Se gana 8,5 millones de euros al año. Es decir, 8,48 millones más que yo. Menos mal vive lejos. Si estuviera acá tendría que cotizar 2,5 millones de euros para pensión y salud —sin contar el plan complementario—. Hice la cuenta. Un robo. El pobre se quedaría con solo 6 millones de euros en diciembre; 5,98 millones más que yo.

Quiero que esté tranquilo. Que no le falte pan en la mesa y pueda vivir en un lugar calientito. Se fue del Bayern Munich porque hacía mucho frío y lo critican por flojo. Lo que es la hipocresía. He visto buses repletos de gente y con las ventanas cerradas, porque no se aguantan que entre un chifloncito. Los taxistas pueden dar fe de qué es lo primero que piden los pasajeros cuando se montan: “Suba la ventana, por favor. Qué helaje. Estoy tullido”.

Quiero que al menos uno de los dos viva cómodo en medio de esta pandemia. Que él pueda seguir disfrutando de su casota con piscina, jardín y gimnasio, mientras yo sigo resignado a mis espacios mixtos: cocina-comedor-cuarto del perro, sala-estudio-gimnasio, despensa-estufa-lavadero, habitación-baño-tendedero. No sé qué es peor: colgar la ropa al lado de la estufa, y que huela a guiso, o colgarla en el baño, y que huela a… crema dental.

Quiero que James pueda, tranquilamente, echarle bloqueador solar a Shannon, mientras yo le echo, resignadamente, desinfectante a todo lo que llega por Rappi. Que él pueda ir a entrenar y respirar aire fresco, mientras yo me quedo teletrabajando desde mi sofá-escritorio y tragando ácaros. Que él siga entrenando para “ponerse a punto” y la rompa en el siguiente equipo que juegue, mientras yo sigo comiendo para ponerme a punto de reventar.

Yo sé lo que es trabajar con un jefe que no lo tiene en cuenta a uno. Si su karma ha sido el francés Zinedine Zidane, el mío fue el bumangués Zacarías Zárate. Nuestras historias son casi idénticas. Al primero le dicen “Zizou”. A Zacarías Zárate le decíamos “Zazá” o “Mesa que más aplauda”, por lo de “¡za, za, za!; ¡ya cuzá!; ya cuzá!”. Ni James ni yo nos quedamos callados ante la tiranía de ellos. Mientras él le ha cantado la tabla al francés a través de entrevistas, yo hice lo mismo con “Zazá”, pero en la fiesta de fin de año de la oficina, dedicándole en la cara una versión adaptada de “Mesa que más aplauda”.

¡Za, za, za! ¡Ya cuzá! ¡Ya cuzá!

Y los malandros (¡Zazá!)

Y los huevones (¡Zazá!)

Y los malos jefes (¡Zazá!)

Y los jefes petardos (¡Zazá!)

Y los líderes incompetentes (¡Zazá!)

Y los que se ganaron el puesto de director en un paquete de cocadas, de esos que venden en buses (¡Zazá!)

Al final, James no pudo triunfar con Zidane por la posición en la que jugaba y así se lo advirtieron: “En este equipo no hay lugar para un mediocentro ofensivo”. Casi lo mismo me dijo “Zazá”: “En esta empresa no hay lugar para un mediocre tan reofensivo”. Vidas paralelas.

Muchas veces al día entro a Twitter para ver qué novedades hay sobre su futuro. Algunas noticias tienen sentido, como que lo quieren en Italia. Otras, son claramente “fake news”, como que se va para Inglaterra… con el helaje que hace allá. Pfff. Y me pregunto todo el tiempo si va a estar bien, si podrá jugar en donde quiere (ojalá en el Atlético), si estará en un lugar cálido (ayúdanos, papito Dios, a que siga viviendo en Madrid)… Todo eso al mismo tiempo en que yo estoy a punto de enloquecerme por el confinamiento, no sé si tendré trabajo el otro mes y vivo en una ciudad de clima bipolar, como lo es Bogotá: hace un calor tan picante que es mejor no ponerse saco, pero es buena idea llevarlo en la mano porque en cualquier momento se pone muy frío.

Hablo con James, como si fuera un amigo imaginario. “La embarramos, ‘güevón’”, le dije el día que el Bayern ganó la Champions. También le reclamé cuando anunció su separación: “¿Cómo vas a dejar ir a Dani, ‘ome’? ¿Vos sos ‘güevón’?”. Y no me quedé callado tras enterarme que salía con Shannon: “¡Ishhhhh! ¡Monstruooooo!”.

Sé que debería preocuparme más por mi vida y menos por la de James. La de él marcha muy bien. La mía está pendiendo de un hilo. Él tiene más pinta; más plata; más garantizado su porvenir. En lo único que lo supero es en la calidad de pareja que tengo. Ella es más que Shannon, por donde se le mire: mi esposa tiene más años, es más bajita y tiene el pelo más corto. No se puede ganar en todo, querido James.

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La próxima, el miércoles 9 de septiembre: “Soy un idiota frente a plomeros y técnicos de ETB”.

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