Los hermanos Cendales Campuzano no eran cualquier cosa. Eran sencillamente brillantes en sus campos de desempeño, con un ingenio que no lo tenía cualquiera.

Precisamente el mayor de ellos, Alberto Cendales Campuzano, fue un célebre oficial del Ejército recordado por su beligerancia, rebeldía y ambición en diversas acciones castrenses.

Entre tantas osadías tal vez la más importante y recordada ocurrió en 1958 cuando encabezó un golpe de estado contra la Junta Militar con el objeto de devolverle el poder al general Rojas Pinilla. Lograron poner presos a tres miembros de la Junta y al virtual presidente del Frente Nacional Alberto Lleras Camargo, pero un error infantil, hizo que fuera entregado a fuerzas leales oficialistas.

Aunque el golpe fracasó allí empezó su leyenda, al convertirse en una pesadilla para los dirigentes del Frente Nacional. No hubo prisión militar que lo retuviera; en cinco oportunidades escapó y en los intervalos de libertad trató de organizar células guerrilleras en el Huila y los santanderes.

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Sus fugas fueron espectaculares: se escurrió por una ventana de la Embajada de Paraguay, perforó un muro en el Batallón Guardia Presidencial, escapó de una jaula en los calabozos del Servicio de Inteligencia Colombiano- SIC-, burló la vigilancia en la Escuela de Sanidad, y en la Escuela Blindada huyó por un boquete junto con el comandante de la unidad, 130 reclutas y ocho camiones orugas.

Fue tal su fama de rebelde y contestatario que hasta Ernesto ‘Che’ Guevara quiso conocerlo y lo visitó en su paso por la capital colombiana.

Los hermanos “emprendedores”

Años más tarde sus tres hermanos Emiliano, Aquilino y Jesús María llegaron a Pasto aparentemente como ejemplares emprendedores. En el corazón de la ciudad montaron una cafetería llamada ‘La caleñita’. En el mismo local establecieron un almacén de productos agrícolas llamado ‘Zoo – Sur’, algo incompatible con la vocación de la cafetería, ya que los negocios se comunicaban.

El servicio era relativamente bueno, ya que ellos mismos atendían a los numerosos clientes que lograron captar especialmente empleados públicos y funcionarios del vecino Banco de la República, ya que el local quedó ubicado contiguo a éste en la calle 19 con carrera 25.

Nadie sospecharía nada del gran movimiento que tenían los insumos agrícolas, con buenos precios y una frecuente carga y descarga en camiones de bultos, que se suponía eran de abonos.

Además por esos días y dados los buenos contactos de los Cendales, Aquilino logra un puesto en el banco Popular de Pasto. Allí aprovechó su cargo para llenarse de malos pensamientos y tuvo la osadía de solicitar oficialmente al Banco Emisor los planos de la caja fuerte con el objeto de supuestamente hacer una bóveda similar en el Popular. Él mismo hizo la visita y le sirvieron en bandeja información privilegiada, para motivarse y decidirse a cometer un gran asalto.

La fachada de los Cendales

La cafetería funcionaba activamente dada su excelente ubicación y sus aceptables precios. Los movimientos de insumos agrícolas eran frecuentes suponiendo que tenían una gran clientela, que cautivaron con precios especiales.

Nadie pensaría en ese momento que el cargue realizado en el corazón de la ciudad, no eran más que decenas de bultos de tierra provenientes de un túnel cavado por topos humanos que trabajaban casi con las uñas. Estos negocios de fachada habían empezado a funcionar a mediados de 1976.

Durante la Semana Santa de ese abril (1977), la pandilla tuvo a su disposición cuatro días no laborables o festivos, que pudieron ser aprovechados para ultimar el gran atraco, sin mayores afugias.

Posteriormente se supo que se habían quedado sin recursos para continuar la ‘obra’ y debieron recurrir a un aliado para que los financiara. Se descubrieron dos cheques girados a Samuel Chaparrral (uno de los cómplices) a principios de ese mes, con los cuales adquirieron una camioneta para transportar el producto del robo y para financiar insumos y herramientas para terminar el túnel.

El gran golpe

Los hermanos Cendales y sus compinches finiquitaron su ‘hazaña’ el 23 de abril de 1977 y lograron sustraer una suma de $82’270.000. Por esa época el pasaje urbano de bus costaba $1,20, cuando hoy está por los $1.800 (1500 veces más).

Y haciendo la extrapolación con otros valores de esos tiempos comparados hoy por poder adquisitivo, el valor hurtado para actualizarlo debe ser multiplicado al menos por 1400. Ello da una cantidad equivalente a más de 110 mil millones de pesos convirtiéndose en el robo del siglo por su cuantía y espectacularidad, al menos de la pasada centuria.

Por aquellos tiempos el billete de máxima denominación era de 500 pesos, que aun no estaba en circulación. Los topos fueron precavidos y los dejaron regados a los largo del túnel para no delatarse luego con los mismos. Tuvieron tiempo hasta para el humor ya que en un pliego de cartulina verde pegado en la pared dejaron un mensaje ‘chapulinesco’ que decía: “No contaban con mi astucia”.

