En el “espectáculo circense que ahora tiene como valor supremo divertir, en lugar de debatir ideas, doctrinas o programas”, Petro es el “iconoclasta por herencia y por excelencia. El candidato que está en contra de los niños bien, de la crema y nata de las clases burguesas y privilegiadas”, a las cuales pertenecen sus contrincantes (Fajardo, Vargas Lleras, Ramírez y Duque), afirma Ochoa en su columna.

Otra columnista que se ocupó de la estrategia de Petro para repuntar en las encuestas fue María Isabel Rueda, que este este domingo escribió también en El Tiempo que “la más exitosa faceta de su personalidad” es la “genialidad con la que se victimiza”. Para ella, “hasta la caída de la hoja de un árbol” Petro es capaz “de achacársela a un complot”.

Esa faceta la expone Petro, dice Rueda, desde cuando el exprocurador Ordóñez lo destituyó y le quitó sus derechos políticos. “El ejercicio de llenar tantas veces la plaza de Bolívar para hablar en su defensa desde el balcón de la alcaldía lo fue volviendo un poco leyenda. Ahí se veía, erguido, el hombre al que querían tumbar, no por haberse saltado la ley y creado un desangre financiero y un caos administrativo a la ciudad, sino para frenar el cambio social y ponerle una zancadilla a la revolución que encabeza”.

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Pero ninguna de las dos columnistas que analizan al candidato de Colombia Humana se explica el porqué de su repunte en las encuestas. “No logro entender cómo en medio de la peor crisis de Venezuela en toda su historia –y de la mayor migración de venezolanos en décadas hacia Colombia– […] Petro va liderando las últimas encuestas a la presidencia”, dice Ochoa.

Y se pregunta: “¿Acaso no era un horror el castrochavismo? ¿Acaso Venezuela no cabalga en una debacle económica sin precedentes, con miles de muertos y millones de hambrientos? ¿Acaso la inflación anual no está en el 2.800 por ciento? ¿Acaso la vida en Caracas no se vive en dólares, como consecuencia de la megadevaluación diaria del bolívar? ¿Acaso Maduro no se atornilló en Miraflores y va a durar allá toda la vida?”.

Para Rueda, “no son totalmente claras todavía las razones” del repunte político de Petro, cuyo ascenso tiene explicaciones desde lógicas hasta contradictorias. Por ejemplo, que Bogotá sea hoy uno de sus fortines electorales, a pesar de su “desastroso paso por la alcaldía”. Y recuerda que por estos días la capital sufre con las basuras las consecuencias de “uno de sus peores desatinos”.

Como sea, a juzgar por lo que dice Ochoa de los otros candidatos presidenciales, Petro seguirá subiendo en las encuestas, porque mientras él personifica el rol de iconoclasta nítido y cristalino, “el resto de candidatos se pierden en una gama de grises de lo que ellos quisieran ser”.

De Fajardo, dice que “está encasillado en el rol del maestro”, agravado porque los maestros, “inconscientemente, despiertan un sentimiento de rechazo entre muchos jóvenes”. El maestro se convierte, en muchos casos, “en una figura a la que hay que resistir, desafiar e, incluso, hasta atacar”.

El rol de Vargas Lleras, para Ochoa, es el de “delfín”, porque es el “heredero del poder por derecho propio. El nieto de expresidente, sobrino de exconstituyente, sobrino de exembajador en Washington y proveniente de una familia con todos los pergaminos del caso. El mismo clasista del coscorrón a unos de sus escolta rasos. El mismo de la voz mandoncita y del tonito sobrador por años”.

“El rol de Marta Lucía es el de la mamá con todos sus pollitos descarriados”, sigue en su análisis Ochoa. “La mamá que pretende mandar un mensaje de unión, de protección, de resguardo de sus hijitos frente a lo que pueda pasar con el posconflicto y con los vecinos venezolanos. Así la vimos preocupadísima en Caracas, con cara de mamá pata, al frente de supermercados vacíos. El problema, claro está, es que las mamás también son aburridísimas y somníferas”.

En esto, Ochoa coincide con Ramiro Bejarano, que escribió en El Espectador sobre Ramírez: “Es la candidata de los lugares comunes que, si bien no convence, tiene la virtud de que no asusta porque primero aburre”. Bejarano también se refiere al pasado de la candidata: “No es ninguna perita en dulce, empezando por su trajinar por todos los grupos políticos, pues primero se movió en el liberalismo y en varios de sus gobiernos, luego alternó con Pastrana, más tarde con Uribe, enseguida se enrumbó como conservadora; hoy es y no es todo eso”.

Y de Iván Duque, Ochoa afirma que cumple el rol de “wannabe” —término que alude a las personas que quieren aparentar ser otra, imitar actitudes o incluso desear ser otra; su origen es la contracción de la expresión en inglés ‘want to be’ (querer ser)—: “el Álvaro Uribe en potencia, el hijo pródigo, el elegido por magnánimo, […] el hijito inexperto que necesita de la sombra de su papá para poder triunfar y llegar a la presidencia, no por mérito propio, sino por obra y gracia de otros”.

Del candidato del uribismo, Bejarano cree que lo único que lo favorece es “su pinta de galán de telenovela mexicana y unas calculadas sonrisitas”, porque también lo califica de “paracaidista en la vida pública”, pues recuerda que comenzó en la secretaría privada del Ministro de Hacienda Juan Manuel Santos e hizo parte de proyectos en la Fundación Buen Gobierno. “Es decir, arrancó santista pero se volteó, y por eso desconfían de él en el uribismo”.

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