Algunos capos de las drogas se llevan su ostentoso estilo de vida literalmente hasta la muerte: en un cementerio mexicano abundan tumbas de dos pisos equipadas con sala de estar, aire acondicionado y vidrios a prueba de balas.

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El domingo se cumplieron en México 10 años desde que el gobierno lanzó a las Fuerzas Armadas en una guerra contra las drogas que desató una ola de violencia con saldo de decenas de miles de muertos, muchos de ellos enterrados por el crimen organizado en fosas clandestinas o dejados a la orilla de una carretera o colgados de un puente.

Pero los jefes de las drogas de Sinaloa, en el noroeste de México y bastión del encarcelado capo Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, se procuraron un final más digno y ahora descansan en sitios como Jardines de Humaya, en Culiacán, la capital estatal.

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Una cripta se asemeja a una capilla, con blancas columnas, vitrales con ángeles y una efigie de Jesucristo de pie en el techo.

Tumbas de narcotraficantes mexicanos.
Tumbas de narcotraficantes mexicanos. / AFP.

Otras parecen modernos departamentos con puertas de vidrio, escaleras que conducen al segundo piso y salas de estar con sillones para los dolientes. En al menos dos de ellas hay árboles de Navidad.

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Al caer la noche, las luces se encienden de manera automática en varias tumbas. Muchas tienen sistemas de alarma.

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Una cripta que según dicen alberga los restos de un sicario del cartel de Sinaloa tiene una puerta de vidrio a prueba de balas, una cruz que brilla en la oscuridad en lo alto del domo y cámaras de vigilancia en la entrada.

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La mayoría de las criptas tienen en sus muros fotografías o pinturas de los fallecidos, muchos de ellos de entre 20 y 30 años, pero sin nombre que los identifique.

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Otros majestuosos mausoleos están en construcción a la espera de otros jefes del narco. AFP.

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