Mientras los atípicos turistas visitaban los sembradíos con la orientación de ‘el Calvo’ —uno de los líderes de la banda—, ‘Esteban’, —uno de sus compinches— camuflaba pequeñas dosis de estupefacientes en el equipaje de sus clientes, especialmente en sus zapatos, según la investigación policial publicada por Semana.

Cuando los clientes, sin saber lo que llevaban, regresaban a sus países de origen (generalmente Estados Unidos), otras personas los intimidaban para que entregasen sus pertenencias, continúa la revista, citando al investigador del caso.

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Seis decomisos independientes de cocaína, heroína y 2CB (conocida como la coca rosada) en pequeñas cantidades llamaron la atención de las autoridades, que empezaron a indagar, y dieron con un peluquero llamado ‘Jair’, a través del cual descubrieron el recorrido de la droga.

Policías infiltrados “lograron establecer que en Pasto, Nariño, una mujer se encargaba de conseguir la heroína” y de enviarla en buses de servicio público hasta Medellín, donde sus secuaces hacían el resto.

Pero quizás lo más llamativo para la Policía Antinarcóticos fue el sofisticado laboratorio casero que hallaron en una habitación cerrada con llave, en el mismo apartamento donde la red de turismo ilegal alojaba a sus víctimas.

La red estaba integrada por cinco personas. Todas están detenidas, concluye Semana.