Si bien las circunstancias del agresivo hecho no son claras, el video en que quedó registrado, que circula en redes, evidencia las agresivas maneras de la mujer que interpela a los extranjeros, que son claramente xenófobas.

También evidencia la situación que se presenta en varias ciudades (no solo de Colombia, sino de la región) por la migración de venezolanos que han tenido que salir de su país por la crisis política, económica y social en que hundió a esa nación el régimen de Nicolás Maduro.

Por eso, las agresiones a los venezolanos se producen con relativa frecuencia, como el caso de unos policías que los insultaron en Transmilenio. El más reciente y agrio intercambio entre una colombiana y dos venezolanos se dio en estos términos:

—¿Usted no sabe que esto es zona residencial y que aquí no se puede hacer? —le dice, altiva, la mujer a la joven venezolana.

—Ya viene la Policía para acá —se limita a decir la venezolana, en tono casi sumiso.

—Ya me estoy cansando —vuelve a decir la mujer que les reclama.

—Sí —trata de interceder el hombre que acompaña a la venezolana.

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—Y usted también —se dirige la mujer al venezolano; y en tono más alto—: Usted se tiene que largar de este país.

—Respete —le responde el hombre.

—No me venga a decir en mi país que lo respete, hijueputa —riposta, agresiva, la mujer—. Venezolano invasor atrevido.

—Entonces se me va de aquí ya —sigue la mujer, dirigiéndose a la venezolana, pero con ínfulas—. Porque esto es zona residencial estrato 5. Usted no va a invadir mi espacio.

—Pero, venga… —intentó decir el hombre.

—Usted no se meta —le dijo la mujer.

—Usted no me grite —le dijo, de todas maneras, el hombre.

—Usted no se meta o aquí se arma la grande —le dijo la mujer al hombre—. Que venga la Policía y se lo lleven a usted encarcelado, ya.

—Pero, señora, usted es la que está faltando al respeto —le dijo la venezolana.

—Se larga de aquí —fue la respuesta agresiva de la mujer. —Ya la Policía vino y usted no hizo caso.

—Que venga [la Policía] —respondió la venezolana.

—Que venga —también dijo la mujer—. Ya la llamé. Ya la llamé. Ya no le digo más. Usted está invadiendo territorios que no le corresponden.

—Ella no se va amover de aquí —volvió a terciar el hombre, dirigiéndose a la mujer que les reclamaba.

—Usted se calla que usted no tiene ni voz ni voto en este país —fue la respuesta de la mujer—. Usted se calla. —Y dirigiéndose a la venezolana—: Usted me hace el favor y se larga de aquí. Voy a mirar desde la cámara cuando venga la Policía.

—OK —se limita a decir la venezolana—. Si no es a usted a la que se llevan presa.

—Sí, claro que sí. Así mismo le digo yo a usted —respondió la mujer.

El hombre intenta intervenir, pero la mujer le espeta:

—¡Usted se calla! Imbécil. Lárguese a su tierra. Lar-gue-se-a-su-tie-rra. Lárguese. Lárguese. Yo soy colombiana y usted, veneco invasor. Lárguese de aquí, hijueputa.

—Dios la bendiga —responde el hombre.

—Usted no tiene por qué hacerse aquí en zona residencial, estúpida —se dirige la mujer a la venezolana.

Ambas partes siguen amenazándose con llamar a la Policía.

—Llame al patrullero, al cuadrante —le dice el hombre a la mujer—. Aquí conversamos en reunión, en familia. Porque no hay diferencia entre colombianos y venezolanos.

—A mí no me venga a decir esas estupideces —le responde la mujer y en ese momento atiende su teléfono, y se dirige a un patrullero Gutiérrez.

—¿Cómo está? Yo acá en la esquina —habla la mujer por su celular—. Lo mismo de siempre… Sí… ¿Cuántas cuadras? Listo. Acá lo espero. Gracias.