Por la mañana, grupos de “chalecos amarillos”, el movimiento transversal contra el alza de los combustibles y la pérdida de poder adquisitivo en Francia, convergieron en la capital francesa.

La manifestación solo había sido autorizada en los Campos de Marte (a los pies de la Torre Eiffel), rodeados de vallas y bajo protección policial.

“La gente no quiere quedar aparcada, ¡queremos ser visibles!”, exigía Jérémy Clément, un jefe de empresa de Montargis (centro), de 41 años, que intentó reunir gente desde el amanecer en los accesos de la capital antes de dirigirse hacia el centro de París.

Al mediodía, varios grupos dispersos se juntaron rápidamente en la famosa avenida, rodeada por cordones policiales antidisturbios que impedían el acceso a la zona adyacente al palacio presidencial.

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Según el ministerio de Interior, por la tarde habían contabilizado unos 8.000 manifestantes en la capital, de los cuales 5.000 sólo en la famosa avenida.

El descontento gira alrededor del presidente francés Emmanuel Macron: “Macron dimisión”, “Macron, devuelve el dinero” y cantos del himno francés respondieron a las sirenas de las fuerzas de seguridad.

Rápidamente, la marea amarilla, con intención de llegar a la plaza de Concordia situada cerca del palacio presidencial, rebasó un cordón policial.

“Esto es un caos, no hay ningún orden”, protestó un policía con los brazos en alto.

Luego, jóvenes se cubrieron la cara con bufandas y capuchas, enfrentaron a las fuerzas de seguridad.

La policía respondió con gases lacrimógenos y utilizando camiones hidrantes a los tiros de bengalas y proyectiles de todo tipo: botellas, adoquines… La plaza quedó invadida por el humo. Los manifestantes huyeron luego hacia las calles adyacentes o retrocedieron hacia el Arco de Triunfo.