Como si no fuera suficiente con la oleada de desastres naturales que el planeta ha soportado en lo corrido de este año, y que en gran medida se deben a nuestra falta de consideración con el medio ambiente, tenemos que lidiar ahora con el juego de egos que Corea del norte y Estados Unidos están librando y que podría desencadenar una guerra entre dos de las potencias militares más temidas del mundo.

La temporada de tormentas tropicales que azota las costas del atlántico, ha dejado hasta el momento ocho huracanes, dos de los cuales alcanzaron la temible categoría 5 (María, Irma), reservada para los que logran vientos superiores a 250 kilómetros por hora. Hasta el momento se registran 250 personas fallecidas a causa del paso de los huracanes por las costas de centro y norte américa; los daños materiales suman ya ciento treinta y tres mil millones de dólares.

Mientras el planeta nos da muestras fehacientes de que las fracturas hechas por el hombre a su frágil ecosistema se están reflejando en catástrofes cada vez de mayores magnitudes, las tensiones políticas entre Donald Trump y Kim Jong-un asoman un conflicto bélico entre dos naciones que suponen un potencial de armas nucleares capaces de destruir enormes extensiones geográficas en todo el planeta.

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Hace algunos días, durante la asamblea general de naciones unidas en Nueva York, Trump amenazó con “destruir totalmente” a Corea del Norte si su país o alguno de sus aliados se veía afectado por cualquier tipo de ataque militar, mientras Pyongyang realizaba a inicios de este mes la sexta prueba nuclear en el pacífico. El mayor temor que la comunidad internacional ha tenido es que Corea del Norte pudo haber logrado miniaturizar un arma nuclear para transportarla en un misil intercontinental.

El siete de septiembre de este año, México soportó un terremoto de 8.2 en la escala de Richter que dejó más de un centenar de muertes en los estados de Oaxaca, Chiapas y Tabasco; pero lo peor estaba por venir para este país centroamericano, ya que el veinte del mismo mes, y justo cuando conmemoraban 32 años del destructivo terremoto que devastó a Ciudad de México, la tierra volvió a temblar, esta vez un movimiento telúrico de 7.1 sacudió de nuevo a Ciudad de México, Morelos, Puebla, Guerrero y Oaxaca. La cifra de víctimas mortales supera las 324.

La actualidad del mundo revela dos panoramas que se proyectan como apocalípticos. En primer lugar, las catástrofes naturales, la superpoblación, y el consumo indiscriminado de recursos naturales por parte del hombre; y el segundo lugar, la tensión política que Estados Unidos y Corea del Norte que podría iniciar una guerra sin precedente alguno en la historia.

En lugar de buscar razones para el odio y el conflicto armado, los países del mundo deberían trabajar sin distingo de religión o política para detener el calentamiento global, la contaminación de los océanos y la destrucción de las selvas, para tratar de detener lo que, sin necesidad de armas nucleares, le estamos haciendo a nuestro planeta.

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