Todo comenzó el pasado 12 de octubre, cuando la ‘Mencha’ (como también se conoce a Margarita Rosa de Francisco) admitió en su columna del diario capitalino que había abortado. Aunque ya era muy conocida su postura favorable frente a la opción de no tener hijos, nadie sabía que ella, calificada por muchos como una de las figuras de la farándula más consentidas por los colombianos, se hubiera sometido a uno de esos procedimientos.

Por eso, su declaración causó impresión. “Fue rápido y grotesco. Un tubo de aspiradora me hurgaba el estómago como un roedor, algo de no repetir. Al siguiente día tuve que juntar trozos de alma para armar una cara decente y sacarla a la calle, mientras mis entrañas y mi corazón sangraban, porque abortar, aunque yo lo considere defendible, es […] un acto violento, como también lo es dar a luz”, escribió entonces Margarita Rosa en su conmovedora columna.

De inmediato se abrieron fuegos por parte de quienes se ubican en las orillas opuestas de este tema: primero, los que rechazan el aborto y descalificaron a la actriz y columnista por haber hecho público su caso. “Qué va, simple y llano egoísmo, y ahora se quiere justificar socialmente con una retórica intelectual vacía. Lo debió haber dejado para sí misma, para su entorno familiar y para su psicólogo”, se manifestó en un comentario de redes.

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Pero también hubo quienes la respaldaron: “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra… ¿Quiénes somos para juzgar a otros?… Cada uno es responsable de sus actos y por ende de sus consecuencias…”, se lee en otro de los comentarios. Y, entre ellos, también estuvo la reconocida feminista Florence Thomas, coordinadora del grupo Mujer y Sociedad, que agradeció a Margarita Rosa su revelación e invitó a las mujeres famosas a hacer lo mismo.

Este jueves, Margarita Rosa se vuelve a ocupar del tema en su columna de El Tiempo, pero esta vez para contar por qué decidió contar su caso y para responderles a sus críticos. “No me siento cómoda opinando desde este palco como si la vida les sucediera a otros y no a mí; ¿por qué no quemarme junto con las mujeres que viven o han vivido algo parecido?”, escribe.

Pero precisa que defender el aborto no la conduce a exponerlo como un camino aconsejable y recalca que describirlo como “algo de no repetir” no fue precisamente invitador. “Para mí se trató de decir una verdad dura, pero muy común, y observar hasta qué punto esta sociedad está preparada para escucharla. Hacerlo en primera persona tiene su costo, por supuesto”, explica.

También les dice que a ella no le corresponde dar ejemplo, como se lo reclaman, porque “esa obligación la tienen los padres de familia, primeros responsables sobre la forma como quieren que sus hijos afronten asuntos tan delicados”. Tampoco le preocupa que sus “seguidores” en redes sociales disminuyan. “Ahora que todos somos personajes públicos y es tan importante el número de ese activo que determina cuánto valemos, pareciera, no tanto valiente pero sí muy torpe, someterse al juicio implacable de esa sarta de desconocidos”.

Y concluye con otra de sus reflexiones muy humanas: “Lo que sí me urge es que por fin se den cuenta de que las figuras ejemplares son imaginarias; en su reverso existen seres humanos reales dándose golpes con su suerte, como todo el mundo. Eso sí, escandalizados, los felicito por su virtud, disfruten su cielo”.

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