Hasta ahora, salvo el editorial de este martes de El Espectador también, ningún opinador se ha referido al tema después de que estallara el escándalo el fin de semana pasado, cuando se supo que el alto tribunal invirtió los roles de la demanda que había interpuesto el expresidente y senador del Centro Democrático contra el también senador por el Polo Democrático Iván Cepeda, y ahora el jefe del uribismo pasó de acusador a acusado.

El hecho, como recuerda Gloria H. en su columna del diario caleño (que titula con el mismo pronombre [‘Él’] con que Claudia Morales designó a su violador), se suma a un cúmulo de acusaciones y señalamientos contra Uribe, entre las cuales relaciona “las madres de Soacha, los falsos positivos, la masacre del Aro, su hermano presunto asesino, sus hijos ‘comerciantes’ inescrupulosos, su cuñada narcotraficante, creador de grupos paramilitares, manipulador de pruebas, perseguidor de periodistas, las chuzadas del DAS, sospechoso violador de mujer periodista […]”.

“Pareciera que todo lo que lo rodea se contamina de su energía, de su rabiosa (y peligrosa) energía hasta lograr que los límites entre lo correcto y lo ilegal se esfumen. ¡Por Dios! […] Si es tan bueno, tan claro y transparente, ¿por qué siempre lo ronda el fantasma de lo ilegal o incorrecto o ‘fuera de la norma’?”, se pregunta.

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“Alguien puede explicar ¿qué es lo que sucede con este personaje? ¿Por qué semana tras semana ‘brota’ un pendiente legal donde ‘Él’ queda implicado?”, continúa interpelando la columnista. “[…]. No, nos pueden creer tan ingenuos de pensar que todo es inventado, que todo son falsas acusaciones, que todo es persecución. Imposible”.

Tampoco le parece posible que las dudas ante sus comportamientos políticos se multipliquen y que “acusación tras acusación, todas sean equivocadas y él sea una ‘pobre’ víctima del gobierno actual”. Y vuelve a preguntar: “¿Qué tiene para lograr fieles fanáticos tan serviles que no logran ver con un mínimo de objetividad lo que sucede con su actuar?”.

En una línea de análisis similar a la de Gloria H. se mueve el editorial de El Espectador de este martes, que, sin embargo, advierte que los colombianos están “aturdidos” por la estrategia de “confundir a través de acusaciones que desinforman […]”, que se ha visto en el pasado, “cuando políticos de izquierda y de derecha han sido investigados por hechos cuestionables”.

Pero, puntualmente sobre el expresidente, el diario capitalino dice: “Aunque claramente Uribe tiene derecho a defenderse, es irresponsable seguir pateando la mesa de las instituciones cada vez que hay una acusación en su contra. Especialmente porque la CSJ [Corte Suprema de Justicia] está actuando de manera transparente y con motivaciones claras”.

Recalca, además, que no es verdad, como dijo, por ejemplo, José Obdulio Gaviria, que el expresidente estuviera “chuzado”, sino que las llamadas que él hizo “las capturó de manera legal la CSJ, a través de las herramientas de la Fiscalía”, y que “al revisar el contenido de esas interceptaciones, la CSJ encontró suficientes indicios para creer que vale la pena investigar si el expresidente influenció indebidamente a los testigos”.

E insiste: “Es fácil abrumar a los colombianos con la retórica de la persecución, más en época electoral, pero no por eso deja de ser una actitud irresponsable”.