Quienes se dedican a este oficio lo ejercen en condiciones degradantes y afrontan situaciones graves, como muchas otras personas que tienen actividades económicas a las que llegan como última alternativa para sobrevivir, pero aparte son discriminadas y estigmatizadas socialmente y sus derechos laborales son vulnerados,  señala el escritor Sergio Ocampo en su columna ‘El elogio de las putas’, en El Espectador.

Según Ocampo, la prostitución es “un oficio de altos riesgos; de muchas situaciones insoportables, bastante más de las que tanta gente tiene que hacer por dinero en sus trabajos; seguramente muy desagradable en la mayoría de ocasiones, pero ser minero también, y de ellos se ha hecho toda una epopeya”.

Por eso les dedicó su columna a cinco mujeres que fueron al Congreso a ejercer su derecho de participar en una audiencia en la que diversos sectores exponen sus puntos de vista del debate sobre los derechos laborales de las personas que ejercen la prostitución en el país.

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Ocampo recuerda que ellas declararon allí que lo que requieren son servicios de salud y otros beneficios laborales y no lástima o comprensión: Ellas fueron a exponer que son “autónomas, mayores de edad, y que detestaban ser tratadas como víctimas, solo por el trabajo que ejercían”, en una lección inusual de dignidad.

“No puede ser que el peor insulto o el desprecio máximo sea decir “hijo de puta”. No es justo con los hijos; no es justo con las putas. No puede ser que una mujer con una sexualidad libre y sana, autónoma para decidir con quién se acuesta, deseosa de experimentar y de sentir, sea llamada puta, cuando la misma actitud en el hombre es elogiada y le vale el apelativo de “playboy”, agregó Ocampo en su columna.

En su concepto, estas personas, mujeres y hombres que ejercen esta actividad, en muchos casos solo son el resultado de “un mundo que se construyó fatalmente sobre una despiadada economía de mercado y una feroz represión e ignorancia sexual. Ese es el verdadero drama”.

 

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