manidas frases «encajonadas» que escuchamos en televisión. No hay que pasar inadvertida, además, la costumbre que muchos tienen de describirnos con pormenores lo que nosotros, los televidentes, estamos viendo. Los llamados «cronistas» deportivos (que, además, no escriben crónicas) son especiales para
eso. ¿Tan idiotas nos consideran? ¿Estarán convencidos de que no entendemos lo que está sucediendo en el escenario que las cámaras enfocan? O los «elevados» son ellos, que olvidan cómo opera el sistema televisivo.

En ese instante, el escudo colombiano, con el himno de Colombia de fondo, anunciaba en el televisor que el presidente de la República se disponía a hablarles a sus connacionales.
Entonces, Fenicio, que no es muy dado a escuchar esos discursos, apagó el aparato.

─ Eso también lo hago yo cuando los bárbaros de la televisión se ensañan con el idioma ─ apuntó Alfabeto. Luego, se levantó de la silla e hizo una seña a su amigo para que escanciaran una bebida espirituosa.

¡Hablar y escribir bien: el reto de hoy!
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