Una columna de opinión publicada por Alberto Maggi en Jesuitas.co del 23 de agosto pasado parecía augurar el mensaje claro que Francisco anunció insistentemente durante su visita a Colombia: que los curas no deben hacer carrera ni perseguir el beneficio propio.

Maggi dice que Francisco es “una desilusión”, pero no para los millones de enamorados de su mensaje de paz y reconciliación en Colombia y el mundo, sino para aquellos prelados que están acostumbrados a que el mismo establecimiento les da un estatus y les permite escalar posiciones dentro de la curia.

“Francisco en poco tiempo logró decepcionar a todos. Y esa decepción se ha convertido en resentimiento, primero soterrado y ahora a la vista de todo el mundo”, comenta el autor, y continúa: “Ellos nunca pensaron que Bergoglio tendría la intención de reformar la curia romana, de eliminar sus privilegios o que azotaría las vanidades del clero”.

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El columnista se refiere a Francisco como “un hombre ideal, sin ‘muertos’ en los armarios, doctrinalmente conservador, pero receptivo a las nuevas ideas”, y un papa con quien se podría garantizar un periodo de paz en medio de tanto escándalo del Vaticano.

Los obispos de carrera están decepcionados, dice Maggi, “aquellos para los que una nominación para una ciudad era solo un escalón más hacia una posición de mayor prestigio”.

Y es que ese fue precisamente el mensaje de Francisco a los religiosos del país: “No quiero que hagan carrera”, al tiempo que les recordaba que un miembro de la Iglesia, incluido él, está en este mundo “para servir, no para ser servido”.

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La denuncia del columnista también les pega a los lobistas: “Estaban listos para clonarse con el pontífice de turno, imitarlo en todos los sentidos, desde los gestos externos hasta los doctrinales, cualquier cosa para agradarle y obtener favores”.

Y puntualiza con esta frase llena de sarcasmo: “Ahora bien, este papa invita a los obispos ambiciosos y vanidosos a que tengan el olor de las ovejas… ¡Qué horror!”.

Por lo anterior, el columnista se adelantó al mensaje de Francisco en Colombia, que caló tan hondo en suguidores y detractores: “El diablo entra por el bolsillo”.

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