• Por: Margarita Barrero
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No hay oro que compense el brillo de las mujeres del Pacífico. Allí donde sus muchas alhajas son de este metal y lo lucen en las calles como nunca ocurriría en ciudades como Bogotá. No solo es su preferencia en joyas, sino su forma de mantener la tradición de sus ancestras, a quienes el oro también las acompañaba.

Ellas, las que por tradición compran un jabón exclusivamente para dejar sus ollas brillantes, como les gusta; las que recorren con garbo las calles de sus ciudades vestidas impecablemente y las que llevan sus trenzas ancestrales en varios peinados que complementan el estilo afro que viene con su sangre.

En el Pacífico más del 90% de la población es afrodescendiente. Sus antepasados llegaron a esta zona a finales del siglo XVIII, en la década de 1770, huyendo de las haciendas y buscando su libertad. La encontraron en la selva tupida y alejada, entre el mar y los ríos.

De la juga y el currulao pasaron a la salsa choke, pero sin abandonar ese ritmo que mueve su esqueleto a voluntad, en el que un saludo es excusa para tirar paso y acompañar esos movimientos con la sonrisa que ilumina todo.

Allí, como en otras zonas del país, ser madre es duro y más cuando el esposo o los hijos salen para nunca regresar, desaparecen por el conflicto o por decisión propia. La autonomía económica se vuelve imperativa para sobrevivir y es necesario generar alternativas, mejor en colectivo que solas.

Así es que aparecen proyectos como Chocomueic, un emprendimiento liderado por mujeres indígenas y afro de Guapi, Cauca, que de manera artesanal trabajan los derivados del cacao, desde hace años. Son pioneras del tema en la zona.

Son 20 mujeres que se han capacitado para manejar este grano, que se han empoderado para mostrar que se puede sobrevivir con la venta de este producto y que, de paso, crearon un proyecto social para que sus hijos aprendan y lean mientras ellas trabajan.

Su sueño es que el cacao de Guapi se vuelva famoso en Colombia y el mundo, saben que no es fácil, pero siguen capacitándose para mejorar el producto y posicionar la venta. Cada barra de chocolate tiene ese toque de las mujeres negras que reconocen los saberes ancestrales y quieren compartirlos, por eso una de las frases que las representa es: “La vida es lo que empieza después de un chocolate”.

Esta es la versión en TikTok de la columna:

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.