El túnel tenía una longitud cercana a los 50 metros y fue cavado a una profundidad promedio de 3,5 metros con una precisión casi matemática utilizando gatos hidráulicos durante un periodo de al menos unos ocho meses. Las alarmas estaban desactivadas o si funcionaban no podían escucharse, pero habían micrófonos de alta sensibilidad. Los medios de alerta eran opacados por el funcionamiento de una ruidosa planta eléctrica que debía activarse casi todas las noches ya que la luz se iba con frecuencia.

Investigación e hipótesis erráticas

Una vez descubierto el cinematográfico robo con el natural estupor y el sensacionalismo de la noticia en los medios, la investigación encuentra huellas digitales, que estaban sobre todo en la loza utilizada por los Cendales en su cafetería. No fue difícil entonces identificar a los autores, por quienes se ofreció una recompensa de hasta 6 millones de pesos, un monto enorme en aquellos tiempos.

Pocos días más tarde llega al desfalcado banco una remesa de Ipiales con billetes de una de las series robadas. Los indicios apuntaban a que los delincuentes los cambiaron por dólares, para viajar al exterior en tránsito por Ecuador. Además muchas hipótesis empezaron a manifestarse y algunas muy erráticas.

Muchos medios lanzaban hipótesis confusas o nada certeras, incluyendo a La W recientemente, que difundió la noticia relacionando el robo con los hermanos Rodriguez Orejuela, incluso como cerebros.

La misma radio mencionada, hace poco tiempo emitió una entrevista con esa información, que es fantasiosa dado que por esa época aun eran muy jóvenes y no incursionaban en el mundo del hampa. Más adelante se demostraría la exclusiva responsabilidad de los hermanos Cendales y su banda organizada.

Captura, condena, fiestas y boda

Pero en poco tiempo la recompensa ofrecida funciona ya que en Bogotá una dama de nombre Cecilia Calderón manifiesta que observó a dos sujetos con una camioneta similar a la buscada en donde subían y bajaban sospechosamente unas cajas.

Se decide montar un operativo y se captura a Samuel Chaparral y a Aquilino Cendales. Los otros no cayeron, al menos por el momento, posteriormente se detiene a Salomón Muñoz y Javier Cifuentes también miembros de la banda.

Los detenidos fueron llevados a Pasto, juzgados y condenados. Pero por aquella época las penas no eran duras la máxima contemplada en este tipo de delitos era de 10 años, por lo tanto recibieron apenas 7 años, de los cuales cumplirían de forma efectiva solo tres en medio de una enorme comodidad.

Se cuenta que manejaron a su antojo su detención, arreglaron la cárcel, la pusieron bonita, salían con frecuencia a dar serenatas y dentro de la misma se presentaban artistas muy reconocidos.

El periodista Ramiro Egas hoy recuerda que él mismo fue maestro de ceremonias en espectáculos en la cárcel de Pasto especialmente presentando en una plaza de toros portátil armada al interior de la prisión, a Óscar Agudelo, por cortesía de los topos. Emilio Cendales en una ostentosa boda, se casaría cuando aun estaba preso con otra reclusa de la cárcel de mujeres. Era toda una celebridad.

El robo perfecto

Este saqueo se convirtió pronto en una verdadera leyenda y en una atracción. La ciudad de Pasto era frecuentemente mencionada en medios nacionales e internacionales. De lo luctuoso y trágico se pasó a lo pintoresco y anecdótico. El túnel se convirtió en verdadera atracción que todo el mundo quería conocer. Fue así como los dueños del local lo abren al público, la entrada para ver la boca del canal costaba dos pesos y fueron miles de personas. Era muy angosto y profundo.

Los célebres ladrones dejarían muchas marcas anecdóticas, incluso y desafortunadamente muchas simpatías por lo osados e ingeniosos en una época de tecnología muy básica para estos casos. Incluso cuando se formó la primera gran escudería nariñense de automovilismo fue bautizada como Escudería ‘Los Topos’ manteniéndose vigente con mucho reconocimiento ese nombre.

A uno de los grandes ciclistas de la región se lo bautizó como Jesús “el Topo” Chamorro.

Esta historia, que valga la pena reafirmar es un mal ejemplo para la sociedad, no está exenta de detalles y hechos curiosos, asombrosos y sorprendentes. Por su evolución y desenlace es un caso resuelto totalmente. Finalmente fue algo así como el robo perfecto, ya que no quedaron cabos sueltos. Se consumó de forma espectacular, se identifican los autores, se capturan, cumplen su condena y la historia queda para la posteridad.

Han pasado 40 años del robo del siglo, por los topos humanos con un botín que a valores actuales estaría por los 115 mil millones de pesos. Lo que queda y está demorado en hacerse, es la realización de una película que dada su argumentación, sería un éxito. Además de ser un hecho real, fidedigno, lleno de detalles curiosos y con final completo.

Apostilla: Hace unos tres años se realizó un documental conocido como ‘La bóveda’, con testigos directos del caso. Esta producción de 24 minutos recibió un reconocimiento internacional.